Sinaloa, la piedrita en el zapato de AMLO
RAÚL MANDUJANO SERRANO
Mire Usted –explica el compositor de las baladas maquiavélicas-, la apuesta del mandatario mexicano y su séquito de colaboradores es que lo acontecido en Culiacán se desvanezca con el tiempo y mientras, la copla será seguirá siendo que, en su benévola existencia, tomó la decisión de un gran estadista y salvó al pueblo de una masacre. Y es que, primero, se lava las manos al decir que él no ordenó el operativo; dos, al saber de éste, avaló la decisión; y tercero, México debe enaltecer al mesiánico y evangélico dominador del pobre y del necesitado.
El presidente sigue haciendo alarde de prepotencia, escarnio y burla, propiciando divisionismo aun cuando los errores son de él o su gobierno. Tiene razón al suponer que lo de Sinaloa ya pasó. Se fue ese momento en que la Guardia Nacional y el Ejército “salieron con la cola entre las patas” al enfrentar al narco y si, también los robos y secuestros de los normalistas de Tenería se olvidarán con el ejercicio de la impunidad.
Mire, el Centro de Análisis de Políticas Públicas, México Evalúa, presentó en 2018 su evaluación del Sistema de Justicia Penal en el que destacó que el 96.1% de los delitos que fueron denunciados en el país quedaron impunes. Cheque esto: cada policía investigador, por estado, atiende alrededor de 118 indagatorias; los Jueces, cada uno, atienden en promedio 104 causas penales y sólo hay en México casi un juez por cada 100 mil habitantes.
Y ante este endeble panorama, enfrentamos la inseguridad con una legislación vulnerable; armamos al crimen organizado con una estrategia de “fuchi”; continúa el tráfico ilegal de armas, el narcotráfico se vuelve poderoso, los asaltos en la calle y en autobuses son el pan de cada día, los asesinatos son delitos menores y los ciudadanos seguimos saliendo de casa con el “Jesús en la boca”, y mientras, nuestras autoridades sólo fanfarronean…
Colofón. – Elizabeth Lara ¿Una mujer al frente de la CNDH?
Mientras degusta de una torta de mole verde con pollo deshebrado y una botella de agua –el periodista anduvo con trabajo de calle- el redactor soez lee detenidamente líneas biográficas de Elizabeth Lara Rodríguez, aspirante a encabezar las acciones de una menospreciada Comisión Nacional de los Derechos Humanos. La oaxaqueña compareció ante las Comisiones Unidas de Derechos Humanos y de Justicia en el Senado de la República. Ante estos gurús de la faramalla, Elizabeth expuso un plan de trabajo consistente en tres pilares: una CNDH itinerante y cercana a la gente; construir acuerdos con la sociedad para reforzar vínculos de equidad; y tres, respeto a la dignidad de todas y de todos, porque “si queremos servidores públicos que respeten los derechos humanos, también necesitamos ciudadanas y ciudadanos que conozcan la ley y los respeten”.
Le quedaría bien a la Comisión ya no una camisa con corbata, sino una blusa con falda “bien fajada” porque, si bien nadie duda de la personalidad y honestidad de los dirigentes anteriores de derechos humanos, lo cierto es que, al igual que los ombudsman estatales, la CNDH ni se ve ni se escucha, tampoco se confía en ellas y quizá se deba a que hoy la mano fuerte debería ser de una mujer que, como Elizabeth Lara, es activa luchadora contra la tortura, los crímenes de odio, las desapariciones forzadas, la trata de personas, la discriminación indígena, la marginación en el sistema penitenciario y la intolerancia hacia los integrantes de la comunidad LGBTTTI.
Twitter: @raúlmanduj