Vivir en tiempos del coronavirus
SOLEDAD JARQUÍN EDGAR
La que podría ser una solución en un caso resulta un grave temor fundado para la otra. En el caso de la pandemia de salud física se ha tomado la medida de “decretar” cuarentenas, nadie se mueve más allá de los dinteles de la casa familiar, como ya sucede en diversos países de Europa, donde se les multa, se echó al ejército y a los cuerpos policiacos –por lo visto inmunes- a la calle para evitar el tránsito. La explicación científica es válida, entre menos contacto se pueda tener con otros seres humanos, menor será el contagio.
El pero está en que el dulce hogar no es un lugar idóneo para un enorme porcentaje de mujeres que conviven con sus parejas. Hay un reflejo que tenemos que mirar, ya sucede en esas ciudades del primer mundo, hay reportes sistemáticos de violencia de género contra ellas. Es decir, la pandemia por esa violencia sigue su camino, no cambia la ruta. Difícil decirlo, pero es cierto estar en casa “toda la familia” no siempre es un ambiente de felicidad, hay hostilidad, recargas de trabajo para las mujeres y mucho aburrimiento para ellos a pesar de sus entretenimientos caseros. La molestia cunde, el enfado también y deviene en lo que sabemos, a veces, con daños irreparables.
Parafraseando el título de la novela de Gabriel García Márquez pensé en ¿cómo es esto de Vivir en los tiempos del Coronavirus y la pandemia de la violencia contra las mujeres dentro del hogar?
Quizá haya respuestas y me atrevo a asegurar una o dos, por ejemplo, se tendrían que implementar toda clase de acciones por parte de las instancias responsables de atender, prevenir y castigar estas fallas de origen de la construcción social, cultural, política y económica humanas que siguen permitiendo la perpetuación de la violencia contra las mujeres. Acciones concretas y respuestas rápidas. Todos los hombres con denuncias formales e informales por agresiones contra mujeres, sus parejas, tendrían que ser confinados a refugios temporales, mientras pasa la contingencia. Una medida “radical” para un problema radical.
O, que se decrete, una metodología más eficiente de justicia real, es decir, pronta de verdad, ante los hechos consumados de violencia contra las mujeres por parte de sus parejas dentro del hogar y con sanciones ejemplares.
Lo que digo es como soñar despierta, mientras escribo. Imaginemos ese contexto, donde ahora sí, que todo acto de agresión perpetrado contra una mujer tenga una respuesta efectiva y eficiente. No se pide más que de lo de costumbre, lo demandado desde hace décadas por las mujeres, las feministas.
Si los sistemas nacionales o estatales, o los consejos municipales de prevención, atención, sanción y erradicación de la violencia contra las mujeres está vez sí responden, habría la posibilidad de que esta cuarentena que se avecina en México tenga una respuesta certera y concreta para las mujeres.
A las ciudadanas se nos permite soñar, al funcionariado no. Su tarea es cumplir con sus mandatos.
Las chavas frente a la violencia
Dicen que el ejemplo cunde. Las jóvenes universitarias de la UNAM seguirán en plantón pese al coronavirus, porque aseguran que sus demandas y denuncias contra sus agresores no avanzan y todavía más porque sus peticiones ante la institución siguen igual que siempre, sin una respuesta que las convenza.
El movimiento de las universitarias y estudiantes de bachillerato se ha propagado por todo el país, ellas, como muchas otras generaciones antes, viven el acoso y el hostigamiento cada día. Ahora dicen ¡Basta! Con justa razón.