México cede mientras EE.UU. impone su agenda
En una reunión que exhibió el tono servil de la diplomacia mexicana frente a Estados Unidos, la presidenta Claudia Sheinbaum recibió a la secretaria del Departamento de Seguridad Interior norteamericano, Kristi Noem. Con un discurso anodino, Sheinbaum se limitó a subrayar la «buena relación» entre ambos países, en un marco de «respeto a las soberanías». Sin embargo, su tibia defensa de la soberanía nacional contrastó con la dureza del mensaje de Noem.
La emisaria de Donald Trump llegó a Palacio Nacional con una agenda clara: seguridad y migración. A la salida, sin concesiones diplomáticas, dejó en claro vía X (antes Twitter) que «aún queda mucho por hacer para detener el flujo de drogas e inmigrantes indocumentados». Su mensaje fue inequívoco: Washington exige más resultados y menos discursos.
Sheinbaum, en cambio, optó por la discreción. Publicó un mensaje en sus redes sociales sin detalles sobre los acuerdos o compromisos adquiridos. Antes de la reunión, se había limitado a mencionar que presentaría los cuatro ejes de la estrategia de seguridad mexicana: atención a las causas, fortalecimiento de la Guardia Nacional, inteligencia y coordinación institucional. Un libreto repetido que hasta ahora no ha conseguido frenar la violencia ni satisfacer a Washington.
El contexto no pudo ser más delicado. La administración Trump endurece su postura contra México, exigiendo acciones concretas contra el fentanilo y aplicando medidas arancelarias como mecanismo de presión. En ese escenario, la visita de Noem representó una prueba de fuego para el nuevo gobierno mexicano, que se enfrenta a la disyuntiva de resistir o ceder ante las presiones del vecino del norte.
Al encuentro asistieron los secretarios de Gobernación, Seguridad y Relaciones Exteriores, junto con funcionarios clave en materia migratoria y de derechos humanos. La llegada de Noem fue digna de una operación de seguridad de alto nivel: escoltada por un convoy, ingresó a Palacio Nacional sin acceso a la prensa y salió sin emitir declaraciones. La única voz que resonó fue la suya, y su mensaje fue claro: México debe hacer más.
Sheinbaum calificó la reunión como «provechosa», pero las palabras huecas no ocultan la realidad: Washington dicta la agenda y México acata. Una diplomacia que, más que de respeto mutuo, huele a sumisión.
LNY/Redacción