Un encierro que late al ritmo de la tradición jerezana
Jerez, Zac .— Con el eco de los clarines y el palpitar de cientos de corazones, el encierro de La Jerezada 2025 se convirtió, una vez más, en el epicentro de la pasión y la tradición que definen a este pueblo lleno de historia y folclor. Cientos de personas, entre locales y visitantes, se congregaron en el circuito taurino para ser testigos de un evento que, más que una festividad, es un rito que mantiene viva la esencia de Jerez.
El presidente municipal, Rodrigo Ureño, encabezó este festejo acompañado por el dirigente de la Peña Taurina, José Manuel Bañuelos, y la embajadora de La Jerezada, Alondra Soriano, quien con su presencia simbolizó la elegancia y el espíritu de esta celebración. A ellos se sumó el diputado federal Ulises Mejía Haro, quien no dudó en ser parte de esta tradición que, año con año, reafirma su lugar en el corazón de los jerezanos.
Al grito de «¡Abran las puertas!», los corredores iniciaron el recorrido del circuito, desafiando con valentía a los toros en un espectáculo lleno de adrenalina y emoción. Este encierro diurno, que cumple 26 años desde su primera edición, no solo es una prueba de destreza y audacia, sino también un homenaje a una tradición que se ha convertido en símbolo de identidad para Jerez.
Desde el tapanco, el alcalde y las autoridades disfrutaron del evento, acompañados de sus seres queridos y de una comunidad que, con su entusiasmo, demostró que La Jerezada es más que un festejo: es un espacio de unidad y orgullo colectivo. Este año, la coincidencia con el Día de la Familia añadió un matiz especial, permitiendo que más personas se sumaran a esta fiesta que, más allá de la emoción taurina, refuerza los lazos que unen a las familias jerezanas.
La Jerezada 2025 no solo consolidó su lugar como una de las festividades más emblemáticas de Zacatecas, sino que también reafirmó que Jerez sigue siendo el corazón de las tradiciones, un lugar donde el pasado y el presente se entrelazan para crear momentos que perduran en la memoria.
En cada corrida, en cada grito, en cada aplauso, Jerez demostró una vez más que su espíritu festivo y su amor por las tradiciones son tan fuertes como el toro que corre por sus calles. Y así, con el polvo del circuito aún en el aire, quedó claro que La Jerezada no es solo una fiesta: es el alma de un pueblo que late al ritmo de su gente.
LNY/Redacción