¿Se entenderá mejor ahora qué son y por qué luchan los antorchistas?
AQUILES CÓRDOVA MORÁN
No quiero detenerme ahora en repasar, uno a uno, los adjetivos, injurias, imputaciones gratuitas y acusaciones sin fundamento que, durante 45 años, han lanzado contra Antorcha los actores políticos de todo pelaje ideológico y sus servidores mediáticos. No lo creo necesario para mi asunto de hoy ni creo que los hayan olvidado sus promotores y autores materiales, como para hacer necesario un recordatorio por parte nuestra.
Creo que me basta con aludirlos en bloque para, sobre esa base, insistir en lo que he dicho con anterioridad: que nadie en este país, ningún “intelectual”, investigador, publicista o simple plumífero de a tanto la línea, ha acertado nunca a decir nada a derechas sobre nosotros, sobre la verdadera naturaleza ideológica, política y social de Antorcha Revolucionaria y su reclamo a ser considerada como una organización de lucha popular en defensa de quienes menos tienen. Nadie de quienes nos han “estudiado” lo ha hecho movido por un deseo genuino de saber la verdad; han partido de una opinión preconcebida, inmodificable y, por supuesto, negativa, de lo que se proponen “estudiar” o sobre lo que quieren opinar. No investigan para saber, buscan pruebas para apuntalar lo que ya saben (creen saber) de antemano. Buscan demostrar un pre-juicio que estiman una verdad irrefutable, aunque no sepan decir por qué.
¿Antorcha? ¡No hombre! ¡Qué luchadores sociales van a ser esos! Son el engendro de Raúl Salinas; son grupo de choque y brazo armado del PRI; son chantajistas que solo buscan dinero para los líderes; son viles explotadores de la necesidad y de la pobreza de la gente; sus supuestas banderas sociales son el cebo para atraer a los necesitados a sus marchas y mítines. ¡Los antorchos son los más sucios y despreciables traficantes de la pobreza de los mexicanos, y merecen el repudio, la condena y el desprecio de los “verdaderos” luchadores! Así piensan y se expresan, sobre poco más o menos, todos los que, por una u otra razón, se ven forzados a ocuparse de nuestro Movimiento y de nuestra actividad.
Nuestra obligada defensa ante estos agravios ha seguido tres caminos básicos. El primero ha sido denunciar la absoluta falta de pruebas que caracteriza, sin excepción, a todos quienes escriben de Antorcha, sin distinción de fuste intelectual, imagen pública, medio o institución que los patrocine, y en exigir, en consecuencia, que cubran esa deuda con la verdad y con sus lectores. El segundo ha consistido en exponer nosotros, cuidando de no caer en los mismos errores que criticamos, es decir, procurando presentar todas las pruebas y argumentos a la mano, nuestra propia versión de los hechos. El tercero, finalmente, ha sido tratar de enfrentarlos a la verdad, llevarlos al terreno de la realidad y de los hechos duros, esos que no aceptan manipulación ni deformación alguna para satisfacer el interés de nadie. Los hemos invitado a que hablen directamente con las masas “esclavizadas y manipuladas” por Antorcha para que les hagan conciencia sobre su situación; también a visitar ejidos, pueblos y colonias donde los resultados del trabajo antorchista están a la vista y los puede constatar cualquiera.
Todo en vano. Ni presentan las pruebas a que están obligados, ni acusan recibo de las que presentamos nosotros (fingen que no nos ven ni nos oyen y siguen repitiendo impasibles sus calumnias); no tienen tampoco los arrestos o la honestidad necesarios para encarar a las masas o para mirar y palpar, con sus propios ojos y manos, los cambios efectuados en la vida de los pueblos y colonias gracias a la lucha organizada de todos sus habitantes, dirigida, eso sí, por los “corruptos”, “ladrones”, “chantajistas” y “violentos” líderes antorchistas. Así han venido dándose las cosas hasta hoy; y nuestros torpes y cobardes calumniadores han podido seguir acusándonos de todo sin probar nada, asegurando, además, que todo lo debemos a la protección de los gobiernos priistas, que así nos pagan el ser un “grupo de choque” a su servicio.
Pero hoy tenemos un nuevo partido y presidente de la República cuya opinión sobre Antorcha no creo que ofrezca dudas a nadie. El mismo presidente, llevando en mente casi con seguridad el prejuicio que le han vendido los detractores a que me he referido antes, repite en cada mitin al que asiste que, de sus programas de reparto de dinero a los mexicanos pobres, la “antorcha mundial” está y estará absolutamente excluida. A través de este discurso y de su cansina repetición en cada plaza pública, es fácil leer que el presidente cree firmemente que los líderes antorchistas han vivido hasta hoy, en efecto, de las transfusiones recibidas desde el poder público, es decir, que no son otra cosa que parásitos chupadores de dinero, un dinero que ha salido de los “moches” al presupuesto destinado a los pobres. Por eso, le parece obvio que para acabar con la plaga que él llama “la antorcha mundial”, basta con “desconectarla” de la manguera de las transfusiones. De ahí su reiterado grito de guerra: ¡nada para la antorcha mundial! Es decir, se acabó la protección oficial y, por tanto, Antorcha ha llegado a su fin.
Hay algo más, sin embargo, que hace falta conocer, y es que el “corte de la transfusión” de recursos alcanza también a los grupos vulnerables que militan en Antorcha, a los cuales se les niega su registro en el censo correspondiente precisamente por ser antorchistas, sin importar que cumplan con creces los requisitos exigidos por la normatividad del programa respectivo. “¡Para Antorcha, nada!”, es la respuesta de los censadores. Esta conducta de los “morenos” de a pie y de los funcionarios que manejan los programas, es ilegal y constituye claramente un delito que las leyes deben castigar. Pero es un tema que prefiero dejar para otra ocasión. Por el momento es otra cosa la que me interesa precisar y clarificar.
La guerra presidencial de liquidación ha resultado inútil, absolutamente estéril si se la juzga desde el ángulo de su propósito cuasi explícito de acabar con la “antorcha mundial”. Sus dardos mortales van dirigidos al corazón de su enemigo, pero no dan en el blanco. Y no dan en el blanco porque se dirigen, no al enemigo real, sino a un espantajo, a una caricatura construida por los incompetentes y deshonestos detractores de Antorcha y del antorchismo durante los pasados 45 años. Y porque, además, el presidente ha ignorado olímpicamente nuestros honrados esfuerzos por sacarlo de su error.
Hoy insisto en el tema con otro propósito. La lucha de Antorcha y los antorchistas nunca ha sido la que le atribuyen sus enemigos y calumniadores; tampoco es cierto que hayamos sobrevivido gracias a la protección sistemática e ilegal de ningún gobierno o partido, incluidos los priistas y el PRI (pregúnteselo, quien lo dude, al gobernador priista de Hidalgo, Omar Fayad Meneses). Nuestra lucha ha sido, es y será, contra la absurda desigualdad que reina en el país desde hace muchos años, y contra la espantosa (en cantidad y calidad) pobreza que genera. Dicho de otro modo: luchamos por una más justa distribución de la renta nacional. Y lo hacemos de la única manera en que el pueblo pobre y llano puede hacerlo: jalando hacia abajo, con todas nuestras fuerzas, la cobija económica que se halla concentrada por los pocos ubicados en la cúspide de la pirámide social. Así hay que entender nuestra exigencia de que una porción mayor del presupuesto nacional se destine a las obras (léase bien, OBRAS) y servicios que realmente beneficien a la colectividad, y que ayuden, además, a sus miembros más débiles, a incrementar su capital personal para salir de su pobreza.
Con gran sorpresa, por eso, nos enteramos de que, en el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) elaborado por el nuevo gobierno, se eliminó de un plumazo el ramo 23, el ramo cuyos recursos, precisamente, se destinaban a financiar las obras y servicios que los pobres (antorchistas y no antorchistas) demandan. Se cancelaron con ello todas las obras de beneficio social y, a cambio, se promete entregar una cantidad mínima en metálico a cada gente, con la cual debe arreglárselas a falta de cosas como agua, luz, vivienda, drenaje, aulas o clínicas de salud. Como dice el “pueblo sabio”: “nos cambiaron canela por cáscara sin olor”.
Y ahora, los funcionarios morenistas que nos creían otra cosa, abren desmesuradamente los ojos, sacuden la cabeza y nos piden que volvamos a explicar nuestro pliego de demandas. No es que no lo entiendan; es que no lo creen. Les parece vivir una pesadilla. Pero ¿es que ustedes no deberían estar ya muertos y enterrados con la política de cero recursos de AMLO? ¿Es que, entonces, no es cierto que ustedes solo buscan dinero, dinero y más dinero? ¿No los afecta el fin de los “moches” y del dinero fácil? ¿Con qué recursos financian ahora sus protestas? Algún despistado de buena fe ha ofrecido: renuncia a tus demandas y a cambio te ofrezco censar a “tu gente” en los programas de AMLO. O sea: renuncia a un derecho a cambio de conseguir otro. No, ni Morena ni AMLO conocen a la verdadera Antorcha. Seguirán errando sus disparos mientras no se sacudan el prejuicio que le han comprado a la prensa venal que consultan. No queremos dinero: queremos OBRAS y SERVICIOS para los pobres. Y no estamos dispuestos a renunciar a un derecho a cambio de otro. Exigimos ambos: que censen a nuestros compañeros y que encuentren recursos para sus obras. VALE.