AMLO perfecto intérprete de la cultura machista del cine mexicano

SARA LOVERA

La época de oro del cine mexicano, su éxito, su influencia en América Latina y su permanencia en la memoria colectiva, sólo se explica por la capacidad de quienes escribieron las historias, quienes con gran visión dirigieron cientos de películas que captaron, como lo explica Carlos Monsiváis en numerosos textos, el carácter y la cultura de las relaciones sociales y de género, en un país y una época de consolidación de las aspiraciones de la Revolución Mexicana.

Este cine, que todavía se retrasmite y es recordado, decía en toda América Latina, creó los arquetipos que explican cuestiones centrales como el machismo, la familia ideal como una zona de confort donde no obstante no hay democracia, el poder de los hombres, la madrastra  y  la subordinación de las mujeres. Los símbolos de la madre –tan buena y noble, aunque tenga hijos criminales-, la esposa “reina del hogar” y los hijos e hijas, sumergidos u obligados a la obediencia.

Se dirá que también tiene, este mensaje/cine, contradicciones y las hay en esa narrativa llena de símbolos, algunos muy potentes. Por ejemplo la madre/abuela poderosa y autoritaria –Sara García-, y a la madre/esposa sacrificada y humillada –Marga López-; en lo social, el mensaje es aspirar a una pujante clase media, con el estereotipo de la importancia de ser licenciado, hombre fuerte y sabelotodo –los hermanos Soler -, los hombres que deciden la vida de las mujeres, les pegan, pero las aman –Pedro Infante y Jorge Negrete-y la narrativa de “los olvidados”, ustedes los ricos y nosotros los pobres.

Este cine que enseñó, divulgó, se metió a nuestras conciencias y almas, proyectó claramente los dos extremos de la sociedad: un grupo boyante –por la estabilización económica- que accede a la educación y los bienes materiales de un país en pleno crecimiento y lo que serán las “taras sociales”, el submundo de la prostitución y el estereotipo de la “puta” buena, que mantiene a sus hijos e hijas o a sus padres. No deja de existir la bruja, la mala, la conquistadora y come hombres –María Félix-.  Se diría que ahí se asentó culturalmente el tema importantísimo de a quien corresponden los cuidados – la ama de casa- y cómo se organiza la familia y la sociedad. No obstante muchas películas “admiten transgresiones”, como – La Mujer del Puerto y Andrea Palma o Doña Bárbara con María Féliz- pero el mensaje principal es el de conservar las reglas de vida social de siglos pasados.

Ello puede explicar, en parte, cómo el lenguaje oral, el corporal y la gesticulación usada por el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, los desarrolla eficientemente  para hablar a los suyos. Con el pueblo controlado por los hombres. Yo digo que tiene que ver con esta cultura cinematográfica, consolidada después en la telenovela mexicana.

Creo que valdría realizar hoy un estudio antropológico/político para explicarnos  cómo esa cultura influye en la vida política, en estos tiempos.

El cine de la época de oro, también se ha caracterizado por una aspiración social. Y su narrativa es una profunda de enseñanza de cómo ser pobre, sobre todo, como un signo de dignidad y buenaventura, que sólo la explica la fatalidad.

Y  por supuesto se pueden mirar en las historias, de  malos, que hicieron la vida imposible a Gutierrítos, (Rafael Banquells 1959) incluida su feroz esposa, en un ambiente donde se aceptaba la corrupción y la burocracia despreciable. Personajes

Por cierto un ambiente que ahora, no ha dejado de interactuar en la actual administración. También el abuso de la debilidad, se pinta solo en ese nuestro cine. Por eso es siempre contundente y carroñero el Presidente, al mejor estilo de Wolf Ruvinskis, el polifacético actorluchador profesional, excelente personaje de confrontación.

Los resultados de la encuesta en hogares, hecha y presentada recientemente por la Universidad Iberoamericana, son estrujantes. Pero simbólicamente reafirman al discurso de AMLO. O sea 12 millones de nuevos pobres en la pos pandemia, 26 millones que conforman el 24 por ciento de los hogares con inseguridad alimentaria; 65 por ciento de hogares, uno de cada tres que perdió la mitad de sus ingresos en 3 meses, y los anuncios de que al final de la parálisis económica en México, habrá 92 millones viviendo en la pobreza, superando los que se contaban antes. El desempleo que ocurre desde abril, ha transcurrido la crisis, sin apoyos ni de los empresarios ni del gobierno. No será más que un anuncio de buenaventura inspirada en cristo. NO pasa nada, como diría Clavillazo en el cine mexicano.

En el cine mexicano, por un lado, los pobres se convirtieron en los protagonistas. Lo son acertadamente en el proyecto de la 4T. El éxito de la comedia ranchera, dicen los especialistas “se había agotado” y al final de la II Guerra Mundial el cine mexicano, – los 50- para competir en el mercado internacional, creó el melodrama. Tal como lo plantea Julia Tuñón, cuando dice que el cine no retrata, manipula a los y las pobres. Y eso fue lo que precisamente hizo el cine de esta época; no retratar la pobreza sino manipular la imagen de los pobres convirtiéndola – a la pobreza- en un estereotipo homogeneizador y folclorizante.

Las y los especialistas aseguran que junto a la calificación del presidente y su gobierno, un indicador fundamental es el que se llama índice de confianza del consumidor. Y será la opinión sobre el dinero y los recursos de cada hombre o mujer en México, lo que puede determinar el grado de aceptación de un gobierno y los votos en las elecciones de 2021. No es un asunto menor. AMLO, aunque nos cause mucha rabia, cuando habla o descalifica la violencia contra las mujeres, se está comunicando con quienes sostienen el discurso, los que han obstaculizado lo que eufemísticamente se llama “avance de las mujeres”, los ejecutores y propiciadores de la violencia contra las mujeres, los resistentes a la igualdad y a la paridad total, los revolucionarios, los republicanos, los hombres liberales, creadores del estereotipo de la Reyna del Hogar, los  amigos de cantina que en la sombra se toman un tequila con Jorge Negrete, con Luis Aguilar o con Eduardo Yáñez el inefable heredero de la tradición, compañero y amor de La Gaviota.

AMLO se asocia a la narrativa de una telenovela, donde una mujer violada, finalmente se enamora de su violador –por tanto 90 por ciento de las llamadas de auxilio son una broma- un melodrama histórico, de los más exitosos del género de época. Se desarrolla en un pequeño pueblo, donde hay una inmensa finca, en la época de la República, se llamó: ‘Amor real’.  Fernando Colunga como Manuel Fuentes Guerra, abandonado por su padre que se crio en la sacristía y luego heredo y pudo “comparar” a Adela Noriega, como Matilde Peñalver, de familia aristocrática, pero sin dinero. En la novela hay una clara violación sexual, de quien se casó con el gran señor, lo que, sin embargo, termina en “un amor puro, sensato, honesto y real”, si, en una familia feliz. Con un hijo varón.

De la época de oro, hay que decir más. Fue en esa época, donde apenas empezaba a surgir la televisión, donde el cine mexicano ve a la pobreza como el más grande de los heroísmos, es decir, los que sufren en la tierra serán recompensados en los cielos. Es también, la verdad, una tradición cristiana, tan arraigada, como el catecismo de la post revolución mexicana. Los pobres serán siempre los bienaventurados, los afortunados, los elegidos de Señor.

Ahí es donde, con una maestría sinigual, es donde actúa el presidente Andrés Manuel López Obrador. Un breve análisis de sus palabras, nos lo pintan. El tema, más allá del cine, de uno de sus exponentes más idealistas y simpáticos, como Mario Moreno Cantinflas –el señor Doctor-, o los hermanos Soler y un cúmulo de mensajes sobre el papel del padre bueno, pero duro y matón; o los melodramas como Los Hijos Se Van, o sobre la importancia de la familia como el lugar de resguardo, es fundamental.

Con eso me explico al presidente de la república. Cantinflas es el maestro de la transgresión a las instituciones. Como AMLO. Y la memoria colectiva entiende, los lances idiomáticos, “me canso ganso”, o el de López Portillo “no nos volverán a saquear” y por supuesto la manipulación de los pobres, en un proyecto sustentado en “primero los pobres”, que revive el mensaje de Pedro Infante, clarísimo, “pobres pero felices”, adorándonos en medios de los 25 metros cuadrados de vivienda, donde Chachita es su hermanita que lo adora.

Esa es la visión. Pero la realidad podría subvertir el proyecto de la 4T. Además de vivir otros tiempos, el terremoto de los cambios tecnológicos en la comunicación, la pandemia que ha tocado al mundo y el agotamiento, sin duda, del modelo económico que AMLO llama “neoliberalismo” y Marx definió como la etapa superior del capitalismo. Los abusos de la acumulación, por supuesto, y el ensanchamiento de las diferencias. Aun que AMLO abusa del enfrentamiento –los pleitos de cantina en el cine mexicano-, sabe que hay en esas diferencias mucha tela de donde cortar, luego, también como un pasaje de la biblia, el enfrentamiento se diluye, en nombre de dios.

Se odia fácilmente. Y es de machos mexicanos, entrarle a todo. Eso dice el presidente, “yo le entro, no evado, nada”. Y lo que diga mi dedito, mostrando el anular, ese de los directores de escuelas primarias de hace 70 años.

Pero llegó la realidad. Tres datos simples, la 4T se enfrentó, muy pronto, a la resistencia de un puñado de empresarios, enriquecidos y que se conocen como un poder fáctico: absolutamente cierto, señor presidente. Es más, empresarios mezquinos. Recuerdo que Rosa Albina Garabito, decía hace 30 años que era insoportable que no aumentara el salario mínimo.

AMLO como obstáculo a su proyecto, él del sur, seguro apasionado del cine mexicano, donde las mujeres se callan y atienen a sus hijitos y padres enfermos, no vio que este país tenía y hacía un enorme esfuerzo, con sus mejores gentes, por modernizar el aparato presidencial autoritario, por ello fuero esas personas las que crearon las instituciones autónomas, que acotarían una presidencia imperial, como le llama el señor Krause, y tiene razón. Bueno ese obstáculo, de acotar el poder presidencial, no le gustó a AMLO y dificulta su trabajo y su proyecto.

El tercer gran obstáculo es que la falta de dinero, así, inmediato, no lo dejaría disponer de la riqueza pública. Tiene tantos problemas, que tomará 25 míseros millones de pesos, de las Casas de la Mujer Indígena CAMI y de los salarios de los fideicomisos que irá desapareciendo.

El señuelo es perfecto. Hay que entender que AMLO encontró el discurso perfecto. Si dijo un día “al diablo con sus instituciones” y lo está cumpliendo. No sabe que las feministas, de las que no quiere ni ver ni oír, dijimos eso, al diablo con las instituciones patriarcales, un día, y en eso estamos: familia, iglesia, maternidad, heterosexualidad, amor romántico y rechazo a la apropiación de nuestro cuerpo.

En fin. A dos años de haber tomado las riendas –se lo permitió Peña Nieto antes de asumir- el balance es al menos raquítico. Los reclamos vendrán después, no es posible que haya convertido a la política de género en una entelequia; que esté convencido que las abuelitas deben cuidar a las niñas y los niños; que no tiene importancia tener el primer lugar en embarazo de adolescentes; que existen los crímenes de odio contra la comunidad LGTB y a las mujeres las matan, sólo por ser mujeres, por negarse a tomar el papel de Adela Noriega o el de Marga López, porque en nuestro imaginario no hay mejor papel que el de María Félix quien en vida dijo una vez que la maternidad era una tragedia, por donde quiera que se la vea. Y el amor un cautiverio. Veremos.