La Casa de los Perros | A las urnas hoy, una Universidad bajo asedio
CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ
En Zacatecas, la Universidad Autónoma —ese símbolo ya desdibujado de autonomía y pensamiento crítico— se enfrenta hoy, 14 de mayo, a una encrucijada que la historia juzgará con dureza.
Son más de 40 mil universitarios quienes han sido convocados a votar en 253 casillas distribuidas por todos los campus. La cita es con la democracia, pero la sombra del poder y la sospecha de una intervención externa se proyectan, vasta y ominosa, sobre la jornada.
Los viejos guardianes del templo, los exrectores Jorge Eduardo Hiriartt Estrada, Francisco Javier Domínguez Garay, Alfredo Femat Bañuelos y Armando Silva Cháirez, han alzado la voz. Su pronunciamiento, hecho con la gravedad de quien conoce las vísceras de la institución, denuncia lo evidente: agentes ajenos a la comunidad universitaria han metido las manos en un proceso que debía ser limpio.
El propio Domínguez Garay lo dijo sin ambages: hay intereses que buscan descarrilar la voluntad universitaria, y detrás de ellos, como una figura al fondo del escenario, se asoma el rostro del Gobierno del Estado.
La acusación más explícita proviene de Femat Bañuelos, exrector y diputado federal. Pregunta —con toda intención— por qué la Fiscalía decidió emitir una orden de aprehensión contra el aún rector Rubén Ibarra Reyes justamente un día antes de la elección, si la denuncia correspondiente data de noviembre pasado.
La sospecha se refuerza cuando menciona que la misma Fiscalía ha hostigado a la candidata Jenny González Arenas, citándola reiteradamente por una demanda interpuesta por tres docentes… a través del mismo abogado que defiende al rector. Coincidencias que no lo son.
González Arenas, quien podría convertirse en la primera mujer en dirigir la UAZ, denuncia también una estrategia bien articulada para obstaculizar su candidatura desde las entrañas del poder judicial estatal.
La vinculación entre Fiscalía, Tribunal de Justicia y Gobierno del Estado no es una hipótesis para ella: es un cerco. En sus palabras resuena la advertencia: lo que está en juego no es sólo una rectoría, sino la autonomía misma de la universidad.
En el otro frente, Ángel Román Gutiérrez, su contendiente, se esfuerza en proyectar neutralidad. Dice deslindarse de todos los grupos políticos, aunque su cercanía con la actual administración universitaria —de la que formó parte como secretario general— siembra dudas razonables. En tiempos donde cada gesto cuenta, sus silencios pesan tanto como sus palabras.
Mientras tanto, el campus UAZ Siglo XXI fue cerrado por estudiantes, no por anarquía, sino para exigir garantías de seguridad y limpieza en la elección. Fueron atendidos y se retiraron, no sin antes arrancar un compromiso de vigilancia y orden.
El secretario general interino, Armando Flores de la Torre, diseñó junto con ellos un protocolo de vigilancia: personal identificado, filtros de ingreso, recorridos constantes y un número de atención para reportar anomalías. Una universidad blindada, literalmente.
Los días previos, en unidades académicas menores, las votaciones transcurrieron sin incidentes. Pero hoy no hay certidumbre. Se teme el sabotaje, la infiltración, el caos.
La Comisión Electoral —cuestionada por su parcialidad— dirige el proceso bajo la sospecha de inclinaciones que comprometen su credibilidad. Y mientras tanto, el Consejo Universitario, semivacío, apenas logra sostener la arquitectura institucional de una casa que parece venirse abajo.
No hay exageración en decir que la Universidad Autónoma de Zacatecas atraviesa una de las mayores crisis de su historia reciente.
No se trata sólo de elegir entre González Arenas y Román Gutiérrez. Lo que está en juego hoy es el alma de la universidad: su capacidad de gobernarse a sí misma, de resistir la tentación del poder, de demostrar que aún conserva la estatura moral para enseñarle al Estado —y al país— el valor de la democracia, cuando esta no se negocia ni se impone.
Hoy, la UAZ vota. Pero también se defiende. Lo hace en medio del lodo, entre ruinas y trincheras invisibles. Nadie gana en una universidad dividida. Pero sí pierde todo un estado si su universidad deja de ser autónoma.
Porque cuando la política toca la puerta de la academia, no lo hace para aprender. Lo hace para mandar.
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