PRI y sucesión política
JUAN GÓMEZ
En el Partido Revolucionario Institucional se vivirá una de las sucesiones gubernamentales más inéditas de su historia, reflejo, sin duda, del desgaste de este partido político en el estado y de los cambios registrados en la política zacatecana, que no necesariamente abonan al fortalecimiento de la democracia y la libertad.
La confrontación entre los grupos y dirigentes priistas a lo largo de distintas sucesiones gubernamentales, ha sido la tónica en los quiebres sexenales, lo que ha contribuido a la reinvención de las administraciones públicas e impedido una continuidad en las políticas públicas zacatecanas.
Desde que en los inicios del siglo XX Leobardo Reynoso –en la historia más reciente- dominara el escenario de la política zacatecana, los políticos zacatecanos se han preocupado por enterrar el pasado inmediato, borrar cualquier indicio de influencia en la conformación de sus gabinetes y en la toma de sus decisiones.
Les aterra el “maximato”, la “sombra del caudillo”, el poder tras el trono y por ello rompen, aún en contra de su voluntad en muchas ocasiones, con su antecesor. No les conviene mostrarse como títeres de una fuerza o personalidad mayor, que absorba su existencia o que opaque su obra.
El poder se ejerce en solitario.
Otro tema son los procesos de selección interna en el Revolucionario Institucional. La vigencia de su “disciplina partidaria” se truncó en Zacatecas en 1998, al confrontarse con la ambición de un joven político fresnillense en aquel momento, quien bajo el argumento de la consulta directa a la base, desnudó la ausencia de democracia en un partido, en el que nunca había existido, pero que era necesario para victimizar su aspiración para ser impulsado por el Partido de la Revolución Democrática.
En dos sexenios el PRI se mantuvo a la sombra del ostracismo, alejado del poder en Zacatecas, sin liderazgos que lo impulsaran a retomar la lucha por las posiciones electorales que fue ganando y controlando el PRD, primero bajo la conducción de Ricardo Monreal y después con Amalia García Medina.
El 2010 el PRI observa la fractura que provoca la sucesión perredista por la gubernatura estatal. Miguel Alonso, quien había renunciado a la fracción parlamentaria perredista en la LIXI legislatura, era impulsado por el Partido del Trabajo y lo registraba como su candidato en la sede de este partido.
Era el perredista escindido del PRD con mayor aceptación electoral. Fue acercado a la dirigencia nacional del tricolor que encabezaba Beatriz Paredes Rangel, actual embajadora de México en Brasil, quien después de sondear a priistas zacatecanos –algunos estaban en contra de su postulación- aceptó registrar la candidatura de Alonso Reyes a la gubernatura de Zacatecas.
El triunfo de Miguel Alonso no se entiende sin el apoyo de los gobernadores de Coahuila y Nuevo León, principalmente, quienes operaron política y económicamente en las elecciones zacatecanas de 2010. El éxito fue contundente.
Pero en la política real el actual gobernador tiene apenas una militancia de cuatro años. No más. En este contexto es natural que el mandatario estatal tenga preferencia por los hombres y mujeres que le fueron leales a su paso en la secretaría particular (1998-2001); la alcaldía de Zacatecas (2001-2004); la Secretaría de Turismo (2005-2007)y la LIX legislatura (2007-2010).
Aunque el mandatario se asume con convicción como priista, los militantes de viejo cuño de este partido no aceptan el desplazamiento del que han sido objeto tanto de la administración pública como de las delegaciones federales.
En este sentido se observa que los priistas de larga militancia harán un movimiento interno para quedarse con el control del partido, a fin de que de esa manera puedan tener una mayor participación en los procesos electorales de 2015 y 2016. Fue por eso que el actual Secretario de Desarrollo Social del gobierno estatal (Sedeso), José María González Nava, no resistió la prueba de los estatutos.
González Nava era el hombre que el gobernador quería en la dirigencia estatal priista, de acuerdo a versiones de militantes de este partido, pero no logró los consensos al interior y tampoco supo moverse en las redes del priismo duro para ganar la aceptación y el apoyo.
De resultar cierta esta hipótesis –el freno a la intentona de imponer a González Nava- se generaría un escenario de distanciamiento entre el PRI dinosáurico y el neopriismo de Alonso Reyes, pero además, se agregaría el elemento de la necesidad de fuerza política para mantener el control del Revolucionario Institucional.
La sucesión en el priismo zacatecano por la renovación de su dirigencia será, todo parece indicar, responsabilidad de los priistas de la vieja clase política, pero conscientes de que el gobernador en turno es el fiel de la balanza, elegirán a un militante que tenga una interlocución directa y buena relación con el gobernador Miguel Alonso.
Son dos los priistas que están en buena posición en la recta final: Judit Magdalena Guerrero López y Felipe Ramírez. Ambos pertenecen a sendos grupos políticos diferentes pero también gozan de la confianza institucional del mandatario en turno.
La diputada Judit Guerrero fue designada subsecretaria de Gestión Social de la actual administración estatal y después tendría el apoyo gubernamental para llegar a la diputación federal por el Partido Verde Ecologista de México. Probó su eficiencia y lealtad al ser designada coordinadora de la campaña electoral del actual alcalde, Carlos Peña Badillo. Una tarea difícil que sacó airosa.
Felipe Ramírez fue alcalde del Teúl de González Ortega y después diputado en la legislatura pasada, en donde sustituyó a José Marco Antonio Olvera Acevedo en la coordinación de la fracción parlamentaria, en la que se mantuvo hasta la conclusión de la LX legislatura, gracias al apoyo de su paisano Francisco Escobedo Villegas y del mandatario estatal.
¿Quién se quedará con el liderazgo priista?
Al tiempo.