El tema de las Alertas de Género
SARA LOVERA
La Alerta de Violencia de Género contra las mujeres se ha convertido en ariete. Fue tema polémico cuando las presidentas o responsables de los institutos de las mujeres o sus semejantes, empleadas casi todas de los gobiernos estatales, se negaron una y otra vez a declarar la AVG en el Estado de México. Se las acusó de ser cómplices de los gobiernos en turno.
Hace casi 3 años cambió el reglamento. Personalidades y académicas de primer orden, gente de la sociedad civil y de las comisiones estatales de los derechos humanos, participan de la investigación y de los estudios que definan si hay necesidad, urgencia y conveniencia de declarar la Alerta de Género.
Este tema se ha convertido en meta y no en lo que es. Una medida de emergencia necesaria, con toda claridad, en algunos territorios del país. Se ha invertido de todo, saliva, emoción; hay quién me contó que se enfermó tras todo el proceso que significó conseguir la AVG; hay quien lo considera un indicador curricular, se es más o menos feminista «porque logró sacar adelante el acuerdo de la Alerta de Género».
Hasta hace unos días eran 81 municipios en el país con AVG, es decir el 3.4 por ciento; quizá con la declaratoria en Nayarit, 6 municipios más, o sea 87. Subió de 3.4 a 3.6 por ciento el número de municipios con medidas especiales y de emergencia.
Yo me he preguntado muchas veces si la declaratoria por sí misma resuelve el problema de la violencia contra las mujeres. Me lo pregunté a dos voces con una querida amiga que reconoció en que Colima, la primera entidad con violencia generalizada, donde ha picado piedra contra la violencia de género durante casi 40 años, es posible hoy señalar, a 40 días de declarada, que la Alerta tendría que resolver toda la violencia que afecta al país.
En otro momento he bendecido el movimiento generado alrededor de la demanda de la Alerta, porque ha movilizado conciencias, interés y ha producido difusión sobre el gravísimo problema de la violencia contra las mujeres. Pero hay un problema, decía mi amiga, la directora del CAM, doña Carmen Nava, que hay un tremendo reduccionismo, se habla hasta de «complot,» porque luego de estudiar, verificar y diagnosticar una situación, la Alerta no es declarada, sin embargo, ya se ha activado el Sistema Estatal de la Prevención, Atención y Erradicación de la Violencia, que da la oportunidad a los grupos promoventes de la Alerta de vigilar a todo el gobierno en la aplicación del Sistema Integral, que es lo que verdaderamente puede enfrentar con medidas globales y sistemáticas el problema.
La violencia contra las mujeres depende de una mentalidad que arrincona y desvaloriza a las mujeres, que las violenta en todos los terrenos; no puede reducirse a los asesinatos ni a los casos graves, que son la conclusión de un largo proceso de violencia feminicida. La nuestra es una sociedad excluyente y discriminatoria, donde la educación y los medios de comunicación juegan un papel central.
Mi amiga decía que casi 40 años después, en Colima, donde nació el primer centro para atender mujeres violentadas, las feministas y algunas legisladoras lograron pasar de una pena menor que la del abigeato por violación sexual, a una Ley de Acceso a las Mujeres a una Vida libre de Violencia, que, entre otras cosas, prevé la Alerta de Género.
No podemos perder de vista el entramado de construcción de una política pública, que absolutamente ningún grupo que pide la Alerta está evaluando; no se evalúan los recursos canalizados a los sistemas de violencia, ni se piden cuentas al Sistema Judicial, lo que propicia la impunidad. En Colima, me contó Carmen, es el Poder Judicial el que menos colabora, tanto en acciones como en recursos.
Hay un reduccionismo bárbaro en el análisis y en las demandas, circunscritas a enfrentar, patriarcalmente, solo al «príncipe», es decir, al ejecutivo.
Me parece terrible esta desviación. Un día nos dimos cuenta que perdimos 10 años alegando, arrastrando el lápiz, durmiendo en los Congresos del país para sacar adelante los cambios en los códigos para penalizar la violencia familiar, y nos habíamos olvidado de las mujeres como principales receptoras de la violencia; que se llamaba de género o contra las mujeres. Perdimos 10 años porque irreflexivamente nos fuimos con lo que mejor rendía políticamente a nuestros intereses. Y claro que nuestros intereses no son inadecuados: poner el tema es mucho, difundirlo es más, haber movido el árbol para que se muevan todas las hojas y se vea la violencia contra las mujeres es fundamental.
Pero que eso, que es estratégico, se convierta en el centro del problema, me parece una tremenda miopía. No es la AVGM lo que resolverá el problema estructural de la violencia de género; se necesita una mirada mucho más ambiciosa, completa, abarcadora, integral.
Me gustaría que toda esa energía volcada en la AVGM se ampliara, y que hubiera más imaginación y menos dogma, más inclusión y sabiduría.
Yo creo que si los gobiernos donde no se ha declarado la AVGM, a pesar de la demanda respetable de grupos, personas, comisiones de Derechos Humanos, la hayan solicitado durante meses, a veces años, hoy tienen el compromiso de medidas globales, donde se abre la oportunidad de sentarse en la mesa y evaluar sistemáticamente, abrir espacios de diálogo y vigilancia, donde veamos el todo, no sólo el 3.6 por ciento, demasiado poco para tanto esfuerzo.
¿Se han dado cuenta? Frente al fenómeno de la violación en Tabasco o el del maltrato en Sonora, ¿dónde está una sociedad robusta exigiendo que en los planes de estudio efectivamente se enseñe igualdad? ¿dónde la vigilancia de los recursos globales, millones enviados a las entidades del país para los sistemas estatales? ¿quién pide cuentas? ¿dónde están aquellas personas que difundan los convenios de igualdad que los gobiernos firman y firman? ¿quién está mejorando los protocolos? ¿dónde están los estudios nuevos, abarcadores, que hagan posible un cambio de actitudes, de jerarquías demoledoras que terminan con el valor de las mujeres en decenas de espacios y de la vida cotidiana? ¿quién vigila que se cumpla con el artículo cuarto de la Constitución?
Al parecer, de lo que se trata es de mostrarse en la gran defensa de un gran mito, uno, es uno sólo de los artículos de la Ley de Acceso, una sola de las acciones, una cosa sencilla; por eso hoy se han declarado 12 Alertas, porque es para muy poca cosa, y además no obliga a cumplir con el sistema integral. Es una cuestión del lugar desde donde se mira este tremendo problema sustantivo y estructural. ¿Cómo evitar la violencia contra las mujeres en tejidos sociales penetrados por el crimen organizado? cómo hacemos con el autoritarismo masculino, ¿desde el poder o frente al poder?.
En fin. Son solamente algunas cosas que me saltan, porque el dogma y el reduccionismo es anti sabiduría y no se busca la transformación, sino solamente poner con harto ruido una estrategia de visibilidad, que con frecuencia no protege a las mujeres, sino a los discursos que producen recursos, políticos o económicos. En fin. Al tiempo.