Sótano Uno | Sultepec, la historia de Cos, el RBD
Cos, el RBD. – Fuiste mi ejemplo papá. Eres mi luz en el camino. FRMS. El periodista observa la calle a través del ventanal de esa histórica cafetería del centro histórico. Afuera, Madres Buscadoras exigen a Claudia ser la mujer que dijo sería. “Los anhelos de justicia no deberían quedarse en el tintero”, diría José María Cos, el intelectual de la Independencia de México.
Es curioso –dice el amanuense mientras degusta de ese café americano sin azúcar-, pero no se imagina cómo ese tal José María de Cos y Pérez, pasó de ser un burgués de alta alcurnia, político, escritor y periodista novohispano, a ser un “RBD” de la Independencia, a estar del lado de “los jodidos”, “de la raza” pues… No lo ve escondiéndose en la montaña, como lo hacía el mafioso Servando Gómez “La Tuta”, y menos cargando esa imprenta hecha a mano y que seguro pesaba la ¡Santa Madre de Cristo!
¿Por qué lo hizo? Mire –dice el periodista insurrecto-, por allá de 1800, en Zitácuaro, se reunieron el comandante Ignacio López Rayón, José María Morelos, José María Liceaga y José Sixto Verduzco. Ahí, al calor de unos tragos de charanda, Rayón les presentó al Dr. Cos, del que les refirió: “Es un hombre que se ha destacado por sus conocimientos y esas ideas que han inspirado este levantamiento contra la tiranía de España. Lo necesitamos porque la lucha también tiene como armas las letras y el papel”. Así que, con el pecho inflado como buche de guajolote, Cos construyó una imprenta moviblr, con los tipos de madera que sólo tenía un árbol, el Tzalam, cuya madera es dura como la cara de Donald Trump.
El 11 de abril de 1812 se cree que fue impreso el primer ejemplar del Ilustrador Nacional y que pudo haber salido de la Villa de Sultepec, sólo que no tenía dirección y fue elaborado con tinta de aceite y extracto de jiquilete. Cos lo describió con las siguientes palabras: “Una imprenta fabricada con nuestras propias manos describe a México, entre la agitación y el estruendo de la guerra… sin más artificios y las luces que nos dan la reflexión y la necesidad, es un comprobante incontestable del ingenio en sus extraordinarios esfuerzos para sacudir el yugo degradante y opresor”.
Se imprimían seis ejemplares a la semana, con las historias del reportero Andrés Quintana Roo, pero cada uno fueron recogidos y destruidos el 3 de junio de 1812, por órdenes del virrey Francisco Javier Venegas, quien prohibió su circulación “… y todos los demás papeles incendiarios que con cualquier título den luz a los rebeldes…”.
La persecución del gobierno lo aisló en la sierra suriana, rentando una casa en el centro de Sultepec, donde continuaba imprimiendo mensajes contra el imperialismo mexicano, para luego huir a Querétaro a “salto de mata”, como estuvo en Colombia Pablo Escobar en 1993. Finalmente, el coronel Ignacio García le echó el guante durante el operativo “Atarraya” (nsc) y lo puso preso en el Convento de San Francisco, siendo indultado en 1917.
Desde la Villa de Sultepec, Cos impulsó el periodismo insurgente. Fue fiel al “cabecita blanca”, no a López, a Hidalgo, el sacerdote de la sotana negra, siendo uno de los más grandes influencer’s nacionales, con más followers que Yosstop, el Fofo Márquez o Doña Carlota.
Murió en Pátzcuaro en 1819 y nunca dejó de comer galletas de “fruto de horno” ni beber su “charape”. El periodismo mexiquense lo conmemora cada 11 de abril, convencido también de que la lucha incansable de la prensa independiente nació ahí, en Sultepec. Hasta otro Sótano.
X: @raulmanduj