¿Qué le pasa presidente?
SOLEDAD JARQUÍN EDGAR
Nada, no hay palabras para explicar, no hay razón alguna, no hay pretexto, nada justifica el llamado muro de la ignominia, de la vergüenza.
¿Un muro metálico alrededor del palacio nacional, catedral y Bellas Artes, señor presidente?
¿Le tiene miedo a la verdad o a las mujeres o a las dos?
La verdad está expuesta, usted puso el muro, las mujeres, feministas de diversos colectivos le dieron nombre a la verdad de este país donde 11 mujeres son asesinadas cada día. Mire para que sirvió el muro, ahora el mundo entero conoce los nombres de una parte de las mujeres que han sido asesinadas o desaparecidas y, peor aún, la verdad es que esas mujeres no tienen forma de obtener justicia.
Ningún muro detiene la realidad cruel y sangrante que vivimos cada día las familias en este país, por ello obtuvo la respuesta que merecía: la verdad, esa que no se oculta detrás de unas vallas metálicas que debieron haber costado millones de pesos, ¿de dónde salió ese dinero? ¿De qué partida, de qué parte del erario público y cuánto costo? Esa pregunta la hago porque me lo pidió una amiga indignada ante esa respuesta suya y las explicaciones vacías que han dado algunos servidores públicos.
Las víctimas de feminicidio y desaparición forzada en México enfrentan –o tengo que decirlo, enfrentamos-, cada día otros muros, semejantes al que usted puso, bardas burocráticas llenos de infamias, ineficacia, mentiras, inacciones, complicidades, simulaciones y corrupción que detienen los procesos judiciales para alcanzar la justicia. Y la verdad, no esperábamos uno más, pero usted lo puso señor presidente, lamentablemente, vergonzosamente usted lo hizo.
Tenemos muros en gobernadores, en fiscales y ministerios públicos, en autoridades locales arbitrarias y corruptas. Y usted colocó uno más. Nos ha lastimado señor presidente, pero duró poco lo que hizo, la respuesta feminista ha sido maravillosa.
Ahora le exigimos que no lo quite. Déjelo ahí. Salga de su palacio y vea qué hicieron las mujeres al poner los nombres, las flores, las luces… admire el homenaje a las víctimas de la violencia machista, de la misoginia que priva en México. Salga y mire, observe, contemple el tamaño de la verdad.
¿Qué le pasa presidente? Esa pregunta me la hago mucho en los últimos días, pero no hay respuestas y sí más asombro, más desasosiego ante la intolerancia, el desdén, la desfachatez con la que ha tomado decisiones últimamente, como el hecho de creer que somos conservadoras o que respondemos a intereses políticos de sus adversarios, porque le pedimos que un violador no sea candidato a gobernador. Se equivoca presidente.
Defender el derecho constitucionalmente establecido a vivir una vida libre de violencia no nos hace sus enemigas, a menos que a usted no le importe la ley y mucho menos las mujeres. Porque si no le importa la ley no puede ser Presidente de México, primero porque juró honrarla y respetarla y, segundo, porque las mujeres somos la mayoría de quienes habitamos el país. Y si no le importan ni una ni otra, entonces estamos ante una transformación truncada y usted se vuelve igual que los otros.
Su muro de metal ya no es su muro, es nuestro muro, nos pertenece. Ahí están los nombres de nuestras hijas desaparecidas y asesinadas, mujeres con proyectos de vida y familia, a quienes la violencia nos ha arrebatado y a quienes las instituciones le niegan su derecho a la verdad y a castigar a sus victimarios.
El muro del presidente es una vergüenza, el muro de las feministas es la verdad.