Claudia Sheinbaum urge unidad económica en América Latina

Tegucigalpa, Honduras.- Claudia Sheinbaum eligió la IX Cumbre de la CELAC en Tegucigalpa para lanzar su iniciativa más ambiciosa en política exterior: una cumbre económica latinoamericana basada en «prosperidad compartida». Sin embargo, el discurso de la presidenta mexicana, cargado de frases grandilocuentes pero escaso en mecanismos ejecutables, dejó al descubierto la brecha entre las aspiraciones integracionistas y la realidad fragmentada de la región.

La mandataria presentó datos contundentes —663 millones de habitantes, un PIB regional de 6.6 billones de dólares, un tercio de las reservas mundiales de agua dulce— como base para su propuesta. Pero omitió explicar cómo superaría las asimetrías entre economías como la brasileña y la haitiana, o cómo conciliaría modelos opuestos como los de Cuba y Uruguay. Su llamado al «respeto mutuo de soberanías» choca frontalmente con los más de 20 conflictos comerciales vigentes entre miembros de la CELAC.

Entre las pocas propuestas concretas destacó la creación de un sistema regional de regulación farmacéutica y cadenas de suministro médico integradas, ideas teóricamente valiosas pero que tropiezan con un obstáculo no mencionado: la falta de infraestructura logística común. Su plan de autosuficiencia alimentaria, otro de sus ejes, ignora que México mantiene restricciones a productos agrícolas de países como Argentina y Brasil.

El segmento más polémico llegó al condenar sin matices los bloqueos a Cuba y Venezuela, evitando cualquier referencia a los problemas de democracia que varios socios de la CELAC señalan en esos países. Esta selectiva indignación revela más sobre los alineamientos ideológicos del gobierno mexicano que sobre una auténtica voluntad integradora. Curiosamente, mientras criticaba sanciones externas, no mencionó las barreras comerciales intrarregionales que México aplica a productos centroamericanos.

El momento del anuncio no es casual: coincide con el traspaso de la presidencia pro témpore a Colombia, país que bajo Gustavo Petro ha buscado un equilibrio entre retórica progresista y pragmatismo económico. Sheinbaum, en cambio, vinculó explícitamente su iniciativa continental con la «Cuarta Transformación», arriesgando convertir una propuesta regional en extensión de su proyecto doméstico.

La CELAC, creada en 2011 como contrapeso a la OEA, sigue siendo un foro sin capacidad ejecutiva. La historia de la región está plagada de cumbres económicas fallidas, desde el ALCA hasta la UNASUR, que naufragaron ante la negativa de los países a ceder soberanía. Sheinbaum no aclaró cómo su propuesta evitaría ese destino, ni cómo interactuaría con bloques existentes como la Alianza del Pacífico o el Mercosur.

El discurso cerró con un emotivo «¡Que viva América Latina!», pero la verdadera pregunta es si esta iniciativa sobrevivirá al ciclo noticioso. Los datos son elocuentes: América Latina pasó del 6% al 5% en participación del comercio global en la última década, y México destina apenas el 0.4% de su comercio total a Centroamérica. Mientras la retórica habla de unidad, los números muestran fragmentación. Sheinbaum apostó a que el idealismo puede más que la historia, pero corresponderá a los hechos —no a los discursos— determinar si esta vez será diferente.

LNY/Redacción