Violencia contra mujeres y armas

SOLEDAD JARQUÍN EDGAR

En el contexto de los 16 días de activismo contra la violencia hacia las mujeres y las niñas, por cierto, una propuesta del Centro para el Liderazgo Global de Mujeres de 1991 nos invita a no perder del hilo de nuestras más profundas preocupaciones: la violencia.

Las periodistas feministas ni las organizaciones de la sociedad civil que luchan por los derechos de las mujeres no estábamos equivocadas, a mayor violencia generalizada en el país más riesgo para las mujeres.

A propósito del 25N, la organización Data Cívica, más datos para más personas, publicó Lo que sabemos sobre la violencia que viven las mujeres en México, con datos muy específicos que lamentablemente no siempre se reconocen, incluso, se invisibilizan.

El informe que presenta Data Cívica refiere que desde 2006, cuando el expresidente Calderón inició la llamada guerra contra el narco, la tendencia de asesinatos violentos contra mujeres sigue una tendencia parecida a los homicidios de hombres, aunque con una tasa menor para las mujeres.

En los últimos 20 años, entre 2003 y 2023 el incremento de asesinatos contra mujeres “en general” aumentó un 127 por ciento. Su hipótesis es que este incremento está vinculado a la violencia generalizada.

Otro hallazgo y que ya había sido planteado por diversas organizaciones es la relación de los asesinatos violentos contra mujeres y el tipo de armas que se utilizan. En el país dice el informe de Data Cívica em 61.3 por ciento de estos hechos violentos fueron cometidos con armas de fuego.

En el caso particular de Oaxaca, pongo el ejemplo porque es lo que sucede en todo el país, Consorcio Oaxaca refiere que en 2017 el porcentaje de asesinatos de mujeres fue del 56 por ciento. En sus informes anuales la organización de la sociedad civil reportó que en el periodo 2018-2019 este porcentaje creció tres puntos porcentuales (59 por ciento) y en 2023, de cien asesinatos violentos contra mujeres, el 62 por ciento se cometieron con armas de fuego. Es decir, 1.3 por ciento más que el registro nacional hecho por Data Cívica.

El escenario nacional tiene que ver con la cada vez mayor presencia o circulación de armas de fuego en México. En 2021, por ejemplo, el país ocupó el sexto lugar con más armas en el mundo. “Small Arms Survey estimó que 15 millones de armas están en circulación en México y otro estudio sugiere que podría haber habido hasta 24 millones en el periodo 1990-2013”, dice una cita extraída de otro estudio realizado por Intersecta Organización para la Igualdad, AC Data Cívica, AC EQUIS Justicia para las Mujeres, AC Centro de Estudios Ecuménicos, AC llamado Violencia de Género con Armas en México.

Estos datos nos hablan de una realidad y sus consecuencias. La violencia generalizada no es un hecho aislado o ajeno a la vida de las mujeres, las estadísticas de estos 20 años nos dicen otra cosa, entonces es necesario que se accionen otro tipo de medidas para contrarrestar un fenómeno que deja dolor y desolación. El dolor por la pérdida y la desolación porque la exigencia de justicia en México es caminar sin brújula en un desierto.

Ahora que se plantea desde el palacio nacional, en la voz de la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum Pardo cero impunidad en los casos de feminicidio y el anuncio de la campaña ¡Es tiempo de mujeres sin violencia! ¡Súmate y transforma! es el momento de hacer hincapié en la importancia de la campaña sí, para hacer cambios a la anquilosada estructura patriarcal que efectivamente sigue permitiendo la violencia hacia las mujeres, con costos altísimos, proyectos de vida truncados, orfandad y ese contexto que produce miles de huérfilas (madres que pierden a sus hijas). La campaña requerirá de un cambio fundamental en la política pública que debe pasar de las declaraciones a las acciones.

También es importante homologar el tipo penal. No para reducir las llamadas “razones de género” sino para ampliar esas “sin-razones” que llevan a cometer estos violentos crímenes contra mujeres, para que ahora sí sea efectivo aquello que pomposamente pregonan las fiscalías del país, cuando sostienen que investigan los asesinatos violentos de mujeres como feminicidios. Aunque la realidad sirva solo para invisibilizar y ocultar casos amparados en las “razones de género”, que habría que decir, todavía no se acaban de entender entre el personal de las fiscalías ni de los tribunales.

Mi atrevida sugerencia, para evitar el “Tín Marín de do Pingüe” que se avientan para determinar si son o no feminicidios, es ampliar las famosas “razones de género”.

Julia Monárrez Fregoso – Doctora en Ciencias Sociales con especialización en Estudios de la Mujer y Relaciones de Género, por la Universidad Autónoma Metropolitana. Profesora investigadora titular en El Colegio de la Frontera Norte- ya ofrece una clasificación: feminicidio íntimo, no íntimo, infantil, familiar, por conexión, por prostitución, por trata, por tráfico, por transfóbico, racista, por mutilación genital femenina, sexual serial, por robo, por violencia juvenil, por violencia comunitaria o económica, narcotráfico y crimen organizado, y otros que seguramente saldrán.

En fin, tendremos que esperar a ver qué están pensando. Para detener los feminicidios es necesario cambiar o ampliar el marco jurídico y el andamiaje institucional.