Anuncian el aumento de edad para la jubilación: ellas perjudicadas
SARA LOVERA
¿Qué haría usted con el Partido Verde Ecologista? Unírsele como ya hicieron los diputados de la nueva mayoría, para lograr la absoluta y poder cambiar a su antojo la Constitución. O bien lo pondría en la picota porque es el organismo político más detestable.
Veamos. El Partido Verde es el negocio de una familia. En los últimos 12 años contraviniendo lo más elemental de las reglas de una democracia imperfecta ha hecho campaña a favor de la pena de muerte; roba programas sociales establecidos; ha infringido los términos de la publicidad electoral y consentido la confusión de poderes.
¿Qué hacer con MORENA? Órgano hoy aliado del Verde. Este que no es precisamente un partido político, sino un movimiento. Que ganó las elecciones con 30 millones de votos pero que todavía no puede actuar como un cuerpo ideológico, y sus voceros un día dicen una cosa y al otro día la cambian. Que apoya a sus aliados contra los derechos fundamentales de las mujeres como el Partido Encuentro Social PES de extrema derecha y al tiempo se compromete con la transversalidad de género.
El Verde Ecologista es campeón en las maniobras políticas, más tradicionales y nefastas de nuestro sistema. Tiene un gobernador que al mismo tiempo es senador y se pronuncia por una nueva República pero obliga a 40 autoridades electas, todas mujeres, a renunciar para favorecer a sus candidatos perdidosos, todos hombres.
¿Qué hacer con esta gelatinosa situación? ¿Cuál será la política de género en el próximo gobierno? Con quién, me pregunto, se planea, negocia, programa, discute, en serio. ¿Cuál el futuro de instituciones y políticas para el avance de las mujeres? Si tras declaraciones esperanzadoras, al final sólo importa cómo controlar a la Junta de Gobierno que decidirá a la presidencia del Instituto Nacional de las Mujeres.
¿Y que hacemos con las mujeres que no se organizan? Hemos presenciado en las últimas semanas manifestaciones totalmente desarticuladas. Cada pequeño o gran grupo, frente, observatorio, coordinación o presencia actúa sólo por su “agenda”, mientras en el país todos los días hay mujeres asesinadas, oprobiosamente violentadas en toda la República.
Cómo y dónde se discute el perfil de las personas que habrán de hacerse cargo de las instituciones de género construidas en los últimos 30 años: las agencias de delitos sexuales, la fiscalía nacional para los delitos contra las mujeres, las comisiones para atender y prevenir la violencia, los más de 300 enlaces de género en cada secretaría de Estado, en cada institución descentralizada y cada instancia autónoma; quién analiza los términos y el futuro de los sistemas nacionales de prevención de la violencia y otro de igualdad; quién decide en los estados y municipios donde ya han asumido el cargo nuevos y nuevas autoridades; qué pasa con el presupuesto de género; quién que no sea con superficiales declaraciones está pensando en conocer, reconocer y dar cause a esas instituciones.
Mientras en el nobel Congreso ya se habla de aumentar la edad de jubilación, hasta los 68 años, mientras la pelea fue por reducir la de las mujeres considerando su doble carga. Realmente qué proyecto de gobierno puede atajar el asesinato de 7 mujeres diarias; quién está enfrentando y cómo la violencia política contra las mujeres, expuestas a los arreglos como el del Verde Ecologista en Chiapas.
Qué será de las bases legales e institucionales que han ido dando forma a los derechos sexuales y reproductivos, negados por las alianzas partidarias, como sucedió apenas en Baja California Sur, donde no hay solución o la contradicción entre liberar y hacer autónomo al Instituto de las Mujeres en Morelos, y al tiempo dar la dirección a una responsable funcionaria y defenestrarla al día siguiente.
¿Cómo es que hemos llegado a este entuerto? Vivimos sin duda una gran inquietud. ¿Quién habla de las familias, con millones de mujeres, que tendrán que mudarse de ciudad? Porque el proyecto del nuevo gobierno busca descentralizar las secretarías de Estado. Qué pasará con las parejas que trabajan en una y otra, una que irá a Yucatán y otra a Nuevo León.
La distancia entre las elecciones y la toma de posesión, de varios meses, nos mantiene en una angustia permanente. Los ganadores, que no tienen claro en qué consiste la cuarta transformación, sin cargo definitivo, ya dan órdenes a los gobernadores constitucionalmente en funciones, por ejemplo.
Y los conflictos no cesan. Pero ¿quién actúa? Linchamientos en varios pueblos; asesinatos cotidianos, denuncias de desvíos de recursos, que para el presidente electo se solucionarán el primero de diciembre, con el sólo hecho de que él ocupe la silla presidencial. ¿Quién responde a las familias que buscan a sus familiares desaparecidas o desaparecidos? ¿Es cuestión de confianza?
Lo de los verdes es inaudito, pero los abrazan los morenistas; es como un momento de esquizofrenia colectiva, donde es más trascendente quitar las pensiones a los ex presidentes, crear un tren turístico de gran inversión, que dar una respuesta organizada a quienes viven en constante inseguridad.
En fin. Que el embrollo sólo produce inestabilidad mental a millones de mexicanos y mexicanas. No tenemos idea de lo que surgirá, con miles de miles nuevos políticos con mayoría, sin experiencia, que sería un asunto relativo, pero no tienen principios o ética partidaria ni organización.
Un día se habla de eliminar a la mafia del poder, y otro se habla de un país con estabilidad económica y al tercer día de un país en bancarrota.
En esta galimatías los más ambiciosos se acomodan, engañan, organizan a sus huestes, se preparan para tomar sus sillas. Como los Verdes, que no deberían tener registro de partido, sino ser juzgados por sus constantes violaciones al sistema político y electoral. Veremos.