Pobreza, violencia y muerte
SOLEDAD JARQUÍN EDGAR
En 2020, poco menos del cincuenta por ciento de la población mexicana vive en situación de pobreza, 12 millones más que las que indicaba el reporte de 2016. En 2020 estamos hablando de 55.7 millones de personas de un total de poco más de 126 millones de habitantes en ese momento.
Los datos corresponden a los que en 2020 dio a conocer el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) y en ese documento se puede observar el incremento que entre 2016 y 2020 existe de población viviendo en situación de pobreza, cuando pasó de 43.2 a 55.7 millones, esto en solo cuatro años.
La medición de Coneval habla también del crecimiento de la pobreza entre 2016 y 2020, con un aumento de 3.5 millones de personas más viviendo en condición de pobreza, al pasar de 51.9 a 55.7 millones de personas.
Hoy tenemos menos pobreza que en los años cincuenta, pobreza por ingresos, dicen las personas expertas. En los años cincuenta del siglo pasado, esa pobreza afectaba a más del 80 por ciento de la población. A lo largo del siglo XX descendió y presentó picos elevados a inicios de los noventa. Hoy el fenómeno está presente en poco más de la mitad de la población. El problema, como lo muestra Coneval es que aumenta y hasta se estanca.
Vivir en pobreza, sea moderada o extrema, incrementa la violencia contra las mujeres e infancias, como lo han demostrado no ahora sino desde hace muchos años los estudios desde la perspectiva feminista que han comprobado la relación que existe entre ambos fenómenos.
Aunque el actual gobierno de México rechaza sistemáticamente los resultados de Coneval, el aumento de la pobreza y una mayor violencia de género, tienen una relación directa con la eliminación de programas que ayudaban a las mujeres y sus familias.
Ejemplos directos serían el cierre de estancias infantiles o las escuelas de tiempo completo. En ambos casos, son las mujeres las responsables de encontrar una solución y está va desde abandonar el empleo hasta –en el menor de los casos- pagar a una tercera persona por esos cuidados o incrementar la carga de cuidados sin pago alguno a una tercera persona de la casa -una hermana mayor, una abuela-. Los dos primeros ejemplos representan menor ingreso para sus familias y por tanto menos posibilidades de reducir las desigualdades y el tercero se sigue tomando como parte de las responsabilidades “naturales” de las mujeres, impidiendo con ello la toma de decisiones para muchas personas.
El año pasado, Inegi reveló el comportamiento de la Población Económicamente Activa: en nueve entidades la ocupación bajo, un punto porcentual al menos y en seis entidades la población ocupada no varió. Poco más de la mitad hubo un crecimiento.
De los 57.6 millones de personas ocupadas, poco más de 32 millones lo hacen desde una condición de informalidad, esto es más de la mitad: 19.1 millones son hombres y 12.8 millones son mujeres. Esto indica que son menos las personas que trabajan de manera formal y con los beneficios sociales de ley.
En suma, vivimos más pobreza y esa falta de ingresos tiene también una relación directa con la violencia generalizada. Hay una mayor percepción de la inseguridad y se refuerza el fenómeno de las migraciones forzadas en comunidades afectadas por la delincuencia, una cada vez más extensa. De nueva cuenta vemos que se obstaculiza el desarrollo de las personas y sus comunidades y se crean círculos de pobreza.
Otro factor fue la pandemia y otro de índole internacional es la invasión de Rusia a Ucrania, que ha generado un fenómeno inflacionario que pega cada día más en los hogares de buena parte del mundo y donde México no es ni será la excepción.
Las respuestas no son mágicas. Se intentan de muy diversas maneras. Con Andrés Manuel López Obrador hay un catálogo de programas de ayudas, becas y beneficios. Por primera vez muchas personas de más de 65 años, sobre todo mujeres, reciben “una gratificación” por sus servicios, hayan o no cotizado o tengan o no acceso a una pensión.
En contraste hay cojera visible en materia de salud, una respuesta lenta frente a fenómenos como el Covid 19. Aunado a la desaparición de programas de atención a las infancias o mujeres con algún tipo de cáncer, como de alguna manera había respuesta en el anterior sexenio. La falta de acceso a la salud es hoy una condena de muerte porque sin duda la compra de medicamentos es simplemente inaccesible para todas las personas.
Solo digo que a más pobreza más violencia y más muerte.