La Casa de los Perros | Monreal y Puente: lealtad a Andy, desaire a Claudia
CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ
La política, como la vida misma, tiene instantes que definen más que cualquier discurso.
En el Zócalo de la Ciudad de México, bajo el calor de las multitudes que acudieron al llamado del Arancel-Fest, Claudia Sheinbaum Pardo avanzaba firme hacia el templete. Sin embargo, la atención no estaba en ella.
Adán Augusto López, Manuel Velasco, Luisa María Alcalde, y los zacatecanos Ricardo Monreal y Carlos Puente Salas —todos, piezas clave de Morena y el PVEM— tenían otros intereses: la selfie perfecta con Andrés Manuel López Beltrán.
El hijo del expresidente López Obrador acaparó las miradas y los flashes, mientras la mandataria, con su investidura presidencial a cuestas, quedaba relegada a un segundo plano.
El desaire no fue casual ni inocente.
La imagen —porque la política también es estética— habló más fuerte que cualquier consigna: las lealtades parecen estar más cerca del círculo familiar del líder moral de la Cuarta Transformación que de la presidenta de la República.
¿Una distracción efervescente o un mensaje velado?
Las tensiones entre Sheinbaum, López Hernández y Monreal no son novedad.
La competencia interna por la candidatura presidencial dejó cicatrices que, lejos de cerrarse, sangran cada vez que las cámaras capturan un gesto mal calculado.
Este episodio en el Zócalo fue otro capítulo en esa historia no escrita, donde cada acto cuenta más que las palabras.
La reacción no se hizo esperar. Las disculpas llegaron una tras otra, como fichas de dominó: primero Manuel Velasco, luego Adán Augusto, Luisa María Alcalde y, después, Ricardo Monreal y Carlos Puente.
Todos apelaron a la «emoción del momento» como coartada. Un argumento débil ante un desliz que muchos leyeron como un desdén.
Pero hay algo más profundo. La sombra de la reciente reforma contra el nepotismo y la no reelección sobrevuela este desencuentro.
Claudia Sheinbaum insistió en que estas medidas entraran en vigor para 2027, mientras que, en una jugada que huele a pacto entre cúpulas, el Senado —con el aval de Morena y sus aliados— empujó la fecha hasta 2030.
Dicen las malas lenguas que fue para allanar el camino a figuras como Ruth González Silva, esposa del gobernador de San Luis Potosí, Ricardo Gallardo Cardona; Félix Salgado Macedonio, padre de la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado Pineda y, claro está, Saúl Monreal Ávila, hermano del actual inquilino de La Casa de los Perros.
El hecho de que Andrés Manuel López Beltrán, quien ostenta el estratégico cargo de secretario de Organización de Morena, fuera el centro de la fotografía deja una pregunta flotando: ¿quién tiene realmente el poder simbólico dentro del movimiento? La presidenta Sheinbaum, con su investidura oficial, o el hijo del hombre que sigue siendo, para muchos, el verdadero jefe político.
El yerro en el Zócalo deja una lección: en política, las formas son fondo. Mientras los líderes posaban para la selfie perfecta, la presidenta caminaba sola. Y en ese instante congelado por las cámaras, quedó claro que la unidad en la 4T es, por ahora, más un discurso que una realidad.
Porque como dice el viejo refrán: cuando el río suena, agua lleva.
El infierno en Teuchitlán: la pista que lleva a Zacatecas
El hallazgo de tres crematorios clandestinos en un rancho de Teuchitlán, Jalisco, operado por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), ha abierto una herida que nunca dejó de sangrar. Entre cenizas y escombros calcinados, emergen no sólo restos humanos, sino también las pistas de un horror que podría extenderse hasta Zacatecas.
En ese campo de adiestramiento del terror, las autoridades jaliscienses encontraron 400 pares de zapatos, maletas, ropa, carteras, y una desgarradora lista de objetos personales que, con brutal elocuencia, hablan de al menos 200 víctimas.
Y aunque las cifras son frías, cada prenda abandonada cuenta una historia abruptamente interrumpida, cada par de zapatos vacíos camina sólo hacia la memoria de quienes esperan respuestas.
La Fiscalía General de Justicia del Estado de Zacatecas (FGJEZ) ha confirmado lo que muchos temían: hay una colaboración activa con las autoridades de Jalisco para identificar si entre esos objetos y restos humanos están las huellas de zacatecanos desaparecidos. La posibilidad, lejos de ser remota, golpea con fuerza a un estado ya lacerado por la violencia y la impunidad.
El rancho Izaguirre, ubicado en La Estanzuela, era más que un simple escondite criminal. Era un centro de adiestramiento donde hombres y mujeres, muchos de ellos reclutados a la fuerza, eran sometidos a prácticas de tiro, entrenados para servir a la maquinaria del crimen.
Entre las pertenencias halladas, no solo había ropa y calzado, sino cargadores de armas, una biblia con fotos de un menor, una carta de despedida, e incluso un altar a la Santa Muerte. Señales claras de vidas rotas y fe desesperada.
Pero más allá de la macabra escena, lo que retumba es la constante estrategia de reclutamiento forzado.
El CJNG, como otros grupos criminales, sigue alimentándose de la pobreza y el abandono, cazando a jóvenes de entre 20 y 25 años, prometiéndoles un futuro que sólo termina en una fosa o en las filas de un ejército ilegal.
El silencio oficial, por parte de la Fiscalía de Jalisco, agrava el desasosiego. Fue el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco quien, una vez más, hizo el trabajo que las instituciones deberían liderar: descubrir la verdad, aunque duela.
Zacatecas no puede quedarse cruzado de brazos. Las familias de los desaparecidos exigen que cada prenda, cada objeto hallado, sea mostrado, registrado y comparado. La colaboración entre estados debe ser más que un comunicado; tiene que traducirse en acciones contundentes. Porque aquí, el tiempo no cura, solo profundiza la herida.
Teuchitlán ha abierto una puerta al horror, y Zacatecas debe cruzarla con firmeza. No por morbo, sino por memoria. Porque mientras los zapatos sigan vacíos, las ausencias seguirán gritando.
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