Matrimonio infantil sin respuesta institucional (especial)
JUANA MARÍA NAVA CASTILLO
A pesar de ser la entidad que ocupa el segundo lugar nacional en matrimonios de niñas menores de 18 años y contar con una reciente ley aprobada en marzo para prohibirlos, no hay una sola política pública o programa para hacerla efectiva.
La entidad, localizada en la región del Pacífico mexicano, tiene un 30 por ciento de población indígena. Ahí las uniones en su mayoría son de hecho, no ante registro civil, por eso no se tiene una estadística real. Entre las menores de edad de las zonas urbanas casi siempre los matrimonios son consecuencia de un embarazo temprano.
La directora del Instituto para la Mujer Nayarita, Gloria Núñez Sánchez, asegura que no es cuestión de políticas públicas sino de que los padres entiendan y eduquen a sus hijas.
Las legisladoras afirman que hace falta educación y que se difunda la nueva normatividad, mientras que también las autoridades indígenas en las comunidades, como lo es el gobernador de la comunidad huichola de La Zitakua, Eliseo Díaz, dice que es importante que se concientice a los y las jóvenes de que deben esperar a casarse, y no hacerlo a los 12 o 13 años, que “aún no saben cómo vivir”.
En Nayarit, en el año 2015 se registraron cinco mil 287 matrimonios, de los cuales 241 fueron entre un hombre mayor y una menor, pero esto no es lo importante, dice Núñez Sánchez, sino las uniones que se dan sin estar casados, de lo cual no hay registro.
Y para que cambie esta situación tan arraigada, en la que las niñas son las principales afectadas y violentadas, dice el investigador de comunidades indígenas, Jesús Amaro, no basta con una ley porque es “más fuerte la creencia que la ciencia”.
Hay que llegar a las figuras clave de las comunidades, a quienes tienen confianza entre la población para convencerla de las desventajas físicas, sociales, psicológicas y económicas de que las y los jóvenes se junten a tan corta edad, e ir incidiendo en que las niñas no deben ser “regalo”, ni “piquete” de los adultos en esas regiones.
La Directora del Instituto de las Mujeres en Tepic, Noemí Ramírez Bucio, señaló que la modificación legal es un acierto de la actual legislatura, para eliminar los matrimonios forzados, pero faltará una política pública que impacte realmente en las uniones que se dan de hecho entre niñas y hombres mayores.
¿Se va a denunciar?, cuestionó.
El tema no es fácil, expresó, pues falta educación y concientización, porque no es sencillo desarraigar una cultura, además se propiciará la unión libre con una total desprotección social y legal para las niñas.
Los cambios en la ley. La prohibición
El pasado 8 de marzo se reformó el Código Civil y de Procedimientos Civiles del Estado de Nayarit, eliminando la dispensa para que las y los niños contrajeran matrimonio a los 16 años y más, y con ello hacer visible lo que podría ser estupro, que se maquillaba con el matrimonio, señaló la diputada Sofía Bautista, presidenta de la Comisión de Derechos de la Niñez.
“Estamos conscientes de que no sólo se da el matrimonio por la vía legal, pero esta es una forma de desmotivar las uniones y de evitar consecuencias de violencia para las niñas”, señaló la diputada.
“Lo que toca ahora es trabajar con las resistencias culturales y los mitos de que las niñas cuando se embarazan quedan desprotegidas o se producen más padres desobligados”, expresó.
En esa entidad, de acuerdo con cifras del IMSS, tres de cada diez madres, son adolescentes.
Para la legisladora que representa una de las comunidades huicholas, Fidela Pereyra, es fundamental el acercamiento con la población indígena, con las autoridades de las comunidades, para sensibilizar. Las principales comunidades de coras, huicholes, tepehuanos y mexicaneros deben tener claro que los usos y costumbres en materia de derechos humanos de la niñez no funcionan.
Aunque hay eventos y pláticas en realidad no existe una clara política pública para hacer cambios auténticos; no se ve por dónde se va a actuar en este tema.
Ivideliza Reyes, diputada presidenta de la Comisión de Equidad de Género, mencionó que el punto está en terminar con las uniones forzadas, principalmente en las regiones indígenas.
Hace falta, señaló, una buena coordinación en todos los órganos de gobierno para que se concientice de que el matrimonio de las niñas no debe ser “normal”.
Las cifras
De acuerdo con el “Diagnóstico situacional de mujeres indígenas y violencia en el municipio de Tepic, 2014”, realizado por el Instituto de la Mujeres en el municipio de Tepic y la Universidad Autónoma de Nayarit, el 67 por ciento de las mujeres indígenas tuvieron su primer hijo antes de los 18 años; de las cuales el 21.6 por ciento fue madre antes de los 15 años.
Revela que un 14.5 por ciento de las mujeres indígenas señalaron que la elección de su pareja se realizó por la madre, el padre, o por arreglos entre la familia y el esposo.
Según ONUMujeres, con datos del INEGI, Nayarit ocupa el segundo lugar nacional en matrimonio de niñas.
El 29.02 por ciento de las mujeres de 20 a 24 años se casaron antes de los 18 años, y el 4.1 por ciento antes de los 15.
El 37.2 por ciento de los casamientos de las menores de 18 años se registra en la zona rural, y el 22 por ciento en la urbana.
El 77.6 por ciento de las niñas que se casan solo tienen la primaria o menos; el 57.3 por ciento la secundaria, y el 15.4 por ciento la preparatoria.
Casi la mitad, el 49.7 por ciento de las niñas casadas provienen de un estrato socioeconómico muy bajo.
La Dirección de Registro Civil del estado reportó en el año 2014, cien matrimonios entre hombres mayores de edad y niñas menores de 18.
Un año después aumentó a 214, y en el primer trimestre del año eran 37, antes de que se reformara la ley en marzo de este año.
La mayoría de las menores que se casan lo hacen entre los 16 y 17 años, dice el director del Registro Civil, Eduardo Naya Vidal, por ejemplo, en el año 2014, el único que tenía desagregado, 47 de ellas tenían 17 años y 30, tenían 16.
Esposas de los jornaleros
La socióloga feminista, investigadora en la UAN, Lourdes Pacheco, señaló que que de noviembre a junio, en el estado de Nayarit llegan los y las jornaleras agrícolas para el corte de caña y de tabaco.
“Los jornaleros traen a sus hijas pequeñas mientras van a la escuela, ya que son recibidos en espacios adaptados para ello; pero cuando ya no hay escuela, la secundaria básicamente, dejan de traer a las niñas pues se convierte en una boca más para alimentar.
“Lo que pasa aquí entonces es que las niñas se convierten en parejas o esposas de un jornalero, con la consecuencia de los embarazos tempranos, que es lo más común del mundo”, explicó la investigadora, quien dice que es un problema serio, pero las niñas no tienen otra manera de ver la vida que no sea la reproducción.
Venir a Nayarit es como una fiesta, y cuando se les dice “tú ya no vienes” las niñas se convierten en esposas, agrega Pacheco al precisar que no todas son migrantes de los estados de Guerrero, Oaxaca y Chiapas, sino de las mismas comunidades de huicholes y coras de la entidad.
En las comunidades indígenas nayaritas, explicó, persiste el apartado de niñas para el matrimonio.
“Ya la tengo dada es una frase tan natural en esos sistemas cuyas normas propias les han dado funcionalidad, y aunque no nos guste, y no compartamos esas ideas, así operan negándoles a las niñas la libertad de elegir su vida.
“A las niñas les rompen otro futuro posible; la instalan en un sistema decidido. Se las “dan” a hombres con poder en la localidad, y al recibir una esposa, el señor será atendido, no va a ser abandonado, y a su vez la niña estará protegida, va a tener la posibilidad de obtener bienes”, expresó.
Agripina y Victoria
“Ay, se casan con corona y todo para separarse luego, luego”, expresó espontánea Agripina, quien nunca se casó, pero se unió a su pareja a los 15 años; él tenía 25.
Nunca hubo un pelado más bueno, dice con gran orgullo esta mujer de ahora 75 años, residente El Botadero, localidad situada en el municipio de Santiago Ixcuintla, quien estuvo unida por 52 años con su pareja quien murió hace seis.
Tiene nueve hijos e hijas. Batalla para hacer el conteo de cuantos nietos y nietas tiene, “parece que son quince”. Tampoco recuerda claramente a las bisnietas y bisnietos. Lo que sí recuerda es que nunca se arrepintió de haberse unido tan chica, “pues eso se usaba”.
Tuve una vida muy bonita, él era muy acarreador.
“Mis hijos nunca desearon una fruta o carne. Llegaba con bosas y bolsas de comida. Era muy trabajador y todos mis hijos tienen estudios”.
Ella, Agripina Valdez Ramos, estudió hasta tercero de primaria, suficiente, dijo para “defenderse y hacer cuentas”.
En la plaza principal de Tepic, Victoria espera a su marido. Ella tiene 18 años, y hace tres está “junta” con Emilio. Tienen dos hijos, uno de dos y medio y el otro está por “completar el año”. Lo mece mientras ve juguetear al mayorcito.
Estudió hasta segundo de secundaria. En la escuela conoció a Emilio, y antes de acabar la escuela quedó embarazada. Entonces decidió irse a vivir con Emilio, pues su madre le dijo que el bebé tenía que tener un padre.
“Yo sí quería vivir con él, y si me respondía pues mejor”. Y así fue, desde entonces Emilio se hace cargo de la familia. Ya no estudió, tampoco ella. Él se dedica a vender dulces y frituras, ella a cuidar de los niños.
Para ella, dijo, es muy normal estar joven y con dos hijos. De hecho, quisiera tener también una niña y aunque le emociona la idea de casarse, dice que es muy caro, entonces “así estoy bien”.
LNY/SEMMéxico