La Casa de los Perros | Zacatecas: La Guerra Adelantada
CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ
La política, con su telaraña de alianzas y traiciones, ha vuelto a colocar a Zacatecas en el ojo del huracán. El reciente destape de Carlos Puente Salas, coordinador del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) en la Cámara de Diputados, como aspirante a la gubernatura en 2027, adelanta aún más los tiempos y evidencia el frágil equilibrio dentro de la coalición Morena-PT-Verde.
El anuncio de Puente Salas no es un acto aislado, sino una jugada meticulosamente calculada. Hay que entender que el Partido Verde no da un paso sin medir las consecuencias y sin asegurarse una tajada del pastel político.
Hoy resulta interesante la retórica del Verde, particularmente en voz del vicecoordinador Raúl Bolaños, quien ha dejado claro que su partido ya no está dispuesto a jugar siempre como el hermano menor de Morena.
“Tenemos un precandidato fuerte con Carlos Puente, ¿para qué estaríamos pensando en Saúl Monreal?”, lanzó Bolaños, con la misma seguridad de quien sabe que en política los acuerdos se cocinan a fuego lento, pero con las manos firmes en el fogón.
El Verde, siempre hábil en negociar cuotas de poder, parece estar preparando el terreno para exigir Zacatecas como parte de su botín político, tal como lo hicieron en San Luis Potosí, donde el gobernador Ricardo Gallardo Cardona ya mueve las piezas para posicionar a su esposa, Ruth González Silva, como sucesora. El mensaje es claro: el Verde ya no sólo quiere ser el aliado leal, quiere gobernar.
El escenario zacatecano se complica aún más con el deteriorado liderazgo del inquilino de La casa de los Perros, el peor calificado entre los gobernadores del país. Su incapacidad para frenar la violencia, la corrupción y la desesperanza ha acelerado el proceso de sucesión. En este contexto, el anuncio de Carlos Puente, más que un acto de valentía es una demostración de fuerza y una declaración de guerra.
El problema para Carlos Puente, sin embargo, radica en su propia historia política. Aunque ha sido senador y diputado federal, siempre por la vía plurinominal, jamás ha medido su fuerza en una elección directa. ¿Cómo pretende convencer a los zacatecanos de que él es la mejor opción cuando nunca ha enfrentado las urnas?
Es fácil proclamarse listo para gobernar desde la comodidad de un curul asegurado por las listas partidistas, pero otra cosa es caminar las calles, escuchar la voz del pueblo y ganarse cada voto.
Zacatecas se encuentra ahora en una encrucijada. La lucha por el poder ha comenzado mucho antes de lo previsto, y las alianzas que ayer parecían inquebrantables hoy muestran fisuras profundas.
El Verde quiere más que una silla en la mesa: quiere el banquete completo.
Morena, por su parte, deberá decidir si cede terreno a sus aliados o si mantiene el control en una tierra donde el apellido Monreal pesa más que cualquier discurso de unidad.
En política, como en el ajedrez, cada movimiento cuenta. Y el tablero zacatecano está lejos de ofrecer un jaque mate definitivo. Por ahora, sólo queda claro que la batalla por Zacatecas ha comenzado, y el desenlace será tan impredecible como despiadado.
El hedor de la corrupción: una herida abierta
La corrupción, como una gangrena que carcome las entrañas del poder, ha vuelto a mostrar su rostro más sombrío.
El reciente arresto de cuatro servidores públicos —tres elementos de la Policía de Investigación y un agente de seguridad vial— por los delitos de extorsión, cohecho y asociación delictuosa, no es sino la confirmación de un mal endémico que ha encontrado en las instituciones su más fértil terreno.
La Fiscalía Especializada en Asuntos Internos, tras una denuncia ciudadana, abrió una carpeta de investigación el pasado 26 de febrero. Las diligencias coordinadas con la Fiscalía Especializada de Alto Impacto aportaron pruebas suficientes para obtener las órdenes de aprehensión ejecutadas el 3 de marzo.
Rogelio “N”, Iván “N”, Pedro “N” y Francisco “N” fueron detenidos y puestos a disposición del tribunal, que les impuso prisión preventiva mientras se resuelve su situación jurídica.
Sin embargo, más allá de los nombres y las fechas, el caso destapa una realidad más profunda: ¿cuántos más se ocultan tras el uniforme, manchando con sus actos la confianza pública?
La corrupción no es un hecho aislado ni un accidente fortuito; es una estructura bien aceitada, donde cada engranaje —por pequeño que parezca— forma parte de un mecanismo mayor.
Lo más alarmante es que los crímenes no fueron descubiertos gracias a una auditoría interna o a la vigilancia institucional, sino a la valentía de un ciudadano que denunció. Esto desnuda la fragilidad de los controles internos y la complicidad silenciosa que permite que estas redes operen impunemente hasta que, por azar o hartazgo, alguien rompe el pacto de silencio.
La confianza en las fuerzas de seguridad pende de un hilo. Cada escándalo, cada acto de corrupción, suma un ladrillo más al muro de desconfianza entre la ciudadanía y sus supuestos protectores. Y mientras las instituciones se esfuerzan por mostrar resultados con detenciones mediáticas, el verdadero reto sigue latente: desmontar la maquinaria de la corrupción desde sus cimientos.
Es tiempo de acciones contundentes, de limpiar las cloacas del poder con más que discursos y promesas huecas. Porque cuando la corrupción se arraiga en quienes deben impartir justicia, el mensaje es claro: la ley deja de ser un escudo para convertirse en un arma.
La herida está abierta. Ahora toca ver si las autoridades tendrán el valor de cauterizarla o si, como tantas veces, se limitarán a cubrirla con un vendaje sucio.
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