Decreto de ajuste del presupuesto: impactó en la violencia contra las mujeres
SARA LOVERA
Esta mañana al salir a comprar la despensa, muy temprano para evitar cualquier aglomeración, y tomar todas las precauciones necesarias, vi a la vuelta de la casa donde estoy confinada, una fila enorme de gente esperando ficha en la Clínica del ISSSTE, Ignacio Chávez, muchas personas a menos de medio metro de distancia; en el hospital de Traumatología del IMSS, sobre Las Bombas, estaban abriendo, como si nada pasara los puestos de fruta, tacos y refrescos.
Luego me seguí por Coapa, por la Prepa 5, un grupo de personas salieron a la calle, porque los hospitales cercanos, reconvertidos en Covid, ya no reciben pacientes. En otros hospitales, de primero y segundo nivel, no se reciben mujeres embarazadas, ni hay servicios de salud sexual y reproductiva; las cifras de llamadas de auxilio por violencia familiar crecieron 38 por ciento; datos parciales hablan de 17 feminicidios registrados y las cifras más oficiales que ninguna, admiten que el asesinato de mujeres y el crimen en general no ha cesado a pesar del confinamiento.
Me aturden las noticias. Esas que muestran a personas, ligadas a los cárteles de la droga, repartiendo ayudas y despensas en al menos 10 entidades del país. Y me quedo en vela muchos días observando los edificios de miles de familias de la Unidad Popular Revolucionaria, meter y sacar sus autos; salir a trabajar; recibir comida entregada a domicilio y me cuentan que hay viviendas de no más de 65 metros cuadrados donde viven hasta 8 personas. Muchas no dejan de ir a su trabajo porque ninguna ayuda les llega.
Otras noches oigo pulular las sirenas y dos veces por día pasan por la calle convoyes de policías pidiendo a la gente que no salga de su casa. Ninguna ayuda de la alcaldía de Coyoacán ha llegado a doña Ana, que a las 6:30 instala su puesto de atole y tamales; la señora Alicia de las fritangas llega más tarde. Ahí, se hacen puños de gente desde las 8:30 de la mañana, una vez que en la clínica se entregaron las fichas para las limitadas consultas del día, sí en la clínica Ignacio Chávez.
Nadie ha prohibido, atendido, cuidado que la señora muy mayor que vende revistas y periódicos, se vaya casa. No hay por esta zona nada que indique un plan para cuidar a estas personas de la tercera edad, motivo, ilusión, cuidado y objetivo del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Me preocupa lo de los hospitales. El jefe de la presidencia ha tenido razón, el sistema de salud hasta 2018 era malísimo. Habría que reformarlo. Estoy de acuerdo, por eso no tengo una respuesta lógica para que en 2019 el Gobierno Federal, es decir la Secretaría de Salud, tenga un subejercicio presupuestal de 11 por ciento. No entiendo porque no se han dado recursos extraordinarios a los gobiernos estatales para atender la pandemia. Entiendo que el gobierno federal buscó centralizar todos los recursos, todas las compras, pero en enero eso ya no se justificaba. Había que prepararse para el Covid 19.
Si entiendo eso de centralizar, es una forma de gobierno presidencialista que en México se construyó durante muchos sexenios, dando bandazos, descentralizando la educación un día y centralizándola otro; descentralizando el sistema de salud y luego reconcentrándolo. Entiendo que una nueva administración piense que dar apoyo psicológico a las mujeres que sufrieron cáncer de mama y su cuerpo fue mutilado es innecesario ¿para qué eso? Y piense que funcionó para grupos civiles que se “hacen ricos”, y por eso entendí el recorte a los programas de cánceres femeninos. Hace mucho tiempo que no hay atención completa para el cáncer de mama, de cervis, de ovarios, porque finalmente muchas de esas mujeres no están en el radar de la administración pública.
Traté de entender la reducción del 50 por ciento a las estancias infantiles, el cierre de miles para las trabajadoras informales, del hogar a quienes se les beneficiaba y a miles de niños y niñas, total, cuando se acabe con la corrupción les irá mejor. No entiendo ahora porque no hay un programa bien diseñado, coordinado con los estados y el sector privado para instalar hospitales temporales para las parturientas, ¿Por qué no se acude a las parteras tradicionales? Entiendo que esas parteras, indígenas, organizadas en asociaciones civiles, seguramente no tienen la confianza del gobierno, quizá se han hecho ricas con las transferencias y las indígenas que necesitan partos en casa, debían recibir un monto directamente, así no van olvidar quién se los mandó, y por quién deben votar.
No entiendo el intento en proceso del gobierno de hacerse de los Refugios para atender y acompañar mujeres en situación de violencia. La Covid 19 obligó a detener por ahora ese intento, que ya estaba en proceso. La Secretaria de Gobernación con una amplia experiencia como ex ministra de la Corte, sabe mucho más de atención a mujeres violentadas que las mujeres que han construido estos refugios que salvan vidas, tienen experiencia, pero tal vez son sospechosas de aprovecharse.
Y ahora resulta que están en peligro las Casas de la Mujer Campesina, 24 de ellas, algunas trabajando en los lugares de alta y más alta marginación, procurando partos seguros, orientando cómo en sus comunidades pueden advertir y evitar la violencia de género, la familiar, la perpetrada por sus esposos, una tarea que es distinta y opuesta a los intereses de la actual administración, que ve al pueblo, yo creo que sólo formado por hombres biológicamente masculinos, marginados. Sus mujeres, esas son eso, sus mujeres, que si algo les llega a ellos, seguro ellas también mejorarán.
Y este es el punto. Por eso la señora mayor que vende revistas y periódicos no está en la lista de los pobres a quien auxiliar en el proyecto gubernamental, ni lo están las trabajadoras del hogar, porque van a limpiar las casas de horribles mujeres que salen a trabajar y no cuidan a sus hijas e hijos. Se acuerdan cuando lo de las estancias sugirió el entonces Secretario de Hacienda, los cuidaran sus abuelitas. Yo tengo 3 nietas y un nieto, pero todavía lo que hago es periodismo y no tengo fuerzas ni entereza para cuidar a esas criaturas, pero en la mentalidad de la 4T las mujeres sirven para eso, para cuidar, guisar, no chistar y aguantar un parto en los patios de los hospitales sin insumos. ¿se acuerdan? Desde 2017 hemos documentado casos de estos. Ahora no podrán ni acercarse a los hospitales. ¿dónde irán?
Me asusta como a todas y todos, el pico de la pandemia. No puedo imaginar lo que puede pasarle a la señora de los tacos, a la que tiene que ir a trabajar a los supermercados, a las enfermeras y las médicas; a las mujeres de los bancos que siguen atendiendo, ni puedo sentirme bien. Hoy me di cuenta en la Farmacia San Pablo, a la que también fui que la mayoría de quienes atienden y venden, son mujeres, de edades diversas, seguro tienen que transportarse todos los días y luego relacionarse con todas y todos los que, sin clínica, ni médico, obtenemos los medicamentos ahí. Pueden contagiarse.
Y quién piensa en este gobierno en las familias de taxista, barrenderos, choferes de combis, metro y Metrobús. Hay en el ajuste de presupuesto por decreto, sin ser clara la legalidad de la acción, una muy corta mirada y acción de lo que se vendrá en la economía. El presidente insiste en invertir en Pemex, no obstante, los estudios, muestras, claras evidencias de lo que le hacen al ambiente los energéticos fósiles. Bueno en mi país, es tal la confusión, que para la enorme base social de este gobierno, las energías alternativas, del aire o el sol, afean el paisaje, como dijo AMLO por allá por la rumorosa en Baja California.
Me asusta muchísimo que no haya previsiones. Por mala chofer, para ir al Walrt Cuemanco, fui a dar al final de vendedoras y vendedores de plantas y flores de Xochimilco, en unas callecitas bien angostas, donde estaban muchos coches parados, aprovechando que era temprano y fueron por tierra y plantas para arreglas sus jardines, los muchos de casas bien bonitas por esta zona. No había una sólo valla amarilla que impidiera el encuentro, a menos de dos metros. Y en esas familias qué sucede, quién decide si se transportan y cómo las flores, y las plantas, por ahí no hay hospitales, pensé que podría haberlos, pero con el 11 por ciento que no se gastó, ahora se pagan los grandes encargos de última hora, que ya llegaron en 6 aviones desde China.
Y tengo dolores. El hermano de mi amiga estuvo mal dos o tres días antes de morir. No hubo cama para atenderlo en hospitales de primer y segundo nivel. Tuvo que ir a un médico privado, y nada, que en menos de 72 horas se fue para siempre. Y sigo oyendo y oyendo no es como antes, no vamos a mentir, todo lo hacemos a la luz del día. Y es cierto en este gobierno todo se hace de manera clara y transparente, no hay concursos para compras y contratos, se da a personas de confianza y buenas; no hay por qué cumplir con la ley, si en este país se actúa de buena fe; y no hay porque asustarse que haya la intención, en menos de 10 días, uno de centralizar las afores de todas y todos los trabajadores y dar al presidente capacidades extraordinarias para aumentar, desviar, reducir, conducir en otros caminos, el presupuesto federal, que año con año, lo analiza y resuelve la Cámara de Diputados, la cámara de la paridad de género.
Me siento tan insegura como nunca antes. Me parece que no tenemos como oponernos a 30 millones de mexicanos y mexicanas, que a pesar de los malditos conservadores, eligieron sacarlos del poder para siempre e iniciar una increíble transformación que ha resultado en destruir todo lo hecho: bueno y malo, conveniente e inconveniente, acertado e inútil. Todo había que arrasarlo. Leí a uno de esos periodistas convencidos de que realmente estamos en el buen camino, que las feministas somos unas amargadas, que después de 2019 en que explotó la protesta, saltaron los datos y hubo un gran paro de mujeres el 8 de marzo, ahora estamos acabadas. El pobre Eduardo Ibarra, ni idea de que en el confinamiento creció la violencia contra las mujeres 38 por ciento. Y que el machismo hace que los hombres no se cuiden y según reporte de Cuba, ellos están más enfermos que las mujeres. Y sabe el amigo, gran tipo, que los concursos para compras del gobierno, el reparto de recursos en casos como éste y la necesidad de mantener la cadena productiva, no es una maldad, sino democracia. Veremos.