Refrigeran a la hija de Sonia Villarreal
JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX *
Las voces populares hablaban –desde principios de la semana pasada- sobre el asesinato de la joven Madaí Guadalupe, hija de quien fungiera como coordinadora de giras de la ex gobernadora Amalia García Medina.
Sonia Villarreal había sido detenida un sábado a mediados de marzo del año pasado, por elementos de la Policía Ministerial mientras se encontraba en su domicilio, ubicado en la colonia Hidráulica de la ciudad de Zacatecas. Fue fichada y, de ahí, llevada al Cereso de Cieneguillas, acusada de robo calificado, pues de acuerdo a lo asentado en la denuncia en su contra, sustrajo de manera ilegal mobiliario y equipo de cómputo, que eran propiedad de unos particulares con quienes estaba asociada, y que administraban un antro ubicado en las instalaciones de la Feria Nacional de Zacatecas.
Las autoridades confirmaron, además, que investigaban una denuncia ciudadana e inspeccionaban un predio supuestamente propiedad de Sonia Villarreal Silguero, donde fueron localizados al menos siete vehículos con reporte de robo, además de 50 camas plegables y documentación diversa con su nombre. Obtuvo su libertad cautelar a fin de marzo de 2011, para seguir el juicio fuera de prisión.
Lo anterior son hechos juzgados, dentro de la función pública o fuera de ella, ya que su proximidad a la familia García Medina era sustantiva. No solamente planeaba giras, sino que concertaba con grupos políticos y operaba en comunidades. Fue alguien siempre de absoluta confianza de la familia en el poder.
El incidente que se narra anteriormente, fue interpretado por la población como la incapacidad jurídica –que es presuntuosa- del procurador Arturo Nahle, en la búsqueda de encarcelar a alguien vinculado a la clase política del “Amaliato”, más que a razones jurídicas o financieras de peso. El golpe se dio con contundencia, sobre todo en los medios de comunicación. Desde luego no pasó nada: la presunta acusada salió libre y a los zacatecanos no los hizo reír ni aun trayendo el “labio partido”, como suele decirse.
El asesinato de su hija se inserta en la ola de violencia que vive Zacatecas. El círculo de agresiones cada vez se cierra más: puede ser usted, puedo ser yo, algún familiar, pero la probabilidad de una agresión a gente desconocida es cada vez más difícil.
Todos estábamos al tanto del rumor de que esta joven había sido asesinada y permanecía en los refrigeradores de los servicios periciales, haciendo “cola” para que la información no mosqueara la Feria, diera tiempo de dar salida a la indagación sobre el “Bellagio” y pudiera digerirse la nota de la Revista Proceso de hace dos semanas.
Hoy en día, en Zacatecas, hay que hacer cola para entrar al cine, para comprar tortillas, para asistir a los eventos de la feria y hasta para descansar en paz. Lo pueden guardar en hielo semanas, si hace falta, hasta que al gobierno convenga, de acuerdo a los impactos informativos y llegue un “valle noticioso” desde donde pueda surgir una nueva cresta, con notas como la de la joven asesinada.
Esta perversión sólo es posible para quien procura la justicia en Zacatecas. Entendemos que nuestra tierra está plagada de incidentes delictivos en estos tiempos que corren, pero lo que no podemos hacer es seleccionarlos como si fuera la inscripción a una escuela, o la inauguración de un evento cultural. Muy grave lo que ahora ha pasado: genera encono popular. Se trata de una situación grosera pues ya no hay respeto, no a la vida de los individuos sino a la muerte. Hacer permanecer en “calidad de desconocidos” a personajes conocidos, porque la autoridad así lo determina, es una grave violación a los derechos humanos.
El dolor de los familiares no puede ser postergado, ni diferirlo, ni minimizarlo. La comodidad del gobierno no está por encima de los intereses de los ciudadanos y de sus familias. A este paso todos acabaremos en la fosa común como sucedió en el Franquismo o en los campos de concentración donde murieron hacinados y torturados las millones de víctimas del nazismo.