El precio de la vida
LUCÍA LAGUNES HUERTA
Hoy, quiero iniciar mi colaboración preguntando si creen que la vida de las personas tiene precio, y si creen que es así, ¿cuál sería este?
Pero antes de responder, quisiera que pensemos en la vida en su integralidad, no al hecho de respirar y tener un funcionamiento orgánico- biológico, sino a vivir la vida, de manera libre, autónoma, para desarrollar proyectos propios, estudiar, divertirnos e incluso tener sueños.
¿Habrá un precio para ello? y si así es, quién lo pone: quién compra o quién vende. Y ponerle precio a la vida de las personas ¿qué genera en nuestra humanidad?
Todas estas preguntas me surgen tras leer los datos con los que cuenta el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad, sobre el terrible delito de trata de personas en nuestro país, el cual, en los primeros 8 meses de este 2021, creció en 21 por ciento.
El dato que prácticamente pasó de noche para todos, nos revela que la vida de las personas efectivamente tiene precio y suelen ponerlo quienes lucran con la vida principalmente de mujeres, niñas y niños.
Qué más se sabe a partir de estos datos: que las mujeres y niñas siguen siendo destinadas por los tratantes a la explotación sexual que incluye la prostitución, la pornografía, a vientres de alquiler, los matrimonios forzados, la venta de bebés, entre los principales delitos, mientras los niños son tratados para explotación laboral y mendicidad forzada. Y que quienes lo hacen en México, y en el mundo, viven cómodamente, porque hay un mercado que consume, que cada día consume más con enorme naturalidad, y hay que romper con ello, no es natural comprar a seres humanos.
En ocho meses las autoridades mexicanas registraron 525 víctimas, principalmente mujeres y niñas. El delito es uno de los más viejos del mundo que se ha camuflajeado a lo largo de los años de cientos de maneras y que ha dado fortunas a muchos tratantes, hasta el día de hoy, lo sigue haciendo ¿Cuántos de ellos estarán en los pandoras papers?
Un delito que ocurre a la luz del día y que cuenta con un subregistro de prácticamente 90 por ciento, según estimaciones de las expertas, es decir, que las víctimas son muchas más, pero están ocultas en el anonimato de la impunidad.
Impunidad que debería haberse erradicado si se cumpliera cabalmente con la Ley general para Prevenir, Sancionar y Erradicar los delitos en materia de trata de personas y para la protección y asistencia a las víctimas de estos delitos, que cumple una década de existencia.
Cuántas de estas víctimas han terminado en las zonas de exterminio, como se les ha llamado a estos espacios donde se encuentran los cadáveres de cientos de humanas, cuántas de estas mujeres y niñas que han sido forzadas, engañadas, manipuladas para supuestamente brindar un servicio sexual, que al nombrarlo así oculta precisamente la compra, el acto de cosificar a una humana para colocarla en el mercado. ¿Cuántas? no lo sabemos.
Lo que sí nos dicen los datos del Sistema Nacional de Seguridad es que en comparación con el 2020 este año podría romper el récord en el delito de alto impacto.
Otro de los datos que debe llamar poderosamente la atención es que 12 entidades concentran 90 por ciento del delito, la lista la encabeza el Estado de México, entidad que cuenta con dos alertas por violencia de género, la segunda por desaparición de mujeres, niñas y adolescentes. Un delito que alimenta precisamente a la trata de personas y al feminicidio, pues van ligados.
Y en este mundo digital, son precisamente las redes sociales a donde han migrado los tratantes, las mismas que se cayeron hace unos días y que pusieron en jaque el negocio de Mark Zuckerberg, quien pidió al congreso de Estados Unidos regularlas cuando él mismo no ha hecho lo suficiente para que su creación deje de ser usada para captar a adolescentes y niñas para la trata de personas.
Este delito de trata crece sobre las vidas de las mujeres, niñas y niños que se convierten en objetos desechables.
Entonces, qué creen ¿la vida de mujeres, niñas y niños tiene precio?