El mensaje y la violencia
SARA LOVERA LÓPEZ
Un encuentro fantástico es toparse con feministas de generaciones nuevas. Mujeres jóvenes ilustradas que están pensando no en la “experticia” ni en el feministómetro, sino en todas las mujeres.
Es por ello que mirar otros horizontes siempre instruye. ¿Qué hacer, me dice una chica con tanta insistencia morbosa de periodistas? ¿O qué decir frente a la tragedia cotidiana de la discriminación y la violencia contra las mujeres?
Lo cierto es que se necesita una cruzada nacional que explique a las mujeres lo que valemos, que somos humanas y tenemos derechos. Y eso no se puede hacer en secreto, entre las mismas de siempre; es necesario romper círculos concéntricos. ¿Es tan difícil entenderlo?
Hace más de 30 años me propuse ir a buscar periodistas para esta enorme tarea. Desde entonces urge transformar el contenido, el mensaje de los medios, de todos los medios. De ese encargo un grupo de profesionales se transformó y hoy ocupa un lugar de autoridad. Sus voces y sus medios son respetados. Lo que no logramos todavía es llegar a todas partes.
Crear medios propios en la época de la globalización de los medios suena a siglo XIX, sin embargo, se hace para resolver problemas de realización personal. Yo insisto en ir a todos y por todos los medios. Los caminos son infinitos, del taller a la conversación, de la plática a la discusión de la nota al mundo.
Tal vez por ello no he dejado de hacer periodismo e insisto en cambiar las cabezas de hombres y mujeres que tienen un micrófono, un portal, una agencia, una pluma, una cámara. Todas aquéllas personas con capacidad de comunicar.
Como esas jóvenes feministas, me sorprende el dicho consistente de Patricia Betaza Bremont en la tele por ella y las mujeres; de Karla Iberia Sánchez o de Ivonne Melgar y su portal colectivo, con sus reportajes televisivos y sus artículos cotidianos, que llegan a miles de miles.
¿Se necesita fortalecerlas? No estoy segura, ellas ya cambiaron, son críticas, no son complacientes ni simples “aliadas”, son ellas; las colegas en los estados dan una batalla diaria como Ecos de Mirabal en Chihuahua, en radio y tv abiertas; con periodistas en Morelia, como Martha Elba Torres; con artículos y columnas como Soledad Jarquín y su tarea constante, en todos los medios, o en Radio Sonora, varias y diversas; en los periódicos multimedia o el examen preocupado de su lenguaje entre cientos de enlaces de comunicación. Durante 30 años seguidos, Candelaria Rodríguez en Chiapas y todas las alumnas de cada una. Pero todavía eso no es suficiente. La transformación tiene que ser masiva.
Ya vemos a locutores o conductores de radio diciendo barbaridades que cosifican a las mujeres y personas que no creen en la humanidad femenina y siguen viéndonos como cosas. La batalla consume energía e imaginación cotidianas. A mis casi siete décadas de vida no me canso, debo trabajar con quienes masifican la información, sin duda. También está este portal, pero es plural, no es catecismo, es feminista pero no dogmático. Todas las palabras caben.
Leche popular
Por eso me llama la atención que no hayamos todavía explicado esta campaña que podría tener tres millones de promotoras contra la violencia. El acuerdo Liconsa/CONAVIM/SEDESOL/SEGOB. Caso insólito. Va un letrero en la caja de leche, un teléfono para pedir ayuda y orientación y cada beneficiaria podrá hacer promoción. Patricia Betaza me preguntó en pantalla si sabía yo quién entrenará o informará a las promotoras. No sabemos, eso es cierto, puede ser demagogia, también, pero, ojo, es una buena idea que podríamos darle seguimiento.
Seguro no tendrá efectos automáticos. Durante 40 años de militancia no vi algo semejante. Vi algunos intentos masivos, con campañas en la tele, como la que hace ahora el Congreso; pero no vi trabajo a ras de tierra, como el que hicimos las feministas, de puerta en puerta. Eso me hizo recordar a Itziar Lozano en las colonias populares o a Elena Tapia y Patricia Mercado entre las costureras; las miles de acciones en miles de espacios. Pero no ha sido suficiente. Necesitamos concierto masivo y sistemático.
No creo, tampoco, que se invertirá suficiente. El mensaje es: la violencia no es natural, ninguna mujer puede admitirla como parte de su vida. Es curioso, viene del Gobierno, y ahora se hacen convenios con los gobernadores, como vi hace unos días en Michoacán; también en Morelos, la leche llega a seis millones de personas beneficiarias, habrá que esperar para evaluar.
Es el mensaje masivo en la leche popular lo que podría hacer la diferencia. No es poca cosa, no es televisión, es llegar a la mesa, al día de personas que se benefician de comprar esta leche.
Y también el discurso que se repite. Claro que tal vez no pasa el feministómetro o es como un día lo despreció una experta, algo que no cumple los requisitos del formato cerebral de la militancia. Ella despreció el periodismo que abrió los ojos a México sobre el feminicidio; por cierto, gracias a esos periódicos masivos, la experta y otras muchas “militantes” viven del tema, como sucede con otras cosas, pero ese no es el punto, sino la posibilidad de cambiar a la gente y las relaciones de subordinación entre hombres y mujeres, y en ello ayuda esta campaña, como todo lo demás que se hace desde distintas latitudes, como las maestras en la
universidad y las analistas y creadoras de ciencia en el feminismo, sin duda.
Pero volver a los caminos ya explorados no tiene sentido. No sé por qué me acordé de una radio feminista en Chile, nacida en plena dictadura, que no tuvo la menor importancia, fue la presencia de masas y una presidenta socialista la que consiguió tras años de vergüenza poner en la ley las excepciones no criminales para la interrupción legal del embarazo. Ni más ni menos.