Sucedió en Florencia
JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX
Algunas crónicas que hablan de la fundación del municipio, dicen que tuvo lugar al llegar a la zona una pareja de nombres Florencio y Florencia: mucho los quiso la gente por la curiosidad de sus apelativos repetidos, y por la generosidad que les caracterizó. Fue hasta 1962 que se concedió el carácter de municipio a la región: se le quedó el nombre de Florencia y se le añadió, “de Benito Juárez”.
Las tierras que hoy son de Florencia, pertenecieron al Teúl de González Ortega. Son tierras caxcanas y esas tribus reinaron hasta que en 1539 llegó a conquistarlas Nuño Guzmán. Resulta interesante señalar que, a diferencia de lo que sucedió en otros lugares del país, los indios caxcanes no se mezclaron con los españoles ni con los mestizos siquiera: su raza se conservó pura durante muchos años, tanto así, que mediante una cédula real se les concedieron grandes tierras de cultivo y agostadero que conservaron durante centurias. El asentamiento más antiguo del municipio es, sin duda, San Lucas Tepetitlán. También la Comunidad de los Campos cuenta aún con el pergamino de la citada cédula virreinal que mucho habla del carácter comunitario de la región.
Si bien la tradición de “los Florencios” suela romántica -casi de Romeo y Julieta- es también probable que la fundación tenga que ver con la llegada de tres familias de apellido Arellano, las cuales se establecieron; una en el rancho de Jihuiton, otra en Tonilco y la otra en la que hoy se conoce como Los Charcos. No es raro que al mentarse el apellido “Arellano”, mucha gente inmediatamente lo refiera a Florencia, el municipio donde esas familias se han ramificado de manera amplia.
La devastación llegó a Florencia de Benito Juárez cuando la Revolución Mexicana atravesó la zona, pero también cuando los Cristeros libraron su propia batalla en la región. Es momento de citar a Jean Meyer, que detalla en su libro “La Cristiada”, la enorme cantidad de pobladores que sufrieron la violación y la tortura de quienes los perseguían por su fe. Los viejos todavía se acuerdan de la forma en que huyeron sus padres –y ellos muy pequeños les acompañaron- a esconderse a las barrancas y a habitar las agrestes montañas del Teúl durante casi dos años, hasta que pasó “la bola”, Plutarco Elías Calles calmó su furia y los militares regresaron a los cuarteles aquella aciaga ocasión.
Fue hasta el 25 de agosto de 1862, cuando se puso la primera piedra que amplió la capilla y que creó la iglesia de la cabecera municipal. Resulta casi triste su festejo: el segundo sábado de agosto de cada año, se celebra el » Día del hijo ausente», para recordar a quienes han emigrado a Estados Unidos. Se realizan misas y peregrinaciones desde todos los barrios del pueblo de Florencia, como pasa en la fiesta de la Inmaculada Concepción del 8 de diciembre.
No tienen museos, apenas 7 escuelas de preescolar, 10 primarias, 1 secundaria, 3 tele secundarias y 1 bachillerato. «El campo de los seminaristas» ubicado al sur de la cabecera municipal, es su área deportiva más importante, que cuenta con un carril de carreras de caballos, zona de recreación de convivencia familiar, canchas de fútbol, juegos infantiles y un lugar para fiestas con alumbrado publico. No es demasiado para una población que apenas llega a las 5 mil personas según los censos recuentan, que no tiene más de mil viviendas y donde la mitad de los habitantes está prácticamente concentrada en la cabecera municipal.
El 43 por ciento son agricultores: calabaza, fríjol y maíz son sus principales cultivos. Para un municipio de 300 kilómetros cuadrados, muchos de ellos rocosos y de difícil acceso, la superficie cultivada es menor a las 2 mil hectáreas. Hoy todos viven tiempos de confusión, de sobrecogimiento. Se han convertido en noticia mundial aun cuando no tengan en su haber ningún personaje ilustre, según lo consignan los anales bibliográficos y los archivos históricos de México: sólo dos, Florencio y Florencia, perdidos en la leyenda.
El impacto informativo que irrumpiera la nación misma y al mundo incluso, es el supuesto enfrentamiento entre dos grupos delictivos en el pasado reciente. Las versiones sobre el número de muertos fueron diversas: ocho, quince veinte… finalmente se aceptaron cuarenta. Pero en visita a la población, que aún custodian a la entrada por la carretera que proviene del Teúl de González Ortega, dos vehículos a cada lado del camino a distancia de 300 metros uno del otro, las versiones son muy otras. Los lugareños señalan que a pesar de su aspecto de guerra, son sus custodios absolutamente amables con quienes allí viven y sólo detienen a los autos cuyos viajantes les parecen sospechosos. La población ha contado a los muertos: más de cien en esa contienda sangrienta de junio del 2011. Los acribillados fueron recogidos por el camión de la basura de la comunidad.
Un pueblo alegre, de gente bella, que hoy vive en el pavor de ese hecho. El palacio municipal estuvo cerrado muchos días, la policía huyó y fue asesinado un hermano del alcalde. La festividad de este bello municipio desapareció de los rostros de sus habitantes. Deambulan con el recuerdo del color de la sangre, en espera de que no se repita la violencia. Florencia merece un futuro mejor para su gente. La tranquilidad y la paz nos conciernen a todos. No se vale culpar a la Revolución, a la Guerra Cristera o al pasado gobierno de la violencia, solamente juntos devolveremos la fe a gente como la de Florencia, un pueblo fundado entre leyendas que hoy parece haberse despertado de una pesadilla en la que no soñó jamás.