Se nos acabó la tolerancia
MARIA DEL SOCORRO CASTAÑEDA DÍAZ
Así, tal cual. Se acabó la tolerancia. La mía, obviamente, pero también la de muchas otras mexicanas. Creo que también he llegado al límite de la paciencia. Admás, reconozco que me equivoqué. Recuerdo claramente mi postura de hace algunos meses respecto al enojo de las feministas. Claro que insisto en que cuando se trata de hablar de feminismo, generalmente me voy con pies de plomo porque, entre otras razones, no me siento lo suficientemente preparada para opinar. Sin embargo, soy una mujer con sentido común, y como muchas otras, ahora me siento agraviada, ofendida, desesperada e impotente.
En agosto de 2019, en este mismo espacio, afirmé (y perdón por la autocita) “[…] Me quedan muchas dudas, a decir verdad. Me parece que es complicado pensar en que solamente destrozando monumentos o incendiando estaciones de policía las autoridades cumplirán con su deber. El origen de los feminicidios me parece, es lo que debe atacarse, para empezar. Y de nuevo saldré con mi argumento favorito: la opción es educar a la sociedad. Para eso está la escuela formal, pera también para eso sirven los medios, y el gobierno debería comenzar a pensar seriamente en formar a hombres y mujeres en el respeto mutuo[1]”.
Es verdad, la solución es transversal y tendría necesariamente que ver con la educación. Pero hoy, seis meses después, pido a las feministas que no paren y que, si lo consideran necesario, rompan todo lo que encuentren, quemen banderas si se les antoja, aunque a algunos les hierva la sangre. Háganlo, porque de otra manera, calladas, nadie las ve. Y al no verlas a ustedes, no nos ven a las demás mujeres.
De agosto a la fecha, la situación respecto al feminicidio se ha agravado. En promedio, hay en México diez mujeres muertas cada día, y, sobre todo a través de las redes sociales, encontramos al menos una alerta para localizar a una desaparecida en algún lugar de la República[2]. En algunas ocasiones las flamantes autoridades y un montón de gente ignorante tienen la desfachatez de adjudicar las desapariciones a ciertas conductas de ellas, y las acusaciones van desde “salió sola de noche” o “se fue con el novio” hasta el clásico “iba vestida para provocar”.
Al parecer, la culpa siempre es de las mujeres. Pase lo que pase. Hace unos días un conocido me dijo que en realidad nosotras (¡tan tontas que somos, de veras!) no nos damos cuenta de que está en nuestras manos cambiar la situación, porque, aseguró, somos justamente las mujeres quienes educamos a los hombres y sólo de nosotras depende que ellos no nos violenten. Así, tal cual. Ahora resulta que nosotras tenemos la culpa de todo, porque claro, el rol de la mujer es educar, en una sociedad en que los hombres tienen solamente la obligación de ser proveedores, y por supuesto, cualquier situación que tenga que ver con la violencia de género es culpa nuestra. Ni más ni menos. Caray, no cambian las cosas por culpa nuestra. Haberlo sabido antes.
También resulta que, en casos como las recientes movilizaciones feministas en lugares como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), las mujeres somos definitivamente intolerantes. Me ha tocado escuchar, por ejemplo, opiniones que tienen que ver con el cierre de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la citada institución. Para quien no lo sepan, sus instalaciones están tomadas por una Asamblea Separatista[3]. Sobre la situación, alguien citó la paradoja de la tolerancia, del filósofo austriaco Franz Popper. Para los mundanos como yo, en resumen, la citada paradoja dice que “la tolerancia ilimitada puede llevar a la destrucción de la propia tolerancia. Es paradójico, pero defender la tolerancia exige no tolerar la intolerancia”[4]. Desde el punto de vista de ese alguien, las intolerantes estudiantes feministas que cerraron la mencionada Facultad, ni siquiera merecen pertenecer a la UNAM y en una de esas habría hasta que hacer que actuara contra ellas la fuerza pública. Como si fuera tan fácil hacer entrar a los uniformados a Ciudad Universitaria, y como si la causa que las hace mostrar tan drásticamente su descontento no fuera justa. Quitar por la fuerza las instalaciones de la Facultad a las feministas sería la única manera de defender la tolerancia, según la paradoja de Popper y también según quien la utiliza como argumento para callar a las jóvenes. Parece que ignora que ellas simplemente buscan la garantía de que podrán estudiar en un ambiente libre de violencia de género. Parece que no se da cuenta de que, hasta ahora, las autoridades brillan por su ausencia. Sin embargo, también en este ejemplo, las villanas son las mujeres.
Lo cierto es que muchos sectores de la sociedad están contaminados por una situación dramática de violencia contra las mujeres, que parece no tener fin. Los dos casos más recientes parecen la demostración de que nada se hace para que cambie el panorama. Ni siquiera me detendré a dar detalles, porque sé que quienes leen estas líneas están al tanto de lo ocurrido a Ingrid Escamilla[5] y Fátima Aldriguett[6]. Pero todo indica que esta vez la rabia es mucha y se acabó la tolerancia, sobre todo cuando vemos cómo, por ejemplo, la señora Claudia Sheinbaum visitó la escuela de Fátima, la niña asesinada, con la frescura y la simpatía de quien se presenta a un acto político, y no con el respeto y el rigor que debería corresponder a una situación tan grave[7].
Y lo peor es que en los últimos días el presidente López Obrador decidió que los feminicidios no son un tema prioritario, que además los medios que lo cuestionan sobre el asunto quieren distraer a todo México para que nadie reconozca el gran trabajo de su gobierno[8], y, sobre todo, pide a las feministas por favor que no sean malas, que no anden pintando paredes, porque él y su equipo están trabajando para terminar con el gravísimo problema.[9]
Pues sí, se está acabando la paciencia de muchas mujeres que debemos enfrentar el día a día con más preocupaciones de las que deberíamos. Es complicado pensar que, paranoias aparte, ya ni siquiera es posible dejar sola a una niña de siete años en la puerta de la escuela. Es difícil saber que la culpa es nuestra, por maleducar a los hombres. Es vergonzoso que ahora seamos nosotras las intolerantes. Y lo más indignante es ver cómo para algunas personas, no existe nada peor que mancillar las paredes. Qué pena que no se entienda que la rabia es mucha y las soluciones pocas o nulas. Lo siento, pero me parece que esta vez, y no precisamente en el sentido que los “institucionales” lo dicen, es verdad que a muchas mujeres ya se nos acabó la tolerancia.
[1] Disponible en https://lasnoticiasya.com/2019/08/la-rabia-feminista/
[2] Disponible en https://elpais.com/tag/c/63d2707764492e98c02d7e1abd8f9bc9
[3] Disponible en https://www.facebook.com/Asamblea-Separatista-FCPyS-100585178078409/
[4] Disponible en https://www.filco.es/debemos-tolerar-la-intolerancia-la-paradoja-de-popper/
[5] Disponible en https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-51518716
[6] Disponible en https://elpais.com/sociedad/2020/02/17/actualidad/1581961625_590259.html
[7] Disponible en https://www.facebook.com/PropuestaInteligenteMX/videos/2544766829074148/UzpfSTEwNDg2OTY4NTA6MTAyMTkzMzEzMTM4ODc0NDg/?notif_id=1581988702265482¬if_t=feedback_reaction_generic
[8] Disponible en https://www.reforma.com/libre/acceso/accesofb.htm?urlredirect=/molestan-a-amlo-preguntas-sobre-feminicidios/ar1871417
[9] Disponible en https://www.forbes.com.mx/no-nos-pinten-las-paredes-trabajamos-para-evitar-feminicidios-amlo-a-feministas/?fbclid=IwAR3l6Lf9I9xCkgSWDI9nU21eDiuxrMX9eV5cahcc19Of6ZeWOG5gLaBvzcY