Por una política ambiental de largo plazo

LUIS GERARDO ROMO FONSECA *

Hace unos días, se difundió un informe llamado Global Trends 2030, realizado por el Consejo Nacional de Inteligencia del gobierno estadounidense, donde se estima que para el año 2030 dos terceras partes de la población mundial vivirá en centros urbanos. Pero también advierte que el aumento en el número de personas podría generar muchos conflictos,  debido a que “casi la mitad de la población mundial habitará en zonas con escasez de agua y alimentos”, señala dicho informe. De ahí que si no comenzamos a llevar un uso racional y sustentable de los recursos  naturales, el planeta estará en riesgo de un colapso económico mayor y de padecer más calamidades.

Desafortunadamente, la posibilidad de que se presenten escenarios adversos aumenta ahora que concluyó la Cumbre Climática de Doha, Qatar, con un marcado fracaso. A la fecha, la comunidad internacional no ha logrado establecer acuerdos para frenar el cambio climático; después de 18 cumbres, los delegados de más de 190 países no son capaces de arreglar sus diferencias que parecen insalvables.

Lo único medianamente rescatable de esta Cumbre, fue haber extendido hasta el 2020 el Protocolo de Kioto que estaba vigente desde hace 15 años y a días de expirar. Sin embargo, aparece firmado solamente por la Unión Europea, Australia y nueve países menores que producen sólo el 15% de las emisiones de dióxido de carbono que generan el calentamiento global. Por supuesto, Estados Unidos, que es el mayor productor de contaminantes del mundo no está en ese grupo, mientras que Rusia, Canadá, Nueva Zelanda y Japón se retiraron de él en esta reunión de Doha.

Encima de ello, no se concretó nada sobre el fondo de 100 mil  millones de dólares anuales que se habían comprometido para que los países en desarrollo pudieran hacer frente a la reconversión de sus industrias contaminantes. Las soluciones de fondo quedaron postergadas una vez más: Estados Unidos, China, Rusia, Brasil, Sudáfrica y la India aseguran que en el año 2015 llegarán a un acuerdo para ponerlo en práctica a partir del 2020.

Evidentemente, las acciones emprendidas para remediar el deterioro del planeta son insuficientes, pero no sólo a nivel global, también en México la situación es similar: desde el 2007, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) acusó al gobierno mexicano de aplicar un doble discurso en el tema del cambio climático, al pregonar el desarrollo sustentable pero sin dejar de alimentar sus procesos productivos con petróleo, responsable del calentamiento global. Por lo cual, el PNUMA advirtió que México “tendría que prepararse para una ‘despetrolización’ de su economía”. En este mismo sentido, en fechas más recientes, el presidente de la Unidad Nacional de Asociaciones de Ingenieros (UNAI), Eduardo Sánchez Anaya, denunció que las acciones de mitigación del cambio climático aplicadas en México durante el sexenio de Felipe Calderón “fueron muy deficientes; se invirtieron cerca de 200 mil millones de pesos en política ambiental, pero de forma deficiente y opaca”.

En cuanto a la falta de transparencia, un análisis de Gestión Social y Cooperación (Gesoc) concluye que de los 163 programas sociales que operó el gobierno federal saliente, 74 registraron problemas graves de opacidad. Desgraciadamente, entre las dependencias que manejaron más programas con opacidad destacan la Secretaría de Educación Pública (SEP) con 25 y, precisamente, la Secretaría del Medio Ambiente (Semarnat) con 13, según el Índice de Desempeño de los Programas Públicos Federales 2012 (INDEP), presentado por la citada Gesoc.

Actualmente, en el contexto del cambio de administración federal muchos académicos y especialistas se han pronunciado por un cambio en la política ambiental; en lo que concuerda un servidor al insistir en que es necesario romper con los viejos modelos centralistas deficientemente diseñados y con frecuencia orientados hacia fines distintos al cuidado del entorno natural. Lo mismo que articular la política nacional y local para una gestión ambiental integral, en la ejecución conjunta de estrategias y planes de desarrollo acordes a los conceptos de uso sustentable.

Entre las medidas de apoyo aplicadas para mejorar la gestión ambiental en el país, podemos mencionar  la creación de un anexo al ramo 16 (PEF Anexo 31. Amp. Ramo 16 Medio Ambiente y Recursos Naturales) en el año 2009, para que la federación destinara recursos a los gobiernos estales y éstos contaran con una fuente de financiamiento para fortalecer sus márgenes de acción en la materia. En el presente año esta asignación ascendió a mil 5,010 millones de pesos, pero sólo es una parte de las acciones a emprender y, por supuesto, todavía resulta limitada.

El gobierno federal entrante, por su parte, en la Iniciativa de Ley de Ingresos y el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación para el ejercicio fiscal de 2013 que entregó al H. Congreso de la Unión, asignó 56 mil 436 millones de pesos al medio ambiente. De ese total, el 73% (41 mil 257 millones) son para la Comisión Nacional del Agua (Conagua). Por otra parte, el Instituto Nacional de Ecología (INE) cambia de nombre a Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) y se estima que su presupuesto ronde los 272 millones de pesos en el 2013, lo cual representa una notable disminución respecto al ejercido en el presente año que fue de 344 millones.

Es evidente que el fortalecimiento presupuestal para las instituciones que llevan a cabo el  manejo ambiental debe ser una prioridad, pero también (y quizá en mayor medida) que se ejerzan los recursos en los márgenes de una estrategia amplia y de largo plazo en búsqueda del desarrollo sustentable. Necesitamos superar las políticas ambientales sectoriales y lograr su articulación; en la coordinación entre los distintos órdenes de gobierno con programas de carácter transversal para equilibrar la satisfacción de las necesidades económicas, sociales y de protección a nuestro patrimonio natural en México.

Por último, tanto en el mundo como en México, de seguir bajo el esquema económico imperante que no respeta los límites de la naturaleza y la tiene en franco deterioro, la población estará más expuesta a nuevas amenazas y la calidad de vida para las siguientes generaciones quedará cancelada. En este sentido, es pertinente recordar las palabras del pensador, teólogo y ambientalista brasileño Leonardo Boff:

“No podemos colocar en un lado la Tierra y en el otro la humanidad. Formamos un todo orgánico y vivo”.

 * Diputado local perredista

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