La rabia feminista

MARIA DEL SOCORRO CASTAÑEDA DÍAZ

Esta semana no puedo evitar escribir sobre un tema delicado que requiere toda la atención porque en verdad, en más de un sentido, estamos superando límites que hasta hace poco tiempo no imaginé que pudieran rebasarse.

Quiero, primero que nada, pedir perdón a quienes tienen la paciencia de leerme, porque esta colaboración tiene muchas afirmaciones en primera persona, pero en realidad esta vez me parece necesario compartir mi postura, principalmente porque soy una mujer y pretendo ejercer mi derecho a expresarme libremente, aunque cuesta mucho trabajo hacerlo en una sociedad cada vez más polarizada en la que todo debe ser blanco o negro, y en la que si no se está con alguien, se está necesariamente en su contra.

Debo decir, para comenzar, que siempre he respetado, en la medida de lo posible, la mayor parte de las formas de pensar. He tratado de entender (muchas veces sin éxito) muchas ideologías, y aun sin compartir todos los principios, con el paso del tiempo he tratado de tomar lo mejor de cada una y hacerme de la vista gorda en aquellas partes que definitivamente no comparto.

El feminismo es uno de esos temas en los que no me gusta meterme casi nunca. Conozco varias mujeres que son parte del citado movimiento. Entre ellas, algunas son personas para mí entrañables y admiro profundamente su sentido de sororidad. Son aquellas que han hecho de sus inconformidades una lucha con la que se puede simpatizar y que con su ejemplo muestran que es posible establecer ese sentimiento de afinidad entre nosotras.

Me gustaría ante todo, resumir el término, y lo haré citando textualmente: “El feminismo es un movimiento social y político que se inicia formalmente a finales del siglo XVIII -aunque sin adoptar todavía esta denominación- y que supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la opresión, dominación, y explotación de que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del patriarcado bajo sus distintas fases históricas de modelo de producción, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con todas las transformaciones de la sociedad que aquella requiera”[1].

Me viene a la mente que hace tiempo una señora entonces cercana por motivos laborales (para mí hoy de infausta memoria) intentó prácticamente obligarme a inscribirme en una especialidad de Estudios de Género y yo me negué rotundamente, no sólo porque el tema está muy lejos de mis intereses primarios, sino porque atendí a las sugerencias de quienes dijeron que después de dedicarme a profundizar en el tema, podría comenzar a ver de manera diferente a todos los hombres que me rodean y seguramente reprobaría todos sus actos, lo que me llevaría a tener serios problemas con ellos.

Tengo que confesar que he notado en muchas de las feministas ese rasgo común: una buena parte de ellas parece estar peleada con los varones, como si todos, sin excepción, les hubieran hecho algo.

Personalmente debo decir que desde siempre he reclamado cuando he detectado injusticias que, en efecto, tienen mucho que ver con una posición de desigualdad y con amplias diferencias entre hombres y mujeres, mismas que han sido normalizadas, desgraciadamente, por nosotras mismas, que hemos aceptado a pie juntillas la situación como si no tuviéramos opciones.

Sin embargo, hasta el momento no he sentido la necesidad de detestar a ningún varón, y mucho menos se me ha dado eso de considerar que los hombres me oprimen, me dominan y me explotan y, por lo tanto, debo tratarlos como enemigos. Hablo de mí, por supuesto, aunque reconozco que la vida de millones de mujeres a lo largo de la historia no ha sido tan sencilla. Aunque a mí no me ha sucedido, esto no quiere decir que no reconozca que el sistema mismo niega un trato justo a las mujeres, y que obviamente, a nosotras nos cuesta el doble de trabajo demostrar capacidad y ganarnos el respeto de las personas en general, porque, claro está, también debemos contar la presencia innegable de mujeres machistas que, por desgracia, se encargan de hacernos la vida imposible.

El verdadero problema es que en los últimos años la lucha de las feministas, a pesar de ser justa y razonable, ha tomado un rumbo que no a todos nos agrada y en algunos aspectos se ha vuelto realmente muy irritante. Basta escuchar esos extremos horrendos del lenguaje incluyente en los que, en lugar de un “todos y todas” (que ya es complicado adoptar, pero está bien, se hace de corazón) las feministas deciden que van a decir “todes”. En realidad, este es solamente un ejemplo (muy banal, por cierto) de eso que ellas deciden hacer porque pueden, porque es fácil tomar iniciativas y tratar con ello de modificar lo que está, desde su punto de vista, mal establecido, porque implica un menosprecio latente y constante hacia todo lo que tiene que ver con las mujeres.

Así justamente, con esas mismas ganas de ir contra lo establecido, miles de mujeres decidieron, el pasado 16 de agosto, tomar las calles de la Ciudad de México, en enérgica protesta por la aparentemente incontenible ola de feminicidios en todo el país. Algunas de ellas, provocaron daños en la estación del Metrobús Insurgentes, incendiaron una estación de Policía, destrozaron patrullas y, sobre todo, dejaron lleno de pintas el basamento del monumento a la Independencia, uno de los más simbólicos y reconocidos del país[2].

Entendámonos bien: la situación que estamos viviendo en México actualmente es terrible, y los índices de feminicidios son alarmantes. Hasta el 30 de mayo de este año, 1, 199 mexicanas habían sido asesinadas[3]. De igual manera, “casi tres mujeres son asesinadas por día en México y por lo menos 49 mujeres son abusadas sexualmente a diario, según los datos oficiales”[4]. Se trata, indudablemente, de un problema que está llegando al extremo y lo justo y decente es protestar, exigir y con argumentos importantes plantarle cara a la ineptitud de nuestras autoridades de todos los niveles que parece que están de adorno. Ejemplo claro es Alfredo del Mazo Maza, gobernador del Estado de México, que como siempre anda desaparecido y si le preguntan, seguramente dirá que con su “salario rosa” ya está haciendo mucho por las mujeres mexiquenses, mientras la entidad que gobierna ocupa el segundo lugar de feminicidios a nivel nacional[5].

La situación es apremiante, en verdad. Pero la pregunta que queda en el aire es si realmente destrozando y agrediendo las autoridades van a solucionar un problema tan de fondo que en realidad mucho tiene que ver (para variar) con la educación y las condiciones socioeconómicas de las personas.

Lo que vimos el 16 de agosto fue un montón de mujeres furiosas, hartas, desesperadas y por supuesto, agresivas, que decidieron que lo mejor que podían hacer era mostrar su inconformidad destruyendo todo lo que encontraban a su paso. El asunto es que, en realidad, la solución al terrible problema podría no estar en comportarse así. En un sitio feminista encontré uno de los tantos argumentos para la más que airada protesta. De acuerdo con ellas, todas las protestas pasadas han sido ignoradas olímpicamente por las autoridades: “Bueno. Hubo mucha paz. Hubo peticiones de ayuda muy educadas. Y hasta artísticas y culturales ajajajajajajajajajajajajaaaaaaaa y no pusieron atención. Y de siete feminicidios pasamos a ¿diez? ¿Estamos a diez? Y lo que sigue no es pedir ayuda, lo que sigue es el fuego. Eso todo el mundo lo voltea a ver”[6]. Y claro, la base del argumento es que todas las luchas sociales han tenido su origen en manifestaciones violentas.

Me quedan muchas dudas, a decir verdad. Me parece que es complicado pensar en que solamente destrozando monumentos o incendiando estaciones de policía las autoridades cumplirán con su deber. El origen de los feminicidios, me parece, es lo que debe atacarse, para empezar. Y de nuevo saldré con mi argumento favorito: la opción es educar a la sociedad. Para eso está la escuela formal, pera también para eso sirven los medios, y el gobierno debería comenzar a pensar seriamente en formar a hombres y mujeres en el respeto mutuo.

Y no sólo: es necesario también que esa educación se amplíe y llegue a los servidores públicos, esos que se encargan de impartir justicia, para que puedan atender cada caso con el respeto (otra vez la palabra mágica) y la eficacia que se requiere, con perspectiva de género, pero, sobre todo, convencidos y no solamente obligados.

El asunto es que nadie puede negar la legitimidad de la lucha, pero forma es fondo, aunque a las feministas no les guste, y al destruir y violentar ellas mismas están cerrando toda posibilidad de diálogo con quienes sí tienen los recursos necesarios para darle soluciones a tan serio problema.

Nadie puede dialogar desde la desesperación. No se puede razonar con el hígado. De seguir así, el aparato del poder va a seguir operando. Parecería que en lugar de mostrar argumentos sólidos y estructurar protestas tan inteligentes como ha sido el movimiento que tanto presumen y al que dicen pertenecer, las feministas de hoy saben solamente mostrar una rabia que, por muy justificada que esté, no las va a llevar a ninguna parte.

Por otra parte, ya va siendo hora de que los gobiernos de todos los niveles tomen cartas en el asunto y comiencen, de una vez por todas, a hacer posible que las mujeres podamos volver a salir a la calle sin temor. La solución no es inmediata, porque se trata de un problema que tiene raíces muy profundas sociales y culturales, pero nada sería imposible si hubiera voluntad. Ojalá comenzáramos a vislumbrar una solución. Todas las personas lo necesitamos.

[1] Disponible en http://www.mujeresenred.net/spip.php?article1308

[2] Disponible en https://www.razon.com.mx/ciudad/manifestacion-marcha-feminista-mujeres-glorieta-insurgentes-cdmx/

[3] Disponible en https://www.infobae.com/america/mexico/2019/05/30/feminicidio-en-cifras-rojas-en-mexico-asesinan-diariamente-a-nueve-mujeres/

[4] Disponible en https://www.nacion321.com/seguridad/por-eso-marchan-en-mexico-hay-3-feminicidios-y-mas-de-50-violaciones-diarias

[5] Disponible en https://www.milenio.com/policia/edomex-ocupa-el-segundo-lugar-nacional-en-feminicidios

[6] Disponible en https://www.facebook.com/feministasuaemex/

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