Que se haga la luz
JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX
“Nadie lo diría. A primera vista, los ojos del hombre parecen sanos, el iris se presenta nítido, luminoso, la esclerótica blanca, compacta como porcelana”.Y sin embargo, estaba ciego. Esa es la tragedia de muchos que son más que ciegos, porque no quieren ver.
Esta editorial es imprescindible. Un homenaje puntual a la vida plena de uno de los más grandes hombres del mundo contemporáneo. Tenía 87 años cuando murió y era portugués. Sus padres fueron analfabetos. Él alcanzó la gloria porque abrió sus ojos a la luz.
Murió José Saramago precisamente en junio hace 8 años, once veces Doctor Honoris Causa por universidades de los más disímbolos países del mundo. Premio Nobel de Literatura 1988, pero también premio de literatura en muchas naciones, Caballero de la Orden de las Artes y Letras de Francia, multicitado, el best seller de un planeta que no lee sino los letreros publicitarios de las paradas de autobús y que “chatea” a través de las redes sociales con jeroglíficos, caritas y contracciones ortográficas que transformarán el lenguaje inevitablemente.
Portugal estuvo de luto. Lo estuvo el planeta todo, por la muerte del hijo de un policía de Lisboa, que dejó el campo porque no tenía tierra de su propiedad, en la que cultivar y vivir. Presidentes de todas las naciones, artistas reconocidos, escritores, empresarios, ciudadanos enamorados de su pluma, expresaron sus condolencias por la desaparición de este hombre sencillo y brillante, que pareció destinado alguna vez a ser herrero, pero cuya voracidad le llevó a leer toda la biblioteca publica de su barrio, hasta decidirse a hablar a través de sus propios libros, décadas después, cuando consideró que tenía algo que decir al mundo.
Con su “Ensayo sobre la ceguera” ganó el premio más importante de las letras mundiales, para recordarnos que son las capacidades de asombro, de indignación y de cuestionamiento, las que nos mantienen vivos, las que dan razón a nuestra existencia, las que nos hacen útiles e importantes para nuestra comunidad.
Que la luz de Saramago no se vaya con él. Que encienda luces nuevas en nuestro camino nuevo, el duro y difícil sendero que nos falta por recorrer.