Tres años de polarización y desaciertos del presidente

OSVALDO ÁVILA TIZCAREÑO

El gobierno federal que encabeza Andrés Manuel López Obrador celebró el pasado 1 de diciembre el tercer aniversario de su gobierno, lo hizo con una concentración masiva en el zócalo capitalino donde su partido Morena concentró a ciudadanos de todo el territorio nacional a efecto de que escucharan los resultados de la mitad del gobierno de la 4t.

En este caso también hubo opiniones divididas, mientras algunas voces se desgarraron las vestiduras para reconocer los logros, que en un extravío total centraron la valoración del desempeño con el tamaño de la concentración de simpatizantes del partido guinda, por el contrario, hubo quienes descalificaron en absoluto el ejercicio gubernamental.

Por principio creo que se magnifica la concentración masiva y se comete un error lógico al enaltecer y afirmar que es una prueba del gran apoyo popular. Si partimos que en el país habitamos poco más de 120 millones de mexicanos, hablar de 70 mil asistentes no representa siquiera el 1% del total, pero tampoco podemos centrar la discusión en si eran acarreados o no; el tema no es si se les pagó por acudir o fueron solo beneficiarios de algún programa becario, el fondo del asunto es que el evento no puede concebirse como manifestación de apoyo de todos.

Entre los temas que a mi juicio es necesario reconocer como logros positivos destacan los programas sociales en beneficio de la gente de la 3ra edad que este año recibieron un incremento económico significativo, también las becas para los jóvenes de educación superior, así como el apoyo a los discapacitados y el programa de jóvenes construyendo futuro, que si bien es cierto se plantean como universales estos tienen limitaciones, pero sin duda constituyen un apoyo a las familias empobrecidas.

Sin negar lo anterior son muchos los rubros que dejaron de atenderse con la aplicación de la lucha anticorrupción y la austeridad, los datos son elocuentes: de acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social entre 2018 y 2021 el número de mexicanos en situación de pobreza subió de 51.9 millones en el último año de gobierno de Peña Nieto a 55.7 millones con AMLO, esto a pesar de los programas sociales, pero de  estos resultados ya no se puede seguir culpando al pasado porque ya son tres años del gobierno actual.

En materia de infraestructura las cosas no andan mejor porque se privilegian  las entregas  monetarias pero se castiga la edificación de obra pública y el mantenimiento a carreteras; pero la situación más grave la padecemos en materia de seguridad, la estrategia de “abrazos, no balazos” ha resultado totalmente catastrófica, pues en los primeros 3 años de gobierno de Felipe Calderón la cifra de muertes violentas era de 41 mil 375, con Peña Nieto 63,977 y en la presente administración son ya 106 mil 597, una auténtica masacre.

Pero en otros rubros las cosas andan igual, son unos 81 programas como Prospera, Estancias Infantiles, Procampo, el 3X1, o Fondo Minero los que han desaparecido sin proponerse un sustituto que atienda estos sectores, mientras el sistema de salud es un auténtico desastre y la inflación casi alcanza el 7% y por ende la canasta básica anda por las nubes.

Hoy está de moda varios asuntos que son  de preocupación nacional, por ejemplo el conflicto que el mandatario ha magnificado contra el comunicador Carlos Loret de Mola por sus trabajos periodísticos con los que demuestra que eso de ser austero y el no aspirar a riquezas no es para sus colaboradores y familiares, pues su hijo José Ramón López Beltrán ha sido exhibido por sus gustos por las  mansiones lo que provocó pleito con los medios de comunicación y periodistas, pero en general, por atentar contra la libertad de expresión lo que ha provocado mayor polarización de la sociedad mexicana.

Sucede que el propio presidente es quien provoca las investigaciones y señalamientos al asumirse como juez infalible de la honradez, austeridad y moralidad de todo el país sin que nadie le haya otorgado ese derecho, porque como guía de la nación tiene como deber inalienable el procurar la armonía con todos los sectores de México, pero él hace todo lo contrario.

Hasta donde vamos, contemplamos el capítulo digno de un pendenciero, el presidente de México se ha atrincherado en la presidencia como un porro y desde allí sermonea, acusa, ofende, reprime a quienes no se pliegan a sus discursos y fanatismos. En otros tiempos se tenía a alguien que se encargaba del trabajo sucio, pero ahora es el propio mandatario que nos brinda sus prédicas de falsa incorruptibilidad y de austeridad franciscana alborotando la vida de todos los mexicanos.

Por eso a la mitad del sexenio puedo afirmar que el balance es malo y lo peor de todo es que no se ve intención de enmendar el rumbo, por el contrario, se refuerzan acciones que no son yerros ni omisiones involuntarias, al parecer se trata de un plan consciente que obedece a una visión unipersonal impuesta a ultranza a pesar de los resultados negativos que lesionan a la clase trabajadora que a cambio de su beca calla, obedece y perdona todos los desatinos del presidente.