Mujeres de maquila textil permanecen atrapadas

ANGÉLICA JOCELYN SOTO ESPINOSA

No habían pasado ni seis horas del evento conmemorativo que hicieron las costureras del Sindicato 19 de septiembre para recordar a sus compañeras que murieron tras el terremoto de 1985, cuando un nuevo movimiento de la tierra hizo que la historia se repitiera.

Exactamente 32 años después, el temblor de ayer en la Ciudad de México tiró entera una maquila textil ubicada entre las calles de Bolívar y Chimalpopoca, en la colonia Obrera. Casi todo el personal quedó dentro. Ninguna vecina o vecino de quienes presenciaron el derrumbe vio salir a alguien.

“No les dio tiempo. A la mejor las del piso de abajo, donde vendían la ropa que hacían, porque en los otros pisos tenían puertas de seguridad que las obligaba a poner su dedo cada que querían salir”, detalló Angela, vecina que acostumbraba platicar con las trabajadoras.

De acuerdo con el testimonio de varias personas que estaban cerca, el edificio de siete pisos se cayó en cuestión de segundos. Después, una ola de humo nubló la vista. Luego, los gritos de las niñas y los niños de la primaria de al lado -que también tuvo daños- las hizo reaccionar.

Lo primero fue gritar para pedir auxilio. Luego fue levantar las piedras; sacar herramientas de sus casas; y seguirse organizando. “No sólo fueron hombres, las mujeres también estaban levantando las piedras. Incluso las señoras mayores”, dijo otra vecina.

Las mujeres aseguran que fueron ellas y sus vecinos quienes actuaron primero y más duro. Dos horas después llegó la policía federal, pero sólo para hacer vallas e impedir el paso de más civiles.

En efecto, a las seis de la tarde -cuando la luz del día amenazaba con irse- había decenas de personas civiles intentando cruzar una fila de policías. “Venimos a ayudar, entre más manos mejor. Déjanos entrar, hay vidas dentro” decía la gente que había llegado con palas, cubetas y carretas., pero la decisión de los policías parecía discrecional.

Muchas mujeres con ropa de civil entraban y salían del derrumbe. Salían a pedir más ayuda, a poner la voz para decir qué se necesitaba: “¡abran espacio para la ambulancia, necesitamos pilas, traigan lámparas!”.

Aunque había mucha gente, la noche y la idea de poder hacer menos con poca luz amedrentaba el ánimo. La oscuridad de las 8:00 pm finalmente se abrió paso, muchas personas permanecían sobre las piedras para seguir quitándolas. Mujeres y hombres salían de entre las ruinas con polvo y sudor en la cara.

Algunas que estaban desde las dos de la tarde pedían relevos. “Yo iba pasando por la calle cuando se cayó el edificio, sólo avisé a mi casa que estaba bien y me quedé a ayudar. Ya me voy a mi casa”, comentó un señor que apenas salía.

Y cuando el ambiente se volvía tensa calma, de pronto los aplausos. “Rescataron a una. Está viva” gritó la gente. Sobre una camilla que cargaban cuatro brazos (entre ellos civiles) avanzó un cuerpo cubierto hasta la cara con una sábana blanca. Nadie dijo el sexo ni la edad. No importó, era un rescate, un logro conjunto.

De acuerdo con el personal de seguridad, hasta ese momento había ocho cuerpos rescatados. Posiblemente seis con vida. Una enfermera del hospital contiguo aseguró que la tarde de ayer ahí recibieron a varias personas heridas y con vida, pero las fracturas eran tan graves que tuvieron que ser trasladadas a otros hospitales de especialidades. También dijo que las familias de las y los trabajadores de esa maquila preguntaban cada rato si su familiar podría estar ahí, ya que nadie, ni la empresa, les había informado nada.

Mientras la noche avanzaba, los elementos de seguridad empezaron a organizar a las manos solidarias. Aunque pidieron “hombres fuertes” en filas, decenas de mujeres preparadas con cubrebocas se formaron. Les dejaron pasar y ahí se estuvieron la noche entera. Estaban sin luz, pero con suficiente comida y agua que las familias y los negocios cercanos les prepararon y llevaron.

A las siete de la mañana de hoy, la información era casi la misma. “No sabemos con certeza cuántas personas dentro ni cuántas rescatadas durante la noche”, dijo otro policía federal que resguardaba la zona. Aunque había civiles dentro, el control del rescate lo acababa de tomar el Ejército y protección civil. Ya no hubo paso para nadie.

Un rescatista informó que durante la noche se sacó a una familia entera. Entre ellas una mujer mayor que no salió con vida. Al punto de las 10 de la mañana, el informe era que al menos 10 personas podrían seguir atrapadas. Ninguna información certera.

Muchas mujeres que estaban anoche ahí seguían. Algunas más llegaron desde las cinco de la mañana para dar de comer a las y los voluntarios. Otra decena de mujeres pasó toda la madrugada organizando los víveres que llegaron durante la noche.

Nunca faltaron manos, pero conforme avanzó la mañana llegaron más personas. De ser decenas pasaron a cientos. Entre ellas, muchas mujeres jóvenes. La mayoría, estudiantes de todas las carreras; también trabajadoras que les dieron el día y amas de casa. Llegaron con sus amigas y con sus familias. Todas a ayudar con cascos, cubetas y cubre bocas. Otras mujeres de más edad repartían agua, comida y sombreros de papel para el sol. Muchas de ellas organizaban incluso las brigadas.

Se conformaron brigadas para sacar cascajo; jalar piedras grandes y buscar las personas que están dentro y siguen con vida. Entre las filas, también estaban las manos de las familias de las y los trabajadores que estaban dentro. “Mi tía de 60 años está ahí. Yo vi en la televisión cómo se cayó el edificio. Su esposo está también ayudando a quitar los escombros. No nos hemos podido encontrar”, aseguró Valeria, sobrina de Silvia Mireles Quintanar quien seguía atrapada.

Si bien nadie ha informado oficialmente el nombre de la maquila, las vecinas aseguran que en el edificio se maquillaba ropa que luego se vendía a tiendas grandes en México. Aseguraron incluso que había bodegas que pertenecían a personas judías y orientales.

Sin embargo ninguna autoridad en el lugar quiso confirmar esta información sobre la empresa. Un grupo de hombres con traje, cadenas y kipár (gorro judío) entraban y salían del derrumbes amaqui su antojo. No traían protección y dieron órdenes a unas personas para que sacaran varios tubos de telas. Ya en la calle, dónde permanecían documentos de exportaciones tirados, resguardaron su material. No se sumaron a la fila de personas voluntarias, al contrario, permanecieron inmóviles mirando la ayuda de las cientos de mujeres y hombres que no cesaron ningún esfuerzo para rescatar a quien sea que todavía estaba abajo de las piedras.

Al medio día, un aplauso de al menos 300 personas y un nuevo grito de “están vivos” les confirmaba que el esfuerzo había valido la pena. Minutos después, las manos ya se habían vuelto a organizar para levantar más piedras.

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