Mujeres zacatecanas de los 80’s

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JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

En uno de los rituales de mi vida, en 1987, cuando finalicé una de las etapas de mis estudios en París, me comprometí a visitar esa bella ciudad cuando menos una vez al año. El ritual ha sido escrupulosamente cumplido, a excepción de los tres primeros años, cuando no regresé por un temor fundado de tomar estando allá, otra decisión: la de no volver a mi país. La resistencia que tuve que vencer en el 87, dadas las ofertas laborales y la posibilidad de disfrutar de un ciudad maravillosa que se me abrían como un panorama realmente tentador, me sumieron en una crisis emocional: o mi país -para el cual me había formado profesionalmente- o la opción de vivir en La Ciudad Luz. La Patria ganó el debate, y aquí estoy.

En mi visita anual, uno de los lugares al que no dejo de ir –tal vez este sea un ritual subconsciente también- es el cementerio de Montparnasse, un barrio hermoso de intelectuales y pintores, tradicionalmente un barrio de estudiantes, de donde toma su nombre, justo como la antigua sede griega de la cultura: el Monte Parnaso. En el cementerio –donde reposan los restos de Porfirio Díaz, que evito en mi recorrido- me detengo de manera muy particular en la tumba de una pensadora significativa para la humanidad, un baluarte de las mujeres pero que, muy bien, nos ilustró a los hombres: Simone de Beauvoir, la afamada novelista muerta apenas un año antes de que yo sellara mi muy personal promesa con la ciudad: en 1986. La tumba está justo a la entrada del cementerio, a la derecha, en una parte con mucho sol, sea en verano o en pleno diciembre, junto a los restos de Jean Paul Sartre, muerto seis años antes que ella, en 1980. Estoy seguro de que jamás conocieron la muy mexicana canción que pide “que nos entierren juntos, en la misma tumba…y después de muertos, amarnos más”. Esta pareja es extraordinaria: él, el autor de “La Nausea”, y de “Los Caminos de la Libertad”, es considerado el padre del pensamiento moderno francés. Ella, una feminista de corazón, y con corazón: su amor hacia Sartre fue infinito. Se ha descubierto ahora, que ella no fue solamente su crítico más importante, sino que humildemente preparaba diversos análisis para que Sartre trabajara su obra con mayor profundidad. La pareja ideal, la de la inteligencia juvenil de los 60’s: universitarios, abiertos al amor, pensadores y sobre todo, rebeldes –para la historia queda el Premio Nobel de Literatura que Sartre fue capaz de rechazar en 1964, para “no traicionar sus principios y su integridad como escritor”, según afirmó-. Las marchas sin Simone de Beauvoir y sin Jean Paul Sartre en París, eran incompletas. Simone no vivió atrás de un gran hombre sino a su lado, como pares, y la aportación de ella a la emancipación de las mujeres, fue fundamental en la historia del mundo moderno: el feminismo y sus derivaciones le deben mucho.

El movimiento que en buena medida encabezara Simone de Beauvoir desde París, llegó a Zacatecas en forma pálida y desfigurada, porque también la sociedad pesa. Recuerdo a Margarita Valadez con su moda parisina irrumpiendo en el Teatro Universitario que se montaba en el Teatro Calderón; al licenciado Roberto Almanza impulsando las tesis feministas como académico, filósofo y abogado de la Universidad, como también rememoro a su mujer, siempre hermosa, con vestimentas que implicaban modernidad y hasta rebeldía hacia la misma ciudad. Desde luego era parte de estos nuevos aires que llenaban de frescura la colonial ciudad, Amalia García, que vencía a la niñez y entraba a la adolescencia haciendo planteamientos como los hacían también las mujeres del mundo, en una sociedad machista, donde así fuimos educados, y donde era difícil tolerar la irrupción de las jóvenes. Ya deambulaban allí de manera oculta, textos como “El segundo sexo”, de Simone de Beauvoir, “La mística de la feminidad”, de Betty Friedan, “Política sexual”, de Kate Millett, y “La mujer eunuco”, de Germaine Creer, que encantaban a sectores de mujeres zacatecanas, que lo expresaban a través del teatro: “Los Cuervos están de Luto” de Hugo Arguelles que tantas conciencias despertó, entre otros intentos de las nuevas generaciones de mujeres, por reclamar sus derechos civiles y un lugar de mayor predominio en la sociedad.

Las viejas generaciones, entre tanto, repartían volantes contra “La Pelos de Oro” que intentaba instalar su prostíbulo en Zacatecas, o contra Sofía Loren, Gina Lollobrigida o Brigitte Bardot, que en la mayoría de sus películas mostraban solamente una parte de sus hombros y ni siquiera las rodillas, pero contra las que se cernía la censura provinciana de manera fatal. Imagino a los censores de estos filmes en la ciudad, con una campana como la del cura de “Cinema Paraíso”, que hacía sonar a repique en cuanto aparecía un beso en la pantalla, de manera tan automática que pasaría con “sobresaliente” cualquier experimento de reflejos condicionados de Pavlov.

Así, el feminismo y sus corrientes penetraron la cultura zacatecana. Pocos años después, dejó de ser “única” la mujer que estudiaba en la escuela Veterinaria o la que ocupaba su lugar en las aulas de la Escuela de Minas o en las de Ingeniería Civil o hasta en Derecho. Las minorías eran insultantes. Pero la sociedad se fue adecuando y los grupos de mujeres y hombres en la universidad, en las neverías, en las calles, se volvieron proporcionales, reflejando los parámetros en la natalidad. Zacatecas se transformó también, por el esfuerzo firme de la mujer. Desaparecieron las tan comunes “casa chicas” con hijos sin apellidos, que iban a las mismas escuelas y frente a los cuales había que simular estar en el mismo grupo que algún medio hermano. La doble moral “tolerada”.

Hoy, Zacatecas es una ciudad que se hizo joven en una generación, después de haber sido totalmente vieja. Los botines y las medias negras “de popotillo” de las mujeres con la falda “hasta el huesito” y con el camafeo en el cuello como si se tratara de un candado que encerraba la pureza…todo se transformó casi súbitamente, en colores vistosos y juveniles. Las divorciadas no existían, yo sólo recuerdo a una –muy hermosa por cierto- que vivía ¡con la suegra! para evitar interpretaciones inadecuadas.

Esta reseña no estaría completa sin mencionar a una mujer libertaria, aunque el mundo no le tipifique como tal. Se le asocia más bien, con el ambiente de la gran empresa, como “madre de la frivolidad”, lo que es absolutamente injusto. Coco Chanel, que nació en el último cuarto del siglo antepasado y muriera en 1971. Su ropa más célebre es la falda que lleva su nombre. Nació como muchas mujeres, de padre desconocido. Su nombre: Gabrielle Bonheur Chasnel. Perdió a su madre y debió vivir en un orfanato. Había nacido en Saumur, más luego se instaló en París. Sus fuentes de inspiración fueron los trajes de los duques zaristas o ingleses, el chaleco y la boina. Liberó a la mujer del cabello largo, que llegó a extremos como que, en la Francia antigua, hubieron de recortarse las puertas para que sus peinados pudieran atravesar sin demérito de una estancia a otra. Fue una lucha fuerte, que ella ganó, logrando una mujer funcional en el arreglo de su cabellera. Derrotó al anti higiénico corsé, que tantos suspiros provocara en los hombres y tanta ausencia de respiros en la mujer. Impuso como moda mundial el pantalón, prenda que, hasta entonces, pertenecía estrictamente a la esfera de los hombres y de las obreras de países atrasados. El negro, que predominaba en el mundo como símbolo de luto, lo mantuvo ahora ajustado a la modernidad y a un diseño sobresaliente. Su ropa, por la masificación que tuvo en el mundo, llegó a conocerse como “Un Ford, firmado por Chanel”.

Chanel se convirtió en uno de los personajes más populares de París, junto con Jean Cocteau, y lanzó su propio perfume: el “número 5” que inundó al mundo con su aroma y que aún permanece en los mercados. Una actriz del cine norteamericano de los 60’s al preguntarle un reportero acerca del tipo de ropa que usaba de noche, oronda contestó: “Sólo mi Chanel No. 5”.

Una vez liberado París en agosto del 45, Coco Chanel abandonó Francia y se instaló en Suiza, siempre con ideas de vanguardia, como introducir mayor sobriedad en los vestidos y rescatar la capacidad de reflejar la añoranza de los jóvenes de la época, que rompían con la generación anterior. Pasó a la historia como la gran empresaria, la reina de la moda en el mundo, la creadora de la masificación del perfume pero la faceta ausente, sobre la que no se le ha hecho justicia suficiente, es la de la liberadora del ajuar femenino, en prendas útiles y cómodas, que marcaban igualdad con el hombre de la época. Coco Chanel convirtió su bandera feminista en kilómetros de tela que transformaron el sentir y el vivir de la mujer de hoy.

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