Periodismo en crisis
SOLEDAD JARQUÍN EDGAR
Los asesinatos de cinco periodistas en México, la violencia física y las amenazas ocurridas este mismo año, así como agresiones físicas o amenazas a otros y otras tantas, movilizaron a un gremio diverso y enseñado a competir más que a hacer alianzas. Oaxaca no es la excepción. Heber López asesinado el 9 de febrero pasado abrió de nueva cuenta la vieja herida, una que supura todos los días.
El contexto generalizado de violencia y la intolerancia algunos sectores con algún tipo de poder o con todo el poder, son dos de los riesgos que contribuyen al aumento de la violencia contra trabajadores de los medios de comunicación, sean reporteros, columnistas, fotógrafos o camarógrafos, mujeres y hombres que pasan por esa delgada línea que ha sido fortalecida por la impunidad, una que nos negamos aceptar. Sin embargo, es muy grave, datos del Mecanismo de Protección a Defensores y Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas indican que en Oaxaca la impunidad por crímenes contra periodistas es de un 91 por ciento.
Este ejercicio de “solidaridad” ha servido, al menos en Oaxaca para analizar la tarea de informar y retomar antiguas ideas de protección o autoprotección de las y los periodistas y a plantear la necesidad de revisar leyes que realmente castiguen a los perpetradores.
Lo cierto es que las leyes podrían ser buenas, en tanto los aparatos responsables de hacerlas cumplir hicieran su trabajo, de lo contrario, como hemos visto en otros sectores nada cambiará. Ejemplos de esa condición lo son miles de víctimas de desaparición o feminicidios que siguen sin acceso a la justicia.
Tenemos que empezar, pienso, por reconocer el trabajo profesional de informar. Una condición que en Oaxaca se ha negado sistemáticamente, lo que deriva en precariedad salarial y en falta de derechos a la seguridad social, como la salud y la vivienda, por citar dos ejemplos. Condiciones que no se dan para quienes informan por la sistemática violación a normatividades como la Ley Federal del Trabajo por parte de empleadores o empresas generadoras de noticias. Y que, por tanto, se convierten en un tipo de violencia desde las empresas o desde los gobiernos que se niegan a firmar convenios o reparten migajas por la publicación puntual y sin críticas con las emergentes plataformas informativas.
Un ejemplo puede encontrar entre las mujeres, en 2017 en un trabajo elaborado por la que escribe para el libro Periodismo de Género en Oaxaca. La Otra Mirada, encontré que más de la mitad de las reporteras carecían de seguridad social, acceso a créditos de vivienda, seguros de vida o guarderías. En contraparte solo el 24 de ellas tenían entonces seguro social, 18 por ciento a programas de vivienda, tres por ciento tanto a seguros de vida como a guarderías.
Las mujeres también enfrentamos riesgos, muchas veces iguales que los hombres, pero además estamos expuestas a otro tipo de agresiones por ser mujeres. El mismo trabajo de investigación reveló que un 29 por ciento de mujeres habían recibido al menos una amenaza por su trabajo. Pero ojo este tipo de agresiones son directas hacia a ellas o se extienden a sus familias, principalmente hijas o hijos.
Además, 37 por ciento fueron insultadas, 17 por ciento recibieron agresiones físicas, al siete por ciento le robaron su equipo y un 10 por ciento fueron discriminadas por organizaciones sociales o sindicales, así como por personas del funcionariado.
Al menos dos de cada 10 recocieron haber detectado un acto de hostigamiento o acoso sexual, dentro de sus áreas de trabajo o durante el desempeño de su actividad reporteril en oficinas públicas o en la calle. Estos son algunos de los elementos que nos deben llevar a pensar en una ley de protección a periodistas, con perspectiva de género.
Con el nacimiento de las nuevas tecnologías de comunicación e información en el mundo, todo cambió. En Oaxaca el primer portal web de noticias se llamó Olor a mi Tierra, dirigido por los periodistas Víctor Ruiz Arrazola y Olga Rosario Avendaño, 21 años atrás. Hoy son incontables los portales. Tantos que hasta podríamos cambiar la letra del himno nacional, que dice… “¡oh Patria querida! que el cielo un soldado en cada hijo te dio” por eso que diría “Oh Oaxaca querida, que en cada periodista un portal de noticias te dio”.
Lo cual está bien. Muchas y muchos periodistas salieron corriendo de los medios de prensa donde se trabaja mucho para ganar poco, frente a empresarios que vivían bien. Así que, las tecnologías dieron una nueva oportunidad y la promesa de un periodismo más libre. Pero de lo bueno poco.
Hoy estamos ante el filo de una navaja. Por un lado, la prensa que vende sus espacios y su silencio, y por el otro la prensa infiltrada por grupos delincuenciales. Ambos son igualmente peligrosos.
Lo cierto es que mientras nada cambie. Nadie puede decir quién es y quien no es una o un periodista. Eso, definitivamente, lo define el trabajo de cada persona. Y para eso hay que saber qué es ser un o una periodista y sobre todo despegarse de cualquier poder.