Simone de Beauvoir
JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX
Le decían “La Mujer Rota” y no les faltaba razón. No sólo por su magnífica trilogía, así denominada, sino por sus aires libertarios, con los que rompió tantos cánones, para la humanidad toda. De profesión, filósofa, de vocación mujer libre. Una de las mujeres –con tener muchas en mi lista- que he admirado desde siempre, con Tal vez haya sido por el momento en que realmente la conocí: sentado como un francés más,-o como un ciudadano más del mundo-en plenos Jardines de Luxemburgo, oyendo el rumor delas fuentes, mirando a la gente pasar o recostarse en el verde césped y leyendo su libro, que hoy no estoy seguro si fue “Tous les hommes sont mortels”,que escribiera en 1946, cuando despertó de su mundo constreñido y atado, de una familia de alta burguesía, con la que había que cargar a cuestas, lo mismo que con la fe religiosa y con las largas tradiciones de su infancia.
Tal vez la obra que leí en algún cafetín dela Place D’Italie fue Les Mandarins, que publicó en 1955 y que le valió el prestigiado premio Goncourt. No importa eso ahora, frente a la grandiosidad de espíritu que su legado entero transmite y que se renueva cada día, ante la mirada asombrada de sus nuevos lectores, que crecen en número siempre. Este año, Simone de Beauvoir habría cumplido ciento siete años de su nacimiento. Le esperarán esta vez las advocaciones y recuerdos de muchos que antes defenestraron su obra, y le aguardan grandes reivindicaciones del “Primer Sexo”, los hombres, tantas veces engolosinados con su posición dominante y nunca cuestionada formalmente, hasta la llegada de la grande Simone, precursora de la “libertad de matrimonio” que ahora es ley en estados unidos y que pinto de arcoíris tantas caras en Facebook, de acuerdo con las medidas de igualdad de género que se han tomado.
Desde antes de la aparición de la que muchos consideran su “obra cumbre”, “El Segundo Sexo”, publicada en 1949, con su profunda reflexión sobre el papel de las mujeres en la sociedad de su tiempo, Mademoiselle Beauvoir era todo un tema, una mujer fresca en su lectura, estudiante de filosofía en la Sorbona, donde después trabajó como maestra hasta 1942.
Su amistad y su vida en común con Jean Paul Sartre, a quien conoció precisamente en La Sorbona, en 1929, influyeron decisivamente en su obra, adscrita a la corriente existencialista francesa. Fue impulsada por Sarte precisamente, que dejó la enseñanza, impartida con brillantez en Rouen, Marsella y París, para dedicarse a escribir en “Los Tiempos Modernos”, la revista que dirigía su pareja sentimental.
Sartre y Beauvoir estuvieron unidos hasta la muerte, si bien su relación fue liberal, pues ella tuvo otros amantes, como el escritor estadounidense Nelson Algren, quien fue parte importante de su vida, por lo menos entre 1947 y 1964.
En el género ensayístico obtuvo un gran éxito con su vasto y polémico estudio “Le deuxième sexe”(dos volúmenes, 1949-1950), sobre la condición de la mujer, pero no es menos destacable “Pour une morale del ‘ambigüité”, de 1947.
No solamente el feminismo fue su bandera. Para probarlo está su importante obra “La vejez”( 1970), sobre el proceso de envejecimiento, donde realiza una dura y apasionada critica a la actitud de la sociedad hacia los ancianos.
Valdría la pena revisar una de sus obras postreras, “La ceremonia del adiós”, realizada en 1981, donde evoca la figura de su compañero y colega de tantos años, Jean Paul Sartre.
Mujer de tempestades, quien sin embargo, pensaba que “la felicidad no da para narrar buenas historias” y que es en la tristeza y el desgarramiento, cuando se dan los mejores frutos literarios. Se la enterró en el cementerio de Montparnasse de la capital francesa, en la división 20, al lado de Sartre, su gran amor, pero paradójicamente llevando en su mano el anillo de plata que le regaló su amante Nelson Algren al despertar de su primera noche de amor.
Me gusta Simone, la extraño entre nosotros, aunque un poco la vea como colega y madre de muchas mujeres –mexicanas también, desde luego- que libran la batalla de la igualdad y la dignidad todos los días, desde los más diversos frentes.