La Casa de los Perros | Vacaciones rotas: la resaca interminable de Zacatecas

CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ

En Zacatecas, tierra de mineral y memoria, los números de la actividad turística caen como piedras en el abismo.

El reporte de ocupación vacacional al 26 de abril de 2025 no deja lugar a interpretaciones amables: la Semana Santa cerró con una ocupación hotelera de apenas 46.2%; la Semana de Pascua, aún peor, con un raquítico 36%. El promedio general: 41.1%. Un espejismo de lo que alguna vez fue.

Antes de la pandemia —ese sismo que aún resuena en los corredores vacíos de los hoteles— Zacatecas alcanzaba un orgulloso 79.2% en 2019. Hoy, a pesar de los discursos rimbombantes, las cifras no mienten: seguimos atrapados en el lodo de la parálisis.

El 2020 puede excusarse: la peste obligó al encierro (2.1% de ocupación, un derrumbe absoluto). Pero ¿y después? La herida no ha cicatrizado.

En 2021, el porcentaje apenas arañó el 36.1%. En 2022 y 2023, hubo un titubeante intento de levantarse, pero fue eso, apenas un titubeo.

Y en 2025, bajo el llamado de la nueva gobernanza que encabeza el inquilino de La Casa de los Perros desde septiembre de 2021, el turismo continúa en ruinas.

Hay un dicho viejo: «Quien mucho abarca, poco aprieta.» Y en Zacatecas, el gobernador David Monreal Ávila quiso abarcarlo todo: seguridad, campo, desarrollo económico, cultura. El resultado ha sido la dispersión y el caos. Nada avanza, nada mejora.

La inseguridad sigue siendo una sombra temible, espantando visitantes. Las carreteras, desoladas; los eventos culturales, reducidos a caricaturas de lo que fueron. La promoción turística, un grito apagado en la tempestad.

El posicionamiento de la Asociación Mexicana de Hoteles y Moteles del Estado de Zacatecas sobre el desastre no es un reclamo airado; es una súplica digna: rediseñar estrategias, atraer congresos, líneas aéreas, reforzar la seguridad. Pero a estas alturas, esas palabras suenan como rezos en un templo vacío.

El turismo no se improvisa. No basta con slogans, con ferias itinerantes o con spots de televisión que venden una postal ficticia.

La industria turística vive del prestigio ganado a pulso, de la confianza, del rumor favorable entre quienes cruzan fronteras y océanos para buscar historia, arte, gastronomía, música viva en las calles. Todo eso que Zacatecas ofrecía y que, hoy, son apenas susurros.

No hay peor ciego que el que no quiere ver, reza el refranero. Las cifras de 2025 no son un accidente, son la consecuencia de la desidia, de la falta de visión estratégica y de una gestión pública que, en vez de construir, ha administrado ruinas.

El turismo, ese delicado hilo de plata que sostenía buena parte de la economía zacatecana, se deshilacha entre las manos de un gobierno incapaz de enfrentar la emergencia.

Mientras tanto, los hoteleros, restauranteros, guías de turistas y artesanos luchan contra la marea, solos, resistiendo el embate de una administración que no ha entendido que, sin turismo, Zacatecas se condena a la lenta agonía del olvido.

Hoy, más que nunca, recordamos que de promesas no se llena el puchero. Hace falta acción real, liderazgo efectivo y una estrategia integral que rescate del naufragio a la actividad turística. Porque si no, no habrá Semana Santa, Pascua ni verano que reviva un corazón que se ha dejado morir.

Pero el naufragio no termina en los hoteles. El golpe alcanza también a los restaurantes, cantinas y cafeterías que sostienen la vida cotidiana de esta ciudad herida.

La Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac) reporta que, durante los últimos cuatro años, los establecimientos zacatecanos han sufrido caídas brutales en sus ventas: 19.6% en 2021, 21.6% en 2022, 24% en 2023 y 20% en 2024. Una sangría que ha dejado al sector en la cuerda floja, al borde de la quiebra silenciosa.

El promedio de pérdidas acumuladas, del 21.3%, retrata la otra cara del desastre: un sector restaurantero que no logra levantar cabeza, un tejido social que se deshilacha en los callejones del abandono.

Y todo, mientras el gobierno estatal parece conformarse con mirar hacia otro lado, dejando que los fogones se apaguen y que las mesas permanezcan vacías, como metáforas amargas de un Zacatecas que olvida a quienes alguna vez le dieron sabor, vida y esperanza.

Pero, aún hay más. La vida nocturna, ese otro corazón que también latía en las calles de Zacatecas, se ha ido apagando en medio de la desesperanza.

La Asociación de Bares y Antros de Fresnillo AC reporta una reducción superior al 30% en las ventas durante la reciente temporada vacacional respecto al mismo periodo de 2024, marcando este 2025 como el peor año económico desde 2021 para el sector.

La oferta de esparcimiento social —bares, discotecas, cervecerías— que alguna vez representó un orgullo turístico y una importante fuente de empleos, hoy enfrenta una vulnerabilidad sin precedentes.

La falta de promoción, el estado deplorable de las carreteras, la crisis de conectividad aérea, los paros laborales y la escasez de agua han terminado por asfixiar una industria que sobrevive apenas de recuerdos.

Frente a este panorama desolador, los empresarios organizados lanzan un último llamado: que se abran mesas de trabajo, que las autoridades escuchen, que se trace un verdadero rescate para la vocación turística de Zacatecas. Porque si no se actúa ya, lo único que quedará será el eco sordo de una ciudad que supo ser destino y que, por negligencia y soberbia, terminó convertida en un sepulcro de piedra y silencio.

Tristemente mientras Zacatecas se desangra, su vecino Coahuila muestra cifras que son, en sí mismas, un bofetón a la inercia zacatecana.

La ocupación hotelera durante la Semana Santa y la Semana de Pascua alcanzó un 87%, con algunos municipios reportando lleno total. Ahí, donde se apostó por la promoción, la infraestructura y la seguridad, el turismo florece como un campo después de la lluvia.

Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar, dice la sabiduría popular.

Mientras Coahuila recoge los frutos de una gestión estratégica y enfocada, Zacatecas sigue perdiendo el tiempo en excusas y promesas huecas.

Y como si el golpe no fuera suficiente, en San Luis Potosí, otro vecino diligente, los números cuentan una historia distinta.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), las empresas dedicadas a los servicios de alojamiento temporal y de preparación de alimentos y bebidas crecieron en 8.7 puntos porcentuales, cifras correspondientes a febrero de 2025.

Más aún, en ese mismo lapso, la plantilla laboral de las empresas de hospedaje creció un 6%, aunque, paradójicamente, el personal ocupado en el sector de la información disminuyó en 1.8%.

El dinamismo económico de San Luis Potosí —constante y sostenido— lo ubica hoy entre las entidades con mayor crecimiento del país, dejando en evidencia, una vez más, que donde hay visión y estrategia, las cosas son diferentes. Y donde reina la improvisación, sólo brotan ruinas.

El reloj no se detiene, y con cada temporada perdida, la esperanza también empaca maletas.

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