Yeguada flaca

SARA LOVERA

En 2024, si todas las previsiones son reales, 70 años después desde que las mexicanas logramos el voto universal y secreto (1953), podríamos estar ante la posibilidad real de elegir a la primera mujer en la presidencia de la República.

No será sencillo. Todo indica que una de las dos punteras de la oposición llegará a la candidatura, para sumarse a las siete que han competido desde 1982 cuando Rosario Ibarra de Piedra fue postulada por el Partido Revolucionario de las y los Trabajadores.

Ella y Patricia Mercado Castro en 2006, por el partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina (PASC), lograron un millón de votos cada una. Josefina Vázquez Mota, del Partido Acción Nacional, en 2012 logró más de 12 millones de votos, tuvo el tercer lugar. Del PRI nunca hubo.

Esta simpleza nos diría que una de las dos mujeres del Frente Amplio, Beatriz Paredes Rangel o Xóchitl Gálvez Ruiz será competitiva ante Claudia Sheinbaum Pardo, quien, gracias a la maquinaria del partido oficial, es la favorita.

¿Será posible que una mujer llegue a la presidencia de la República? Mi sentimiento es contradictorio, no sé qué pensar, no obstante, el peso y la importancia en las encuestas, nacionales e internacionales.

El Índice de Normas Sociales de Género del PNUD reveló apenas en junio mediciones que indican un retroceso en el liderazgo femenino en todo el mundo y poca confianza en el talento de las mujeres. Esa medición encontró que el 90 por ciento de las mexicanas y los mexicanos duda de las mujeres en aspectos como la política, la economía, la educación y la capacidad física; mientras el INEGI, aunque no encontré el dato firme, habría publicado que el 67.5 de la población admite que una mujer sea presidenta.

Hace tres décadas algunas feministas en el mundo luchan porque las mujeres lleguen a puestos de decisión, incluso a la presidencia, como algo de elemental justicia. Esta demanda afirma que primero lleguen, que sean ejemplo y después se verá si logran gobernar de otra manera, en democracia y se comprometan con la reivindicación de los derechos de las mujeres.

Ese es el tema. ¿Qué significará para México una mujer en la primera magistratura? respecto de tres cosas: democracia, justicia social y justicia para las mujeres.

Hasta ahora las punteras, tanto en la cuatroté como en el bloque opositor, hablan de feminismo o de género, ninguna proviene, sin embargo, del movimiento, como sí Francia Márquez Mina, Vicepresidenta de Colombia desde el 7 de agosto de 2022, o el caso de Michelle Bachelet Jeria dos veces presidenta de Chile -2006 y 2014- ambas con una hoja de vida reivindicativa para las mujeres.

Sheinbaum Pardo tiene una mirada muy reducida respecto de la emancipación de las mujeres, limitada a sólo llegar, “si pueden”, poco profunda y nada comprometida con la vida y libertad de las mujeres. Gálvez Ruíz parece más empática con los “sufrimientos de las mujeres” y sí cree en su potencial, pero sólo económico; Paredes Rangel cuenta con muchos más instrumentos, discursivos; ha sido aliada de las feministas, y empujó asuntos trascendentes desde sus posiciones de poder, sabe más. Pero no las pone en el centro.

Es decir, como dicen los hombres, las feministas tenemos una yeguada flaca para enfrentar la crisis humanitaria de la violencia machista, el feminicidio, la desaparición, la discriminación contra las mujeres, las enormes brechas laborales, la doble y triple jornada, los obstáculos sistemáticos para ser reconocidas en el día a día; la exclusión y el uso del poder sobre nuestros cuerpos, nos niegan aborto y abusan de la maternidad, más la invisibilidad en la economía y en los medios de comunicación. La cultura que el PNUD llama Normas Sociales de Género. Veremos