PRI y PAN, asesinos de la Constitución de 1917

SAÚL MONREAL ÁVILA 

Este domingo pasado se cumplió el centenario de la promulgación de la Constitución, Carta Magna que rige actualmente a nuestra nación, puesta en marcha con su publicación en el Diario Oficial de la Federación un 5 de febrero de 1917, estableciendo las bases legales para cumplir las principales motivaciones de la Revolución Mexicana: como el reparto agrario, consagrado explícitamente por primera vez en el tercer párrafo del Artículo 27 Constitucional, hace un siglo ya.

De acuerdo al centro de investigaciones jurídicas de la UNAM, la Constitución de nuestro país fue la primera en el mundo en garantizar los derechos sociales y sirvió de ejemplo para otras, tanto por el reparto agrario que se inició a partir de esta base jurídica, como el reconocimiento a los derechos sociales fundamentales.

En este momento histórico fue fundamental crear un documento rector emanado de la revolución, para conducir la vida nacional con los cauces que la sociedad Mexicana exigía, una constitución que reivindicara todas las causas de la lucha armada. Cabe recordar cual era la situación de la gente durante el régimen Porfiriano, causa de la revolución iniciada en 1910. La sociedad mexicana estaba dividida en varias clases; la aristocracia feudal o «alta sociedad», la burguesía nacional, la pequeña burguesía o clase media y el proletariado, es decir, la gente que debía trabajar para sobrevivir y producir riqueza para las clases altas, (Recursos humanos en lenguaje financiero actual) y los campesinos. Treinta años que duro este régimen, a todas luces y bajo cualquier parámetro social, considerados una dictadura.

El porfiriato enriqueció sin límite un pequeño grupo de familias, a costa del trabajo de los campesinos y de los obreros que formaban la mayoría de la población. Constituyéndose una clase rica dueña de haciendas, de fábricas, casas comerciales y los negocios financieros. Además, este grupo de ricos controlaba el poder político y disfrutaba de una preparación cultural suficiente para sojuzgar al resto de la población mexicana. Levantando incluso por la fuerza a los jóvenes para enrolarlos al ejército, razones en conjunto que provocaron el hartazgo social que desembocó en la conflagración armada, la Revolución Mexicana.

Por todo ello, la promulgación en ese 5 de febrero de 2017 de la constitución Mexicana, producto final de anteriores que poco duraron, un siglo después, esta ha perdido su esencia. Desde Miguel de la Madrid Hurtado, entre diciembre de 1982 y 1988, se realizaron 695 cambios a 114 artículos constitucionales, la mayor cantidad del total de periodo en el que inicia la apertura de la economía mexicana a los mercados internacionales enarbolando por primera vez el estandarte del neoliberalismo económico. En ese sexenio se aprueban también 66 reformas, la mayor cantidad hasta el momento.

Entre 1994 y 1988, Carlos Salinas de Gortari decretó otras 55 reformas, allanando el camino a las “reformas estructurales”; Ernesto Zedillo Ponce de León continuó con 77 y sólo el panista Vicente Fox Quesada, logró un número menor de cambios, 31. Las modificaciones se han concentrado en tres artículos en particular; dos de ellas esenciales del “sentido social” que tenía el texto constitucional aprobado hace cien años: el Artículo 27, que establece los términos de lo que debe considerarse como “propiedad de las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional” y que ha sufrido 20 reformas –tres de ellas en este sexenio; y el Artículo 123, que regula el trabajo y que ha sufrido 26 cambios; también los tres últimos en la actual administración de Peña Nieto.

El panista Felipe Calderón Hinojosa había sido hasta su momento el mayor “reformador” neoliberal del texto Constitucional, con 38 decretos y 110 cambios publicados, en tanto, Peña Nieto ha publicado más de 22 decretos con 145 ajustes al texto de la Carta Magna. Entre ambos han realizado 257 cambios, incluidas las que avalan las “once reformas estructurales” como la Educativa, Energética, de Telecomunicaciones, Hacendaria, Laboral y otras, que han acabado por deshacer el espíritu de la Constitución, y provocando una regresión legal, y por tanto, una regresión a las condiciones de vida previas a la revolución, en algunos casos peor que el porfiriato.

A la fecha, solo 22 de 136 artículos no han sido modificados, así, la constitución ha sido violentada de acuerdo a los intereses del presidente en turno, especialmente desde Salinas de Gortari a Peña Nieto, es notorio que una fecha tan significativa para los Mexicanos ha pasado tan a un segundo término, que el Súper Bowl estadounidense ha recibido en nuestro país muchísima más atención, incluso gubernamental, que el centenario de la promulgación de nuestra constitución de 1917, y por cierto, interesante que este país, el más poderoso del mundo, a la fecha solo ha realizado veintisiete cambios a su constitución, conocidos como “enmiendas”, a pesar de ser promulgada muy anteriormente a la nuestra, el 17 de septiembre de 1787, dos siglos antes, la más antigua en vigencia del mundo.

Y nos preguntamos, ¿Nos están sirviendo a todos los mexicanos las reformas constitucionales? Obviamente no. Es necesario regresar a ese espíritu general de la Constitución del 1917, hoy se ha generado una concentración del ingreso igual o peor que en el Porfiriato; uno por ciento de la población rural concentra ingresos equivalentes al 70 por ciento de la población más pobre. La desigualdad es extrema, escandalosa y es referente mundial, mucha de ella fundamentada en estos cambios constitucionales que han tornado nuestro país en un depauperado polvorín social, con válvulas de escape materializadas en delincuencia violenta, descredito de la clase política, drogadicción, etc.

Por ello, MORENA señala la necesidad de un cambio de régimen y de reconstrucción nacional, instrumento político- social para levantar a nuestra nación de las ruinas en que la ha sumido la insostenible oligarquía plutocrática que debe salir del poder para iniciar una nueva era de nuestro México. Solo un nuevo régimen puede garantizar salud pública y gratuita, pleno empleo con ingreso digno, como lo instituye la constitución, transportes, comunicación al alcance de todos, educación de calidad y pública, vivienda digna, igualdad económica real, todo ello ya consagrado o propiciado en la constitución del 1917 a cuyo espíritu debemos tornar. Solo con el concurso de todos podremos dar vuelta a la página de corrupción, pobreza y atraso social que ha caracterizado estos regímenes.

Twitter: @Saul_MonrealA

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