Cinco años del gobierno de EPN: Pesadumbre
SARA LOVERA LÓPEZ
Esta administración está manchada de violencia. El saldo del sexenio de Felipe Calderón, que sacó al ejército a las calles y caminos; la crisis de paz que impera en todo el mundo y el permiso para matar que alienta nuestro deficiente sistema de justicia, donde la regla es la impunidad, ha dejado un tremendo sello color púrpura a la administración de Enrique Peña Nieto, quien acaba de entregar su 5º Informe de Gobierno.
Solamente en agresiones a periodistas y medios de comunicación, la cuenta es de mil 517 en cinco años; 35 asesinatos de profesionales del periodismo y cuatro desapariciones. Lo grave: 99.75% de esos crímenes están impunes, impunidad y agresiones contra la libertad de expresión. Y el signo: la simulación.
No sirve ni el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, que depende de la Secretaría de Gobernación, en el que se sientan organismos y personas civiles, que hacen el concierto, ni la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos Contra la Libertad de Expresión, de la Procuraduría General de la República.
Los crímenes contra mujeres periodistas, dice la revista Contralínea en un reportaje del 3 de septiembre, aumentó 70%, en concordancia con la llegada creciente de mujeres a los medios de comunicación.
De la misma manera, no ha cedido la violencia específica contra las niñas y mujeres. Según la Encuesta Nacional sobre las Dinámicas de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) realizada en 2016, la violencia contra las mujeres de 15 años y más, creció más de 20 puntos porcentuales en los últimos 10 años; afecta a 6 de cada 10 mujeres en la mayoría de los estados, y al comparar los resultados de 2006, 2011 y 2016 de esa encuesta, se mira cómo aumentó la cifra de mujeres que reportó sufrir al menos un episodio de violencia en su vida.
Hasta ahora no se conoce la estrategia “nueva” para atemperar esta creciente ola de violencia generalizada; los homicidios dolosos han crecido cada año, después de una declinación que venía al final del sexenio de Calderón. Los hechos de corrupción no investigados o con investigaciones parciales y otros hechos tan dolorosos como la desaparición de 43 estudiantes en Ayotzinapa, que cumplirá 3 años, enrarecen el sexenio, y empañan cualquier cosa que pudiera definirse como positiva.
Las grandes cadenas informativas del mundo definen a México sólo como un país violento, antidemocrático y sin estatura de gobernabilidad. No hemos pasado las pruebas, ni de la paz, menos de la concordia, y tampoco de la defensa o promoción de los Derechos Humanos. Nos encontramos en una situación del todo enfrentada, sin esperanza ni credibilidad.
En ese contexto no es popular decir que hubo reformas atinadas; menos es admisible reconocer que se han creado empleos y que es un sexenio donde se ha levantado y promovido la política de género, como mi experiencia no había vivido en 40 años. Se trata de algunos avances, que trascenderán la coyuntura y este sentimiento de odio opositor a todo lo que hable, no de la administración pública, sino del sistema.
Estamos atrapadas. Las mujeres estamos en condiciones de avance como nunca y no es posible verlo. Se nos ha fundido más de un foco para pensar. Hemos llegado al colmo de mirar únicamente la superficie. Nuestro juicio depende de una abultada y permanente campaña de desprestigio; la descalificación en los llamados círculos rojo y amarillo de la opinión pública, porque eso es lo que priva; no es posible mirar una sola rendija. Me temo, pero eso deben definirlo especialistas y doctores/as en miles de especialidades, que la sociedad se está autodestruyendo. No hay espacio para el análisis profundo y serio, sólo existe el que ahonda la desesperanza.
Son cosas que para una antigua periodista son preocupantes. No existe ni la idea, ni la intención de hacer un verdadero recuento. Por ejemplo, acerca de la política de género en esta administración. Cuando se intenta, la respuesta es: “¿eres priista?”, “nada sirve, no te hagas”, “es pura simulación y el gobierno se ríe”. O sea, no es posible dialogar, si las posturas son fundamentalistas y no proponen la exploración; los datos objetivos y sin eludir los profundos pendientes.
Hay otras frases que penetran en la sociedad como mantequilla: las que rezan “acabemos con la mafia del poder”, la favorita de Andrés Manuel López Obrador, quien no nos ha dado explicación sobre los personajes y grupos que recibe en su partido, acríticamente, con videos de entrega de dinero –ahora ya se incorporó el grupo de Bejarano, ¿lo recuerda usted?– y el gravísimo asunto de Tláhuac donde es su gente la que se hizo de grandes casas y maneja lo de los “bici taxis” o “moto taxis”. Y tampoco responde a las críticas a la corrupción el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y en Morena se silencia todo, como los 45 años del negocio de Beto Anaya; y es imposible una explicación de cómo en el PRI crecen las resistencias a la democracia y también los actos de corrupción; se olvidan los casos en función del escándalo.
Lo cierto es que nada se ha puesto a prueba como en esta administración, sobre cómo aceptar en todos los niveles que hay discriminación para las mujeres y que eso mina la democracia y la productividad; yo no había visto nunca a un Secretario de Gobernación hablar del machismo sin necesidad de un guión; o a un Secretario de Hacienda ahora de Relaciones Exteriores abriendo los presupuestos; ni a tantas funcionarias obligadas a estudiar feminismo y género. Ni tampoco había visto a un presidente presidir el Sistema Nacional de Igualdad, ya sé, es pura demagogia.
Estoy segura que algo saldrá de este experimento. En los 70 los primeros cambios legislativos de la época contemporánea, como el Artículo 4º. O las primeras políticas públicas, han rendido frutos. Claro, no hay memoria, entonces se hizo la primera encuesta de aborto y se estudió la respuesta a la sexualidad humana, etc.
Ya sé que ahora no podemos evaluar y no podemos hacerlo porque el discurso de la sociedad civil, como se llama, se concentra en las 7 asesinadas cada día y un solo artículo de la ley de Acceso de las Mujeres a una Vida sin Violencia, el relativo a la Alerta de Género, sin mayor análisis o contexto.
Quién estará evaluando la calidad de los casi 3 millones de empleos, cosa increíble en medio de las dificultades internacionales del capitalismo; ni se ha hecho un acercamiento para saber cómo, sin el dinero del petróleo, crecimos igual, poco, pero igual que antes, cuando nos quejábamos por la economía petrolizada.
Que los 5 años de la administración de Peña Nieto para las mujeres será el porvenir, ¿será? Según mi razonamiento, pero por ahora sólo juzgado por las cifras reales de los pendientes, como el embarazo en niñas, la violencia contra las mujeres, el lento proceso de los cambios en las aulas y por supuesto la corrupción.
Viajando de aquí para allá, de ciudad en ciudad; comiendo, durmiendo, enfilando carreteras, subida en un avión, si acaso usara sólo mi percepción diría que aumentó el consumo; que muchísima gente tiene dinero para comer en restaurantes de todos los niveles; que a pesar de los plantones en Oaxaca, está repleta de ventas su alameda o parque central; que miles de personas van a los museos; que hay tierras verdes y grandes y que esas mujeres que responden la Encuesta Nacional sobre las Dinámicas de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), parece que reconocen mucho mejor sus derechos y las violencias que viven; me parece que mucho más que antes, cuando no tenía el fenómeno tanta publicidad y discurso.
Hay días en que pienso que estaríamos muy cerca de juntar un millón de mujeres en el Zócalo para denunciar la violencia, lamentablemente lo único real son las voces de unas cuantas, que están ahí, denunciando, que se reúnen en las instalaciones oficiales o las que se suman a las mesas de discusión, que ya se sabe, por experiencia, que ahí no pasa nada de nada, ese sí que es un engaño.
En fin, que ya estamos listas y con la rodilla en el piso para iniciar la carrera de 2018, donde cada quien se acomoda a su juego para ver qué logra. Y realmente muy pocas movilizaciones para acabar con la impunidad, un sistema de justicia sin protestas, porque la visión patriarcal hace que todas las protestas se dirijan solamente a Los Pinos. Lástima de 47 años de feminismo y la parafernalia digna y limpia, que no logra organizar realmente a las mujeres, tanto que ni siquiera hay redes reales. Es una suerte de maleficio sistemático: no hay cómo hacerle.