Los demonios del poder

LUCÍA LAGUNES HUERTA

Finalmente después de 14 años de impunidad, Mario Marín no sólo es detenido, sino que ya cuenta con auto de formal prisión por la tortura a la que sometió a la periodista Lydia Cacho en 2005, después de que ella publicara su libro “Los demonios del Edén”. Con ello la justicia a cachitos sigue su camino.

Mario Marín, Jean Succar Kuri, Kamel Nacif ( prófugo), así como los políticos que son nombrados en la red de trata descubierta por la investigación de Lydia Cacho y los cuales siguen intocados, se sirvieron del poder que tenían para encubrirse y encubrir a sus cómplices.

Los demonios del poder hicieron todo para dañar y amagar no sólo a una periodista, sino a las víctimas y a toda aquella persona que se atreviera a hacer cumplir la ley. Quienes se pusieron del lado de la verdad, fueron castigadas de distintas formas.

Para lograr la impunidad que les ha cobijado durante años se urdió el poder político y económico, se instrumentalizó a las instituciones e incluso a las leyes para dañar y mantenerse intocables.

A las políticas locales que en su momento buscaron el respeto a los Derechos Humanos de Lydia Cacho, por ser lo correcto, se les castigó con el congelamiento político, se les estigmatizó convirtiéndolas en las apestadas del partido tricolor y de la política poblana, por haber “traicionado” la lealtad al político, aunque el político fuera un delincuente.

Pero los demonios no sólo se valieron de las instituciones de justicia y policiales para rodearse de impunidad, también el debate público en la entidad fue secuestrado durante el gobierno del “gober precioso”.

La investigación que realizó CIMAC y SICLA desde la detención de Lydia Cacho el 16 de diciembre de 2005 hasta diciembre de 2007 sobre el tratamiento mediático del caso, dan fe de este secuestro de la libertad de expresión.

El observatorio realizado a lo largo de dos años muestra el cambio del discurso de los medios informativos poblanos, donde se pasa de víctima a victimaria y donde la voz del gobernador Mario Marín acaparó las versiones periodísticas. Por cada nota donde se daba la versión a la periodista ocho más replicaron la versión del gobernador. Además de los empresarios y políticos locales que se sumaron al coro del gobernador local.

Se quiera reconocer o no, la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en 2007 avaló la violación de los Derechos Humanos de Lydia Cacho, aún cuando se reconoce que un traslado terrestre de 20 horas es una tortura, se soslayó el poder de los agresores, un gobernador, políticos encumbrados y empresarios ligados a la delincuencia eran y son a quienes se les enfrentaba. Por ello pudieron hacer lo que hicieron y crearon “héroes” donde había tiranos.

Pese a todos los escándalos que provocó el conocerse las llamadas de colusión entre el empresario y el “gober precioso” para detenerla y preparar la violación de Lydia Cacho, Marín con 10 meses de gobierno en 2005 concluyó su mandato como si nada en 2011.

Incluso se mantuvo como actor político unos años más. Tan es así que estuvo presente en la precampaña de Enrique Peña Nieto en 2012 cuando éste visitó Puebla. Incluso en 2015 el Comité Estatal del PRI, reconoció a Marín por su liderazgo político.

Todos los políticos que lo mantuvieron vigente, pese a sus corruptelas y abuso de poder, se volvieron cómplices de la impunidad y urdieron el círculo perverso para mantenerla.

A lo largo de 14 años de impunidad Lydia Cacho ha vivido no sólo la persecución judicial, sino atentados, amenazas y dos exilios.

Porque los demonios del poder se sabían intocados, abrigados por otros poderosos, que con la impunidad enviaron el mensaje de que se vale abusar del poder para beneficio personal, se vale atacar el ejercicio periodístico que te resulte incómodo y se vale violentar a las mujeres, porque si lo haces no tendrás castigo.

Ese círculo perverso ha llevado a este país a estar entre los cinco más letales para el ejercicio periodístico, ha llevado a varias mujeres periodistas al desplazamiento forzado para salvar sus vidas, además de Lydia Cacho, pienso en las reporteras Patricia Mayorga y en Anabel Hernández y otras más cuyos casos prefieren mantenerse en el anonimato.

Ese abuso de poder público ejercido desde el poder masculino ha llevado al asesinato de 11 mexicanas cada día y a una impunidad que sigue siendo del 98 por ciento . Porque las autoridades, de ejercer la justicia, prefirieron colocarse a la sombra del poder.

La impunidad se alimenta con el tiempo.

El exilio al que fue obligada Lydia Cacho no concluye con la detención de Mario Marín, lo ha dicho ella, por el contrario, la aleja, porque no están todos en la cárcel y porque la justicia a pedacitos no es justicia.

Pero además, porque la red que urdió la impunidad durante estos años, no ha sido desmantelada por completo, se sigue moviendo, más subterránea, pero sigue ahí y de vez en vez saca su aguijón para recordar que los demonios siguen sueltos.