La Casa de los Perros: De Fresnillo a Londres
CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ
El 17 de febrero próximo, según el decreto de estímulos fiscales publicado por el Gobierno del Estado, vence el plazo para que las empresas que por ley, les guste o no pues ya está aprobada y publicada, deben pagar el Impuesto Ecológico que les corresponde, lo hagan con un 70% de descuento. Una ganga pues.
Pero una de las empresas que más pelea ha dado para impedir a toda costa pagar lo que le corresponde es Peñoles, cuyo dueño y presidente además del Grupo Bal, Alberto Baillères, y quien fue elegido de entre una lista de 48 figuras, “gracias a su espíritu emprendedor, responsabilidad social y al apoyo en la generación de empleos», para recibir, vía Senado de la República, pero por mandato de Enrique Peña Nieto, la medalla Belisario Domínguez, no quiere dar su brazo a torcer.
Carlos Pavón Campos, líder del Sindicato Nacional Minero Metalúrgico (
La situación es que si el Sindicato interpone el amparo no pasa de que el juez diga que como terceros en discordia pues no tienen vela en ese entierro, pero el escándalo, las declaraciones, las amenazas y las manifestaciones seguirán latentes. Ese es su trabajo, siempre lo ha sido.
Aquí el meollo del asunto es que Peñoles, como empresa pierde más interponiendo el amparo que pagando, y aunque Baillères sostenga que la riqueza material es «un medio, no un fin” y cuando esta riqueza se invierte en el país “es un bien para todos”, no quiere de ninguna manera poner en riesgo sus dineros en la London Stock Exchange (LSE).
Y es que en el mismo momento en que sus abogados acudan al Juzgado, debe dar por enterado de la acción a sus inversionistas, pues el pasivo contingente derivado del pago de impuesto no puede quedarse en secreto, las normas en la LSE son muy estrictas. Ahí no se andan con miramientos.
Por ello, si Fresnillo PLC se ampara, en automático aceptarían antes sus inversores el engaño de que no es, como presume, una empresa que no contamina, que cumple con sus obligaciones fiscales y que no comete delitos como la evasión de impuestos, sino paga puntualmente sus obligaciones fiscales para que «la riqueza material se invierta en el país y así se transforma en un instrumento social que beneficia a todos”, como lo dijo cuando recibió el reconocimiento en la Casona de Xicotencatl.
Esta es la única razón por la que Alberto Baillères usa a los mineros que siguen a Carlos Pavón, y que estoy segura jamás siquiera han tenido la oportunidad de estudiar en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), mucho menos comprarse un buen traje en El Palacio de Hierro, para ocultar la actuación de Peñoles que de esta forma buscan de mil maneras instrumentar el que podrían ser el fraude bursátil más grande de una empresa mexicana que cotiza en la Bolsa más importante del mundo y que es dirigida por Christopher S. Gibson-Smith.
El escándalo ya ha sido tal que los inversionistas ingleses que operan en el edificio de la LSE, ubicado en Paternoster Square, cerca de la catedral de San Pablo, ya deberán avisar que la empresa ubicada en Fresnillo, Zacatecas, tienen que pagar 400 millones de pesos –unos 15 millones 772 mil 870 libras al tipo de cambio actual– del Impuesto Ecológico, esto si aprovecha el 70% de descuento.
A Fernando Alanís, que dirige Peñoles, se le acaba el tiempo. A Carlos Pavón, que lidera al Sindicato, las amenazas. Y en Londres, el pasivo contingente de casi 16 millones de libras esterlinas ya se deja escuchar.
Que tanto es tantito