Renunció a todo por cuidar de su hija discapacitada

* No hubo regalos ni visitas especiales en este 10 de mayo

RICARDO EVODIO CABRAL VERA

Jerez de García Salinas, Zac.- Cae la tarde, cerca de terminar el Día de las Madres, doña Mary Carrera no recibe aun ningún regalo, ni visita especial, aunque asegura que su mejor regalo lo tiene en casa: Su hija María Isabel Carrera.

En algún momento de la vida estuvo casada por el civil, pero fue efímero, el hombre de la casa se fue y nunca estuvo con la familia; ella ha sido madre y padre de tres hijos, especialmente de la menor; ahora tiene también seis nietos y cinco biznietos.

Hace 40 años renunció a todo para dedicarse en cuerpo y alma a su hija discapacitada, desde pequeña registraba ataques recurrentementes y así fue durante muchos años, se sacude fuertemente en el piso pero, por fortuna, recientemente se han retirado pero ahora se queja con mayor frecuencia de molestias en la cabeza y piernas.

Son inseparables, “nunca la he dejado”, dice la abnegada mujer, y recuerda que cuando conseguía algún trabajo como empleada doméstica o vendiendo dulces, siempre la tuvo a su lado, conforme fue creciendo.

No reniega de su suerte, por el contrario, es su fe en Dios lo que la mantiene firme y todos los días al despertar se encomienda al creador y le pide que por lo menos le permita de nueva cuenta conseguir lo necesario para sobrevivir.

“Ya no puedo trabajar, pero mientras me pueda mover lo haré –dice la mujer de 77 años– ya después tal vez pediré limosna”, aunque aclara que hasta ahora no ha sido necesario llegar a ello, a veces la vecina de enfrente le regala un taco, o la de al lado y otros de más allá también, no falta.

Uno de sus hijos le ayuda con el pago de la renta, actualmente le cobran 300 pesos, es significativo, nunca ha tenido casa propia, hace muchos años vivió en el llamado Barrio Nuevo, pero ya tiene mucho tiempo en el Fraccionamiento Frente Popular o El Molino, prácticamente de casa en casa, ha habitado por lo menos cuatro.

Frecuentemente, se les ve caminar por las calles, saliendo de su casa o de regreso al hogar,  regularmente va la madre por delante y casi pegada la hija, de mayor estatura y un tanto encorvada, como si algo meditara o como si el mundo no existiera, pero ambas casi siempre con una sonrisa dibujada en el rostro.

Sabe que su hija tiene un padecimiento de tipo mental, pero jamás le han dado un diagnóstico preciso; en algún tiempo la llevó al Psiquiátrico de Calera, para recibir atención, y en otros momentos de la vida ha sido vista por médicos, pero desconoce con precisión cuál es el problema.

Ella casi no habla, escucha todo y entiende algunas cosas, mas no se comunica, una sonrisa es toda su respuesta; no es autosuficiente, depende de su madre prácticamente para todo, salvo para bañarse, vestirse y comer.

Su hijo le ha sugerido internar a la paciente en un psiquiátrico, sin embargo, insiste, mientras yo pueda la cuidaré personalmente; pero por otro lado, vive con la zozobra permanente, de lo que ocurrirá si llega a faltar. “Yo quisiera que Dios la recoja primero a ella, porque va a sufrir sola”.

Son pocos los apoyos que recibe, El 70 y más, y mensualmente compra una despensa de ocho pesos en el DIF, aunque bien podría calificar para una de las que se otorgan completamente gratuitas. Así como para el de Madres jefas de familia y algunos otros, pero de alguna manera también está abandonada por las autoridades.

Como mujer de fe, todos los domingos va junto con su hija a participar de la misa al templo de la Sagrada Familia, en el Infonavit El Cortijo, es el que le queda más cerca, a unos 400 metros de su casa; su hija sólo tiene los sacramentos del Bautismo y Confirmación, pero no ha recibido la Primera Comunión.

Esta es, a grandes rasgos, la forma de vida de una madre ejemplar, que a pesar de sufrir todas las carencias imaginables y dedicarse de lleno al cuidado de una hija con discapacidad, tiene en María Isabel su motivo de vivir y ha sido su motor en la vida.

LNY/RECV