¿Cómo comunicamos la violencia contra las mujeres?
SARA LOVERA
Algunas organizaciones civiles, algunas académicas que participaron en la investigación de la Cámara de Diputados en 2005 sobre violencia feminicida y otras activistas están preocupadas por los datos y los hechos sobre el asesinato de mujeres y cómo éstos se comunican. Lamentablemente no pude ir a la discusión, pero es cierto que en los últimos años se informa sistemáticamente sobre el asesinato de mujeres, sobre el feminicidio y diversas formas de violencia contra las mujeres, que seguramente ya ha producido conocimiento y actitud entre la población, como afirman las expertas.
Es muy probable que la forma como ello se comunica no está abonando a detener, atemperar o atender este terrible crimen. Lo que, si sabemos, según las fuentes disponibles, confiables, como las de Naciones Unidas o la del Observatorio Nacional del Feminicidio y las oficiales como la Secretaría de Gobernación que el asesinato de mujeres, como se dice en la academia, debido a género ha crecido; que la Suprema Corte de Justicia mandató a que todo crimen de una mujer sea analizado por el sistema de justicia, presumiendo un feminicidio, es decir un asesinato en razón de que la víctima es mujer. La Corte recomienda iniciar por ahí toda carpeta de investigación.
A pesar de ello. Incluso diría que a pesar de la “danza de cifras” que tanto molesta a la academia, también hay otras fuentes, usadas casi a diario por los medios de comunicación, como las del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad donde se publica mes con mes la incidencia delictiva de feminicidios. Nunca se hizo, lo que recomendó la Ley, crear un banco de datos confiable; como tampoco se invirtió en explicar a la violencia feminicida, que no se limita a su extremo: el asesinato.
El 6 de marzo pasado la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, dijo en televisión nacional y luego en un boletín oficial que la violencia contra las mujeres asesina cada día a 9 mujeres y niñas en el país. Luego dijo textualmente que “tan solo en el año 2018, alcanzó la escalofriante cifra de tres mil 580 víctimas”; agregó, algo que estuvo al otro día en todas las primeras planas de los diarios: “esto significa que cada 160 minutos son privadas de la vida una mujer o una niña en manos de conocidos, pero muchas otras … de ellas asesinadas en el espacio público, en el ámbito comunitario, sin importar la forma en que fueron privadas de la vida o el lugar donde fueron localizados sus cuerpos”
Bueno no supe que quiso decir en la última línea. Pero eso dijo para hablar de la puesta en marcha el Plan de Acciones Emergentes, algo así, como la demanda de muchas mujeres organizadas, algunas políticas y otras estudiosas, que pide hace tiempo una Alerta de Violencia de Género para todo el país por “las escalofriantes cifras”. El tema es que no explicó qué se hará, aun cuando reconoció que tras cada asesinato hay impunidad y el Estado Mexicano está en falta.
¿Qué hacer? frente a esta situación. Me lo pregunto como periodista profesional. Pienso, que yo tengo memoria, que hablar de feminicidio se convirtió hoy en algo cotidiano impensable. Hace apenas 15 años la palabra feminicidio, se usaba sólo entre “iniciadas” y la violencia contra las mujeres, como ahora, era el único tema que permeaba a los diarios. La comunicación ha cambiado drásticamente, primero por los cambios tecnológicos y luego por un asunto en el que debemos reparar: la discusión pública sobre la aplicación de la Alerta de Violencia de Género Contra las Mujeres (AVGM), se convirtió en noticia diaria. 17 entidades tienen la Alerta activada.
Tanto las organizaciones sociales, como los gobiernos, centraron la discusión sobre la condición de las mujeres y las políticas públicas en ese asunto. Los gobiernos que en principio se resistieron a que les fuera declarada la Alerta y luego las organizaciones sociales, muchas de mujeres, que pusieron el tema en el centro de sus demandas. Mientras se pasó por encima lo que la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida sin Violencia, planteó como una política pública, coherente, con el reconocimiento del fenómeno de la discriminación femenina que deviene en violencia. Total, confusión. Encima en cada una de las 32 entidades del país, se definió el delito de feminicidio, de manera muy distinta; y de todo ello ¿cómo se comunica? Poniendo a las mujeres sólo como víctimas y vulnerables.
¿De qué hablamos cuando hablamos de comunicar? El asunto ha llamado tanto la atención de los medios, que la autora de un Mapa elaborado cuidadosamente con las mejores herramientas de las nuevas tecnologías se diría científicamente, ha significado que muchos medios tomen los datos de María Salguero como buenos. Y qué, otra vez, ese sea el tema central: los asesinatos. No obstante que ese mapa habla de violaciones, secuestros y muy afinado, discrimina cada vez mejor, la violencia en pareja o en la familia, de la que es claramente ligada a la violencia estructural, la que vive todo México.
Hasta ahora las académicas y mujeres de la Sociedad organizada, como Data Cívica, que llamaron a discutir ¿cómo comunicamos? no han publicado el resultado de su ejercicio reflexivo. Valdría mucho la pena conocerlo. Porque hoy, quienes informamos ¿cómo le hacemos?
Quiero pensar que su preocupación es legítima. Sólo decir tres cuestiones importantes. Una que hace poco más de 30 años el centro de mi preocupación ha sido que los medios pudieran mirar a las mujeres con el valor y la importancia que tenemos en la sociedad; hablo de los medios comunes –entonces los hoy llamados tradicionales- y los que han ido invadiendo nuestra vida cotidiana, de las carreteras de la información a los medios digitales, y de las redes sociales a los chats telefónicos.
La preocupación era porqué caminos andar para que esos medios pudieran profundizar y explicar cómo funciona en nuestra sociedad el patriarcado y la discriminación femenina. A cambio se les ha usado, como los usan los hombres, sólo como medios instrumentales y las o los profesionales de la comunicación, paralelamente, se han convertido en grupos de defensa de la causa y han perdido su carácter profesional profundo. Muchos asuntos podrían aclararse con buenos y buenas periodistas que, por ejemplo, explicarán cómo se contrajo el problema sólo al asesinato de mujeres, sin el contexto necesario, uno con la sencillez del lenguaje que usamos quienes pretendemos comunicar haría la diferencia.
Entiendo que eso es tan complejo o más, que cambiar la idea, que prevalece en amplios sectores, de que las mujeres valemos menos que los hombres; que estamos hechas para reproducirnos y cuidar a otras y otros; que nuestro cuerpo es propiedad de nuestra familia, esposo, amante, hermano mayor, padre o madre, que cuando tenemos poder “somos peores que los hombres” o brujas y competidoras; que no estamos listas para ser adultas, jefas de estado, delegación o de una curul; que en fin ello propaga todas las ideas alrededor de un problema tan indignante como la violencia que se ejerce contra nosotras, de un maltrato psicológico o físico, al maltrato institucional y hasta el extremo del asesinato. Y cómo el no ser importantes, infringe violencia institucional, reflejada en la impunidad y, por ejemplo, en la falta de servicios médicos o en la obstrucción para nuestros derechos políticos o ciudadanos.
Es probable, -la conozco- que la preocupación de las expertas, por las imágenes, los datos, la narrativa alrededor de la violencia contra las mujeres y el feminicidio, tiene que ver con los productos comunicativos, en desbalance total frente a los productos profundos y profesionales, que por suerte también los hay. Es probable que haya preocupación por la extendida campaña de denuncia pública, de las marchas de las jóvenes y las proyecciones que producen miedo, cuando algunos fenómenos saltan, como por ejemplo los atentados en el Metro, asunto por hoy callado y sin explicación de las autoridades.
Pero tengo muchas preguntas, tratar con los medios, para cambiarlos, no ha sido una prioridad ni de las académicas, ni de las organizaciones sociales, ni de las instituciones creadas para enfrentar el cambio y la no discriminación. Tampoco los organismos internacionales han invertido en ello. Se conforman con acciones limitadas, programas muy focalizados y ejemplos, manuales de lenguaje, opiniones de “expertas” y todo ello sin ir más allá. Eso, lo entiendo, tiene que ver con las relaciones nefastas entre el poder y los medios; entre la prepotencia y la clase trabajadora que vive de su labor en los medios; y tiene que ver con la falta de democracia. De ahí que no se vean resultados. Pienso que los medios podrían coadyuvar a los cambios, casi de la misma manera que el sistema educativo nacional.
En todos estos años he clamado por lanzar una cruzada de educación y entendimiento para que los medios fueran realmente responsables. Ahora, trabajadores y trabajadoras de los medios solamente se llevan los malhadados insultos, son “vendidos”, “no entienden”, “son ignorantes”, “son amarillistas”, son “poco serios”, no obstante se descuidó el tema desde las aulas, por cierto, de las universidades; en nada quienes critican, han trabajado para los códigos de ética y por supuesto, en todo México, no existe un observatorio integral de medios para producir alternativas, los que existen, otra vez, son sólo para ver algunas cuestiones superficiales, de cómo tratan la violencia, pero no como tratan integralmente a las mujeres. En ello tampoco se invierte.
La búsqueda, si estamos en la 4T tendría que dirigirse al cambio verdadero. Que no se haga amarillismo con el cuerpo destrozado de las mujeres; que quien informa pueda interrogarse desde otra esquina cómo plantear todo lo que tiene que ver con la vida y la experiencia de las mujeres. Con una tarea en el currículo de las universidades; con la creación, dialogada, discutida y profunda sobre los códigos de ética; con el cambio de lenguaje de “las expertas”, que no teman hablar con las y los reporteros de las pequeñas y de las grandes ciudades y de las pequeñas y grandes publicaciones. Porque hasta ahora ha privado, también, una cuestión de clase.
En fin. Que la llamada a reflexionar también me tocó en el alma. ¿Cómo comunicamos? y acabo de oír en el Parlamento Abierto mucha información sobre la violencia contra las mujeres, las víctimas y la helada postura de las autoridades; he escuchado mil veces las recomendaciones de Naciones Unidas; la trillada frase de que es necesario coordinar a los tres sectores del gobierno y ahora, llena de espanto miro, que mencionar que en los primeros 100 días pasamos de 9 asesinadas al día, a 10, es hablar mal del cambio. En fin, que estoy por una verdadera y profunda política que sea capaz de empezar a cambiar esta agobiante situación, que nos ha puesto como uno de los países donde para las mujeres es absolutamente peligroso vivir. Veremos