Olga Sánchez Cordero en el ojo del huracán. Sin coordinación y sin entendimiento del fenómeno
SARA LOVERA
En estos días presenciamos una nueva rebelión juvenil y de madres del feminicidio frente a la violencia contra las mujeres. La cuarta ola del movimiento feminista internacional, como lo llama la periodista Laura Castellanos, un movimiento altisonante, disruptivo, antiinstitucional y contestatario, y que, como ella dice, significa hoy el único y articulado movimiento social que se ha puesto al frente para mostrar las inconsistencias nuevas y añejas del sistema patriarcal y autoritario.
Esta rebelión puso en la picota, en cosa de días, a los gobiernos. Retó al uso de la fuerza desproporcionada, a las alicaídas instituciones, al fracaso de la defensa de los derechos humanos y a la insensibilidad colectiva. Ellas, miles, dispuestas a mantener y acrecentar la protesta, interpelan de este modo al sistema de privilegios que para los hombres ha construido por milenios el Estado, en cualquiera de sus denominaciones. Y ha descarnado los grandes pendientes nacionales: pobreza, injusticia, impunidad, abandono de la salud, desgobierno y desigualdad.
Hoy se duelen las buenas conciencias, porque se les echa en cara su incapacidad para entender lo que sucede. A cambio, responde con la represión y discursos vacíos. No aciertan. Ese parece ser el milenario problema. Más allá de las diatribas fáciles contra el movimiento, los gobiernos están rebasados. No saben qué hacer frente al fenómeno; actúan a la ligera contra el también único movimiento social vigente y actuante que está poniendo su dedo en la llaga. No podemos demeritarlo.
Por eso me llamaron la atención las palabras –desesperadas y vehementes– de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, pronunciadas hace tres días, con motivo de la primera reunión interinstitucional a la que llamaron las diputadas federales para examinar el proyecto de presupuesto 2021.
Olga Sánchez Cordero está tratando de explicarse a sí misma por qué no hay resultados en lo que llamó una política nacional para enfrentar el problema. Responsable de la política interior, de los derechos humanos y del diálogo republicano, fue llana pero precisa. Yo diría, hasta preocupada.
No lo dijo en palabras. Eran su mirada, sus gesticulaciones y el movimiento de sus manos. Lo que pasa es que todas y cada una de las personas involucradas en prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres carece de entendimiento y no son capaces de hacer su trabajo para afrontar, así lo dijo, esta emergencia. Y se puso en el ojo del huracán: se necesita un marco de conocimiento, no sólo del diseño técnico, administrativo, organizacional, sino de entendimiento. Lo dijo varias veces.
Se trata de una emergencia anunciada y desoída sistemáticamente. Aunque, era lógico, Olga no podía decir otra cosa. Explicó cómo ella y el gabinete “trabajamos todos los días”, pero, vehemente y casi desesperada, manifestó que, si cada funcionario o funcionaria encargada de atender el problema no hace su función, no hay resultados. Se necesita, insistió, homologar el entendimiento del fenómeno, para tener resultados. Y ese no existe.
En otras palabras, reconoció por qué y cómo la política nacional de prevención, atención, sanción y erradicación de la violencia contra las mujeres no funciona: porque quienes son responsables no deducen, no han entendido, como tampoco lo entiende la sociedad. Además, se necesita presupuesto.
La respuesta miope de algunos gobiernos fue la represión. Grave y lamentable. Se le ha querido ubicar a esta rebelión feminista en el terreno de la lucha política entre hombres, ya sea por omisión, desconocimiento o machismo. Los hombres hablan solos. No entienden las particularidades y diferencias entre mujeres y hombres que producen discriminación, violencia y muerte.
No ven. Por ello, no hay un marco homologado de alcance y sentido. No lo dijo Olga Sánchez Cordero, pero lo insinuó, al señalar que falta coordinación, capacidad de gestión pública, organización, control y diálogo. No puede haber diálogo, señora secretaria, donde no hay conocimiento de género y se piensa a las mujeres sólo como entes numéricos, sin encarnar su condición. A su hartazgo se les responde con mesas de diálogo inútiles que no irán a ninguna parte. El feminismo tradicional le llama oportunidad de incidencia.
Estaba tan desesperada que, por primera vez, anunció que se reactivará el Sistema Nacional, previsto en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Por primera vez mostró la necesidad de que algo funcione. Como cabeza del sistema, necesita una secretaría ejecutiva para coordinar ese sistema. Sola no puede, no obstante que esa ley en el artículo 36, fracción IX, y artículo 49 dice que la Secretaría Ejecutiva corresponde al Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres). Y dijo algo más, se necesitará presupuesto.
En esa reunión, sin embargo, en la primera mirada del proyecto de presupuesto para 2021 se detectó que desaparecen 13 programas en el Anexo de igualdad, el 13, como se le conoce. Se reducen los recursos para enfrentar la violencia de género en el presupuesto de Gobernación en 10.75 por ciento, el de salud materna y salud sexual pierde 2 por ciento, el del Programa de Apoyo a las Instancias de Mujeres en las Entidades Federativas (PAIMEF) disminuye 3.2 por ciento, y se reestructura el programa de refugios para mujeres violentadas. A cambio, se aumentan 8 programas ligados a los propósitos del presidente: becas, adultos mayores, fertilizantes, vivienda y apoyos a microcréditos a las familias. O sea, no entienden, diría la secretaria de Gobernación.
Twitter: @SaraLoveraLpez