El Conflicto y la Educación
SARA LOVERA LÓPEZ
Las reiteradas violaciones a los derechos humanos de las mujeres en los procesos electorales, en las campañas, en el metro y el transporte colectivo, en las empresas, en las instituciones, en las ventanillas de trámite, en donde una no imagina, en un transporte caro y cómodo como el ETN, nos dejan en claro que algo muy grave está pasando, que la población no entiende, no se ha enterado que las mujeres somos humanas y no una cosa a la que se puede agredir, someter y desechar.
Cuando una pone a discusión el asunto, en un espacio de diálogo, en un taller, en un conversatorio, en la televisión o en la radio, una siempre recibe preguntas y opiniones. La educación parece concitar acuerdo: el tema es de cultura y de educación, por “ahí hay que empezar”, hace 45 años que escucho eso. Y siempre creo que quien lo propone o habla tiene razón.
Hay que empezar desde la infancia. Hace días vi en la TV en Diálogos en Confianza una discusión sobre la violencia en los espacios públicos, en el transporte colectivo. Otra vez oí a un televidente afirmar que las mamás tienen la culpa, que educan muy mal a los hombres y los convierten en machos, otra ves oí esto, y no, no tengo paciencia, pensé, pero este señor no sabe que a niños y niñas las educa la televisión, ahí donde aprenden a ser hombres y a ser mujeres.
Y luego se fortalece a estas niñas y niños en el kínder, a los tres años, con sus maestras y sus maestros, con la profesora de música, el profesor de deportes, la gimnasia, la orientadora, el señor que lleva el agua a las primarias, el conserje, la trabajadora social, es decir, con todas esas personas con las que las niñas y los niños se topan en la escuela, son autoridad y se supone o espera que dicen cosas lógicas e importantes. Que forman a esos niñas y niñas.
Por eso es tan importante, tan trascendente hacer algo desde la Secretaría de Educación, ahora inmersa en esta discusión con el magisterio disidente, que envía tres o cuatro veces al día mensajes guerreros, y las y los maestros disidentes en guerra terrible, que envían mensajes de violencia y altisonancia tremendos. Y, además, esos maestros y maestras que dejan a las niñas y niños más pobres sin clases, en Guerrero, Oaxaca y Chiapas, tremendo.
Me acordé, porque soy antigua, antigua periodista, que me tocó el nacimiento de la CNTE. En Morelos, muy revolucionaria; la sección 7 de Chiapas que ocupaba todo el Hotel Catedral en el centro de la capital mexicana; los plantones en las calles de Venezuela y Argentina, cuando nació La Jornada y las marchas a Gobernación, desde 1981, si hace 36 años. Conocí a varias y varios dirigentes, traté de entender su lucha, contra la corrupción en el SNTE, la venta de plazas, la herencia de plazas, el dinero que el liderazgo amasa.
Ahora veo que esa lucha se convirtió en eso a lo que se oponía. Y al parecer encontraron distintas formas de entrar al juego del poder: si no hay diálogo no trabajo, si no trabajas no hay diálogo, ¿de qué se trata? Más de 30 años el método resultó, cada año vinieron a la ciudad de México, durante tres décadas, primero contra la corrupción en su sindicato, luego por más salario, luego por mas prestaciones, luego porque no les gustaba algo, después porque había una reforma, luego porque hubo otras.
Los profesores de la sección 22 de Oaxaca, súper fuertes y organizados, tienen el mejor contrato colectivo, respecto de sus iguales; han amasado dinero, posiciones, etcétera, todo por lo que iniciaron la lucha, se espejearon; las maestras y maestros de otros lares tienen razón, no tienen porque evaluarse renunciando a su antigüedad y a su plaza, olvidan que hace 25 o 30 años que eso sucedió a decenas de gremios, tienen razón. Igual que mis queridos electricistas que finalmente se quedaron sin empresa y sin empleo.
Pero las y los maestros son fundamentales para que las niñas y los niños aprendan, hagan otro país, y ahora sólo les enseñan dureza, amargura, protesta enojada, tomas de carreteras, incendios, rapado a quien está en contra o difiere, sujeción a viejos tipos de liderazgos y encima, ahora, adoración a un mecías. Algunos maestros han sido señalados por abuso sexual a maestras y alumnas, incluso alumnos, eso no importa, igual que en el siglo XIX luego veremos.
Veo un callejón sin salida ¿Se resolverá el problema tirando a Nuño? ¿El problema es quitar la reforma y qué sigue? No entiendo solo sé que la violencia ciega seis vidas de mujeres cada día; que es importante el abuso y el acoso que el machismo es parte integrante de la lucha por el poder; que la invitación a la guerra y a la venganza incitan y mantienen la violencia contra las mujeres; que la corrupción y la impunidad ayudan, rodean nuestro ambiente de vida, certifican que la violencia es permisible, que la guerra es admisible, que es posible torturar a alguien que está en mi contra o desconocer a la familia que piensa de manera distinta a mi.
Se llama intolerancia y esa intolerancia construye todos los caminos de la violencia. Las feministas radicales se opusieron a la guerra zapatista en 1994; no les pareció que sacar armas sea la solución para restablecer derechos a los indios y a las indias; otras feministas cubrieron de solidaridad a las indias de Chiapas; otras más fueron con ellas a construir no a destruir. Nadie en su sano juicio puede estar de acuerdo con las tácticas y las acciones del magisterio en estos días, como no puede estar de acuerdo con las autoridades que los incitan.
El desconocimiento de la ley, la falta de solidaridad con la población que no puede vivir en Oaxaca, toda la población, los ricos y los pobres, los que tienen un changarro y los que tienen un gran negocio y no es posible, humanamente, justificar a unos o a otros, pero habría que pensar en las niñas y los niños, abandonados, dejados de la mano de dios. No es posible.