3 años de gobierno, 3 años de indiferencia
SARA LOVERA
La violencia contra las mujeres en México atenta contra la sociedad, el estado de derecho y la democracia, no hay duda. Lo dijo con toda claridad la responsable del Comité Interinstitucional de igualdad de género del poder judicial de la Federación, Yazmín Esquivel Mossa y una docena de “eventos” del gobierno hicieron esta semana danzar cifras, mea-culpas y discursos.
Lo que sí hizo Esquivel Mossa, el 25 de noviembre, Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra niñas y mujeres, frente a toda la magistratura nacional, aportó datos contundentes: entre enero y agosto de este año 3 mil 125 mujeres fueron víctimas de feminicidio y homicidios dolosos. Sin discriminar el tipo penal.
Y sostenida en datos oficiales, verificados, de las agencias de seguridad pública y de Gobernación, afirmó que en el mundo 2 de cada tres mujeres han experimentado violencia, pero en México, grave es que 2 de cada 3 mexicanas viven violaciones, acoso, hostigamiento, discriminación, maltrato.
Y subrayó: crece el delito de violación sexual, 17 mil 784 denuncias en 2021, mientras que un año atrás fueron 13 mil 867. Un aumento evidente. Pero lo que enfatizó, en tono realmente indignado es que se han recibido un millón de llamadas de emergencia por acoso sexual, violaciones, acoso de pareja, violencia física, violación en casa, esto es 33 llamadas cada hora.
Les dijo a sus colegas, a jueces de toda la República que ello sucede a pesar de contar, al menos con 20 instrumentos internacionales que obligan al gobierno a monitorear, evaluar, rendir cuentas, informar, hacer informes, recomendaciones, relatorías, observaciones, pero nada es suficiente. No lo dijo así, pero insinuó que hay resistencias e incongruencias sistemáticas.
Nada es tomado en cuenta. Tiene razón, a pesar de la ley y los protocolos, medidas de protección, 25 declaratorias de Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres, es decir, un marco jurídico robusto, las supuestas acciones no detienen el ominoso fenómeno, al contrario, la violencia contra las mujeres se ha exacerbado en el país, en todas partes, en todos los rincones donde se desarrollan las niñas y las mujeres.
Dijo que hay desprecio e indiferencia, social e institucional, incapacidad y la meta –como dicen las leyes y los documentos – lograr que cada mexicana viva libre de violencia, se ve lejana, inasible, imposible.
Habló de diagnósticos, mapas, datos, evidencias, y nada sucede. No lo planteó, pero todo su discurso apuntó, en menos de 12 minutos, en que son urgentes medidas múltiples que realmente velen por los derechos humanos de las mujeres. Ella entre otras muchas funcionarias estos días.
Qué no dijo. No dijo nada de la corrupción, ni de las marañas de intereses y tráfico de influencias; no dijo lo mal que están entrenados los operadores de ese robusto andamiaje jurídico; no dijo que no hay voluntad política, no sabía que rendir un informe de 3 años de gobierno iba a estar exento de cualquier información sobre la política de género. Así fue, Andrés Manuel López Obrador que habló de miles de millones de pesos, de carreteras, de economía, de corrupción, no habló de la violencia generalizada –todo tipo de delitos e inseguridades- y nada sobre las mujeres. Es que no tiene nada que decir, porque durante estos 3 años ha desmantelado toda la política de género, porque despareció instituciones, programas de cáncer de mama a formación de funcionarios y funcionarias; no podía decir nada porque cada tercer día a las afueras de su residencia –Palacio Nacional- se presentan las madres de víctimas de feminicidio, las madres de las y los desaparecidos, buscadoras incansables. No podía decir nada de lo que no ha hecho nada.
A los datos, la responsable de igualdad del Poder Judicial, sumó algunos contenidos, que no se oyen ni importan. Advirtió que no puede hablarse de democracia cuando la mitad de la población está en desigualdad y esa desigualdad tiene consecuencias. Habló de la omisión del Estado y sus gobiernos, instituciones y agencias, no da plena tutela a los derechos humanos, habló de cómo el trato a las mujeres en México es una amenaza para la sociedad, sobre lo que tendrían que reflexionar los juzgadores, esos que no dan sentencias, los que oscurecen los procesos, los que no vigilan el debido proceso.
Sí dijo que lo que sucede, el panorama que se muestra -con los datos y las demandas- causa indignación. Su indignación. Propuso entonces una cruzada para prevenir la violencia contra las mujeres; una reeducación a hombres y mujeres, una salida para que se garantice el acceso a la justicia y al mismo tiempo suceda una revolución cultural, esa sí de conciencias, no como esa, la del presidente de la República que llama al odio entre mexicanos y mexicanas.
La grave situación, apuntada, dicha, con un discurso emocionado de la magistrada, no parece formar parte de ninguna política, de ninguna de todas las presumidas como de transformación. No dijo que las complicidades de todas las mujeres del gabinete, que callan y se agachan.
La lección en estos días es que, los nudos fundamentales en la sociedad mexicana, no se atienden, sólo se buscan reconocimientos, votos, y la aceptación de que vivimos en una sociedad y con gobiernos machistas, profundamente ausentes de la realidad. Cómplices de la impunidad y copartícipes de la estulticia. Eso sí, nos toca a nosotras decirlo, no callarlos y seguir bregando a contracorriente. Veremos.