La Casa de los Perros | El naufragio del Cobaez
CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ
Las crisis, cuando se prolongan, terminan devorando a sus protagonistas.
Eso es lo que ha ocurrido en el Colegio de Bachilleres del Estado de Zacatecas (Cobaez), donde tras 21 días de paro laboral, el primer eslabón ha caído: Mirna del Rocío Garza Ramírez, su directora general, ha presentado la renuncia.
Lo ha hecho, claro, bajo la fórmula inofensiva de los «motivos personales», ese viejo eufemismo que disfraza la debacle administrativa y política que se vive en el subsistema educativo.
Pero esta historia no se puede reducir a una dimisión más en el tablero burocrático.
Hay que mirar el fondo, donde se esconde el verdadero drama: 15 mil alumnos sin clases, un sindicato que exige el pago de sus derechos laborales, una fallida nueva gobernanza que no firma convenios y una institución que arrastra una deuda monstruosa de 437 millones de pesos con el Issstezac.
Este naufragio tiene muchos responsables, y nadie parece dispuesto a rescatar lo poco que queda a flote.
La renuncia de Garza Ramírez se da en el peor momento. No sólo porque deja a la deriva a una institución en pleno conflicto, sino porque expone la descomposición estructural de un modelo educativo fallido.
El Cobaez es un barco agujereado que ha sido sostenido a fuerza de parches y discursos vacíos. Los directores pasan, los paros se repiten, las deudas se acumulan, pero la historia sigue siendo la misma: promesas de solución que jamás llegan.
El sindicato, con justa razón, reclama lo que en otras instituciones educativas ya se ha pagado.
El secretario general, Gerardo García Murillo, ha expuesto con claridad la trampa burocrática: el dinero existe, pero el gobierno del estado se niega a firmar el convenio que permitiría el pago.
¿Por qué? Esa es la pregunta que nadie responde.
Mientras tanto, los docentes y administrativos del Cobaez son tratados como ciudadanos de segunda, privados de un derecho que otros ya han recibido.
Pero si el problema del pago salarial ya es grave, lo del Issstezac es una bomba de tiempo.
Ignacio Sánchez González, su director, lo ha dicho sin rodeos: el Cobaez debe cientos de millones de pesos en cuotas y aportaciones.
Una deuda histórica que no se generó en un día, sino que es el resultado de una administración irresponsable que ha jugado con las pensiones de los trabajadores.
«Que tengan dignidad y se vayan», ha dicho Sánchez González.
Palabras duras, pero certeras. Porque el problema no es únicamente financiero, sino moral: el Cobaez ha sido un botín político, un coto de poder donde las obligaciones han sido postergadas hasta lo insostenible.
El telón de fondo es una fallida nueva gobernanza que opera bajo la estrategia del desgaste. Dejar que el problema se pudra, que los trabajadores se cansen, que la presión se diluya.
Es un manual bien conocido en la política mexicana: no resolver, sino aguantar hasta que el conflicto muera por fatiga.
Pero esta vez, la táctica puede no funcionar. El Issstezac ya ha mostrado los dientes, el sindicato no está dispuesto a ceder y la comunidad estudiantil sigue siendo rehén de un sistema en ruinas.
Garza Ramírez se va, pero el problema sigue.
¿Quién tomará el timón de este barco en llamas? ¿Quién firmará finalmente los convenios pendientes? ¿Quién responderá por el desfalco de las pensiones? Son preguntas que deberían estar en boca de todos. Porque lo que ocurre en el Cobaez es una crisis educativa, y es también el retrato fiel de un estado que ha normalizado la negligencia como forma de gobierno.
Y en este naufragio, como siempre, los únicos que pagan el precio son los que menos culpa tienen.
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