Que AMLO nos calle la boca

MARÍA DEL SOCORRO CASTAÑEDA DÍAZ

En esta ocasión, quiero intencionalmente ser más breve de lo acostumbrado. El tema que deseo tratar exige pocas palabras, porque con toda honestidad, es muy importante la cantidad de interrogantes que me han surgido a partir de unas declaraciones que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha emitido durante uno de sus encuentros cotidianos con la prensa, en la famosa conferencia “mañanera”.

De acuerdo con el de Macuspana, en el caso de que el resultado de una consulta ciudadana así lo determine, los ex presidentes de México, desde Carlos Salinas de Gortari hasta Enrique Peña Nieto serían sometidos a juicio. Hasta ahí, nada en contra. Sería justo y necesario, a decir verdad.

Para realizar dicha acción, sin embargo, hay que esperar a que el Congreso de la Unión defina las reformas necesarias al artículo 35 constitucional, para que las consultas ciudadanas sean vinculatorias, según el propio López Obrador, y aunque no queda claro cómo se llevaría a cabo un proceso hacia dichos personajes, el actual presidente ya se encargó de enumerar las faltas en que cada uno de los exgobernantes habrían incurrido, desde su punto de vista. Y claro está, al decir de qué los acusa, sencillamente define la línea que el pueblo bueno y sabio debe seguir, aunque haga como si no supiera la influencia que tendrá y al mismo tiempo que señalar con su dedito inquisidor, pretende lavarse las manos.

López Obrador dijo[1]: “[…] Estamos esperando esa reforma para someter a consideración si así se cree conveniente el que se le pregunte a los ciudadanos si quieren que se someta a juicio a los ex presidentes de México del periodo neoliberal, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón, Peña Nieto, para que ya no se esté manipulando a la gente con meter a la cárcel chivos expiatorios que ha sido la práctica en los últimos tiempos cuando los de arriba permanecen intocables”.

El anuncio del presidente va sucedido, sin embargo, de una aclaración, por si teníamos el pendiente: “[…] Yo soy partidario de que veamos hacia adelante, de que no nos quedemos anclados en el pasado, que no se permita la corrupción, que no se permita la impunidad hacia adelante” Y ahí, después de lavarse las manos para que nadie pueda pensar que más bien su intención al juzgar a los ex presidentes podría ser descargar algunas de las frustraciones acumuladas en tantos años de candidaturas fallidas, vuelve a la carga: “[…] pero que sea el pueblo el que tenga la ultima palabra, cuando se haga la consulta, que el ciudadano diga “sí queremos enjuiciar a Salinas. ¿Por qué? Porque entregó empresas públicas a particulares y a sus allegados; queremos enjuiciar a Zedillo porque convirtió las deudas privadas de unos cuantos en deuda pública con el Fobaproa; queremos enjuiciar a Fox por traidor a la democracia, porque después de llegar por un movimiento para establecer la democracia encabezó un operativo de fraude electoral para imponer a Felpe Calderón; queremos enjuiciar a Felipe Calderón porque utilizó la fuerza y convirtió al país en  un cementerio; queremos enjuiciar a Peña por corrupción, pero vámonos así, ya nada de chivos expiatorios”. Para todos tiene y ya los está juzgando sin piedad. Ya sólo faltaría la sentencia.

Pero lo que no quedó claro, porque en los discursos de AMLO muchas cosas no quedan nunca claras, fue su afirmación de que es “partidario de hacer un juicio al régimen neoliberal más que encarcelar a estos personajes”. ¿A qué se refiere con eso? Honestamente no lo sé. Un juicio es “una discusión jurídica entre las partes intervinientes y cuya difusión y resolución se somete al conocimiento de un juez o tribunal, capacitado especialmente para resolver sobre la cuestión” [2]. En América Latina se han establecido juicios algunos expresidentes, como los casos de Luiz Inázio Lula Da Silva, expresidente brasileño que fue condenado a más de nueve años de prisión por corrupción y lavado de dinero o del peruano Ollanta Humala y su esposa y en Guatemala el exmandatario Otto Pérez Molina, que está actualmente en prisión[3]. Pero francamente, por más que le busco, no logro comprender de qué está hablando el presidente mexicano cuando dice que quiere enjuiciar al régimen neoliberal, como si estuviera hablando de una persona, y evade la responsabilidad de meter a la cárcel a quienes durante 30 años se dedicaron, cada quien, en su estilo, a hacernos la vida pesada a millones de mexicanos.

Honestamente lo que dice el presidente suena más a una bravuconada de las que ya a pocos   resultan extrañas, que a la posibilidad de llegar a una acción concreta. Creo que más de uno quisiera ver a alguno de esos expresidentes mexicanos pagando al menos un poco de sus muchos agravios e injusticias. Pero pienso también que, al proponer un juicio al régimen neoliberal, el presidente no está siendo claro y más bien parece que nos está dando atole con el dedo.

Es de lo más contradictoria su justificación para preferir juzgar a un régimen (sigo sin entender lo que quiso decir el hombre, por más que me esfuerzo), porque para él, encarcelar a los expresidentes “[…] nos llevaría a la confrontación, a polarizarnos, a quedarnos empantanados en el pasado yo estoy viendo hacia adelante”. Difícilmente puedo comprender cómo un señor que cada mañana repite hasta el cansancio que los que no están de acuerdo con sus decisiones son “fifís” o “conservadores” o “neoliberales”, además de “corruptos” tiene el coraje de decir que no quiere confrontar ni polarizar. ¿Es en serio?

Me pregunto, además, si cada madrugada, cuando se despierta y se mira al espejo el presidente de México tiene claro que todo su discurso está fundado precisamente en una fijación con el pasado que da la impresión de que no lo deja ni dormir. Escucharlo todos los días es un buen ejercicio. Un poco tedioso, en realidad, porque como él mismo reconoce, “no habla de corrido”, pero ayuda a conocerlo un poco, al observar el modo en que interactúa con la prensa, y hasta permite predecir sus respuestas. Y en serio, la mayoría de sus reacciones tiene que ver con una visceral crítica al pasado, a todo lo que dejaron sus antecesores, a la corrupción que dice ha sido el motor de la administración pública mexicana, pero que curiosamente, hasta ahora no ha visto el inicio de un solo proceso judicial.

No sé si es una impresión personal que nadie comparte, pero desde mi punto de vista, el señor presidente es feliz pensando en el pasado. Su “ver hacia adelante” se limita a prometer lo que no hará para no parecerse a quienes ya se fueron, y mientras, siempre tiene palabras para criticar ácidamente lo que ya fue, para expresar lo deplorable de las anteriores “neoliberales” administraciones, así que, aunque diga que hay que ver hacia adelante, en la práctica, parece que hay algo que le impide hacerlo de verdad.

Y sinceramente, justo respecto a su continua crítica al pasado, y no obstante que considero que el anterior sexenio fue uno de los peores desastres ocurridos en México, me queda la duda respecto a si en realidad todo fue tan malo y si los que llegaron no han encontrado un solo programa, una sola acción, un solo detalle que puedan considerar positivo en la administración concluida. No me parece tampoco justo polarizar y minimizar el trabajo de cientos de personas, no es decente acusar a todos, porque cuando habla de corrupción, el Peje está haciendo alusión también a muchos funcionarios que muy probablemente jamás se ensuciaron.

Finalmente, la última frase con la que el de Macuspana cerró el tema del probable juicio a los expresidentes, es una promesa más que no termina de quedar clara, sobre todo considerando que, en este extraño inicio de sexenio, ya hemos visto casos que podrían entrar sin problema en la categoría de prácticas poco claras, como los nombramientos de personas con poca preparación en cargos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología[4]. El presidente dijo, para rematar su sentencia: “se acabó la corrupción y lo voy a cumplir, y repito, me canso ganso”. Magistral su cierre, sin duda. Sólo que, con todo respeto, hasta ahora no se ve claro. En realidad, todo el discurso, salpicado como siempre de populismo (el pueblo bueno y sabio que tiene la última palabra) no termina de convencer a quienes, sinceramente, cada vez encontramos más contradicciones, y sobre todo, sólo observamos ocurrencias, escuchamos frases populacheras y no vemos un gobierno que en verdad nos pueda llevar a una transformación profunda. Honestamente, el deseo de muchos es que más temprano que tarde AMLO nos calle la boca, y en verdad comiencen a ejecutarse acciones de combate frontal a la corrupción, y no necesita cansarse, con que lo haga es suficiente. El país lo necesita. Ojalá así sea.

[1] Disponible en https://egochihuahua.com.mx/amlo-y-los-delitos-por-los-que-podria-juzgar-a-ex-presidentes-de-mexico/

[2] Disponible en https://www.definicionabc.com/derecho/juicio.php

[3] Disponible en https://cnnespanol.cnn.com/2017/07/13/el-mapa-de-los-presidentes-acusados-de-corrupcion-en-america-latina/

[4] Disponible en https://aristeguinoticias.com/1402/mexico/renuncia-subdirector-de-comunicacion-del-conacyt-tras-criticas-en-redes/

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