Puño y Letra | Demente
SILVIA MONTES MONTAÑEZ
DEL ASOMBRO que cimbró a la sociedad zacatecana por el comportamiento delictivo de quien debiera ser ejemplo de ética, honestidad y buen nombre, como es el caso del rector de la UAZ, transitamos al coraje ante el curso del caso, al saberlo libre. Su renuncia no atenúa el agravio.
PASAMOS en cuestión de horas de la acusación a la casi exoneración de la condena por violación equiparada y agravada al estatus de abuso sexual y estamos inmersos en rumores que involucran a la familia revictimizando a una pequeñita inocente.
A LA INDIGNACIÓN y el enojo social no ha correspondido ninguna explicación razonable. Pienso que el hecho deja un precedente que obliga a establecer protocolos que impidan el arribo de personas enfermas y anormales a puestos de dirección y liderazgo.
PORQUE desde el primer momento fue protegido por la Fiscalía y luego cambiado el motivo de su detención, no hay nadie que le apueste a un trato justo. La conclusión es que Ibarra es abiertamente favorecido. Este domingo se le vio paseando en la plaza Altaria de Aguascalientes con su pareja.
EL RECTOR tendría que haber renunciado desde el momento en que todo trascendió o ser destituido Tomó la decisión porque no tenía alternativa. Se manifestaron colectivas para exigir que se vaya porque su presencia ofende a la comunidad universitaria y al pueblo de Zacatecas.
RECIBIÓ bastantes beneficios según los trascendidos; la denuncia fue detenida ligándola a la jornada de la elección de su sustituto y circulan rumores que nadie desmiente, por ejemplo, que la entrega de una base en la universidad fue determinante para acomodar el expediente.
APARENTEMENTE menor, el delito por el que se le acusa y que enfrentará en libertad condicional decepciona profundamente a las personas de bien que sienten una gran pena por la creatura afectada que parece haber pasado al último término pisoteando una máxima: las niñas no se tocan.
UN TRATO especial porque se trata de un buen amigo del gobernador dicen también, lo que arrastra a David y lo exhibe igual que al fiscal. Es previsible que ninguno de los dos diga nada aunque en el caso de un rector no hay lógica de “privacidad” que lo justifique.
EXCEPCIONAL tendría que ser la aplicación de la ley al tratarse precisamente de quien se trata, un personaje que, insisto, debía ser ejemplo de rectitud. Situaciones de esta naturaleza no se olvidan nunca y su peor castigo será el rechazo social que afectará también a su familia.
AL ENFRENTAR el repudio de la ciudadanía, porque el asunto se comenta en todos lados, Ibarra, si tuviera valor, pediría perdón públicamente, pero él se caracteriza por no dar la cara ni siquiera para los asuntos de la universidad. Es un demente.
CARGOS para los que no bastan los adjetivos caen sobre sus espaldas y sin embargo la autoridad parece laxa e inclinada a su favor. Preguntaba en mi pasada entrega ¿Qué nos queda? Y como ocurre invariablemente los acontecimientos vuelven a rebasarnos.