PRD un cuarto de siglo

jaime enriquez felixJAIME ENRÍQUEZ FÉLIX *

La construcción de este proyecto de nación que cristaliza en partido, se hace pública en 1987 en una reunión convocada sin prensa –quizá con 50 personalidades y ciudadanos, entre los que tuve el honor de estar presente- en el rancho Los Barandales, del municipio de Ocoyoacac, propiedad de quien había senador de la República, don Manuel Moreno Sánchez.

Un día soleado, una plática informal y de pronto el grito espontáneo de un campesino –que quizá no lo era tanto- de ¡Viva Cuauhtémoc Cárdenas, Presidente de la República! Algunos funcionarios presentes en el evento, salieron de inmediato: tenía un costo su permanencia y no podían atestiguar la creación de un movimiento político nacional.

Recuerdo desde luego, entre los asistentes, a Luís Sánchez Aguilar, uno de los artífices de esta idea y quien fuera diputado. Estaban también Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, el entonces dirigente del Movimiento Familiar Cristiano, Álvarez Icaza, un ex gobernador de Nuevo León y un general retirado, entre otros.

La tarde se prolongó discutiendo sobre la mejor forma de organizar tan difícil encomienda y sobre cómo hacer frente a un estado poderoso y a una clase política que se había empoderado desde la Revolución Mexicana y que hoy mostraba una escisión precisamente con el hijo del presidente más prestigiado del Siglo XX.

Se habló de conformar una organización nacional, se le puso nombre pensando en un frente de ciudadanos y partidos, de gente de todos los sectores sociales y de diversas ideologías. No nacía como un partido de izquierda: sencillamente se configuraría como la sociedad está organizada, como lo está la calle donde vivimos.

La noticia fue filtrada a todos los periódicos y recuerdo que una de las primeras ruedas de prensa que yo organice, se efectuó en el restaurante El Taquito de la calle del Carmen en el centro de la ciudad de México, propiedad de la familia Guillén, amigos míos de muchos años. Tuvo lugar a las 9 de la mañana. Los agarramos desprevenidos. La prensa estaba toda: ¡fue un boom! No sólo nacional sino internacional.

Después empezó el recorrido infinito: visitar, cabalgar toda la nación, con la amenaza constante de los gobernadores, presidentes municipales y demás. Las estaciones de radio, las televisoras y los periódicos divulgaban pero fundamentalmente lo hacían de manera negativa. El rostro de Cuauhtémoc aparecía siempre estrujado, aunque los rollos de las cámaras tenían fotos de todo tipo, como siempre: resaltaban únicamente un aspecto hosco.

La voz se fue reproduciendo. Se visitaron rancherías, comunidades… recuerdo la primera gira a Zacatecas. Nos reunimos en la Librería El Quijote los dirigentes de los partidos paraestatales, PARM, PPS, y algunos líderes políticos que ya se habían incorporado a la corriente democrática. Nuestro sueño era enorme: llenar la Plaza de Armas para que el hijo del General sintiera que había llegado a un estado Cardenista.

Llegó el día: nos plantamos en la Plaza de Armas. Era entonces Genaro Borrego el gobernador. Resultamos más en la tribuna que en el piso. La vergüenza era el síntoma colectivo de aquel fracaso. Se habían colocado mantas en las principales avenidas de la ciudad, señalando que en Zacatecas no eran bienvenidos “los traidores a la Revolución”. Cuauhtémoc Cárdenas no sintió ni un rasguño a pesar de las injurias y del fracaso del mitin.

Continuamos por la carretera a Villanueva donde estaba programado otro evento. Ahí nos fue un poco mejor. Y al cabo de algunos meses estábamos llenando las plazas más importantes de la República Mexicana. San Pedro de las Colonias en la zona lagunera, los zócalos atiborrados y el ingreso a la UNAM que prácticamente se había considerado imposible. La UNAM era revolucionaria, sus rectores, reaccionarios.

Crecimos, crecimos y volvimos a crecer. Llegó la contienda. No estábamos seguros de la fidelidad de los aliados paleros del gobierno en la representación de casillas, pero así fuimos a las urnas. A mí me tocó la responsabilidad de organizar el Centro nacional de Cálculo instaurado en la colonia Roma de la ciudad de México. Presté las computadoras de la Universidad Tecnológica de México para la captura de datos, y las máquinas confesaban el triunfo inequívoco del Frente Democrático Nacional. Era contundente.

Cuando llegamos al 37 por ciento de los votos a favor de Cuauhtémoc Cárdenas, 10 puntos abajo Carlos Salinas de Gortari, el sistema federal de cómputo “se cayó”. El artífice de la “travesura” era el Secretario de Gobernación, que hoy es senador por Puebla, Manuel Bartlett. Habían asesinado unos días antes a nuestros responsables del control electoral. Pero de cualquier manera los resultados no hubieran sido diferentes.

Llegó el escándalo nacional e internacional. Las computadoras volvieron a hablar, a dictar y Cuauhtémoc apareció en el segundo lugar del conteo nacional. Marchas, mítines, protestas… la serenidad de Cárdenas siempre estuvo vigente para evitar el enfrentamiento. Fue el quien planteó la creación de un partido que hoy lleva las siglas del PRD.

Se cumplen ahora 24 años formales de la integración de este partido. En la fiesta no aparecen esta vez los rostros ni de Porfirio Muñoz Ledo, ni de la mujer de Heberto Castillo, quien milita en él. No estuvieron tampoco Andrés Manuel López Obrador y mucho menos Cuauhtémoc Cárdenas. Triste festejo. Hoy el PRD es aliado del gobierno y cómplice en todo lo que se pueda, del Partido Acción Nacional, el enemigo ideológico por antonomasia, pues la izquierda y la derecha son como el agua y el aceite.

Privan en el PRD la corrupción, el nepotismo y los acuerdos políticos para no efectuar elecciones, como el de la primera semana de mayo en el Distrito Federal. Su ideología está desfigurada. Tendríamos hoy que reconocer que fenece un proyecto que, si bien llegará a los 25 años, para que se elaboren medallitas conmemorativas no valdría la pena tener en el anverso el rostro del PRI y en el reverso el PRD y el PAN hermanados.

Se necesita una nueva organización política que vuelva a dar vida a los “sin partido”, a los sin zapatos, a los descamisados y a todos aquellos que aún sueñan con el México nuevo que no acaba de arribar a la Democracia. No queremos un México convulso: la vía electoral debe continuar siendo la forma de arribar al poder y de gobernar para todos los ciudadanos.

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