Los sueños de la niña de la montaña
SOLEDAD JARQUÍN EDGAR
Los sueños de la niña de la montaña (Ed. Grijalbo 2022) una autobiografía muy adelantada de Eufrosina Cruz Mendoza, un relato de terca perseverancia de Brezin (Eufrosina en zapoteco) y a través de su vida cuenta la existencia de miles de otras mujeres que enfrentan obstáculos por ser mujeres, indígenas y pobres, como categorizó la antropóloga feminista Mercedes Olivera Bustamante.
Ella habla a lo largo del libro de muchos miedos que enfrentó. Pero en realidad es lo que menos mostró Berzin o Eufrosina. Porque a ella nada ni nadie la detiene, ni se incomoda, se puede sentir mal un tiempo, algo le puede doler…pero lo que más tiene es coraje y ese coraje se puede interpretar en dos sentidos. Uno que hace que en ocasiones le duela el estómago o el alma, y otro coraje que la hace remontar los obstáculos que se le pongan enfrente.
Tiene a lo largo de su vida momentos tan importantes que se pueden considerar parteaguas. Así en la primera parte de libro, una que habla de ella y su vida personal y otra de la mujer que ha llegado a ocupar un lugar en la política o como servidora pública.
En la primera parte, al leer la vida de Eufrosina, veo a miles de mexicanas discriminadas, excluidas, marginadas. Exclusiones que las llevan a transitar por su vida en medio de desigualdades profundas. Una pobreza que las aísla de sus derechos fundamentales como la salud y la educación, el derecho a una vida sin hambre. Derecho a vivir libres de violencia. Violencias que se traducen en discriminación, clasismo y racismo.
El destino de niñas-adolescentes de Santa María Quiegolani, que como sigue ocurriendo en entidades principalmente pobres de México, son obligadas a casarse a los 12 años o antes y tener como dice Eufrosina 10 hijos en 10 años. Pero ella dice NO. Prefirió alejarse de su familia, de sus amistades, de su pueblo para no ser parte de esa historia familiar que vivió su abuela, su madre y su hermana Claudia, y a sus compañeras de escuela Tacha y Gudelia. Mujeres que siguen siendo sus amigas y que hoy con poco más de 40 años son abuelas.
Ella quiere estudiar no casarse. Su padre tiene temor de que a Eufrosina le pasara lo mismo que a otras muchachas del pueblo que al cabo del tiempo volvían embarazadas o con hijos y peor aún sin un marido que “respondiera”. Condición que en el pueblo sería visto como un fracaso.
Ahí es donde Eufrosina arrebata a su familia una demanda. Domingo, su padre, accede sin estar plenamente convencido. Su madre, le pone en una pequeña caja sus mejores vestidos y de escondidas le da 100 pesos, todo su dinero.
Eufrosina enfrentó entonces otros derroteros, el maltrato de su familia que la recibe en Salina Cruz, la explotación laboral, pero sigue, se esfuerza, va a la escuela. Hasta que llega el tiempo de vivir en la ciudad de Oaxaca donde ingresa a la UABJO donde estudió la licenciatura en Contaduría. Fue la segunda mejor alumna de su generación con 9.7 de promedio escolar.
Recuerdo que cuando fui a Santa María Quiegolani con ella para hacer una información periodística. Dormí unas poquitas horas en el cuarto de adobe construido en la parte de arriba de la casa. Ahí estaba el diploma como una de las mejores alumnas de su generación.
La contadora Eufrosina Cruz nos cuenta sus primeros años como integrante de un equipo de trabajo en los CECyTES, de esa manera volvió a las comunidades indígenas de otras regiones de la entidad y con ello le volvían los dolores de estómago o del alma. Sin embargo, algo había aprendido, ser una buena maestra. Uno de esos trabajos lo realizó en la difícil zona donde un conflicto por tierras había recrudecido la relación entre la población de San Lorenzo y Teojomulco. Algo de lo que las nuevas generaciones nada tenían de responsabilidad.
Con su sueldo se compró una camioneta, eso le permitió ir con regularidad a su pueblo Santa María Quiegolani, donde sus amigos de la infancia, la impulsaron a ser presidenta municipal. Ella dijo sí, pero las cosas no resultaron.
Ese fue el segundo parteaguas de su vida. Sin duda que sí. Porque la negativa de que fuera presidenta municipal la impulsó a emprender una denuncia ante el Congreso local, el IEEPCO, con resultados negativos para ella, y luego, inconforme, inició un periplo mediático que hizo que de nueva cuenta se volvieran los ojos hacia algo que era común en Oaxaca y por tanto se asumía como “normal”, pero era real, no todas las mujeres participaban en las elecciones.
En un trabajo que publiqué en 2014, llamado Mujeres de Oaxaca, por ejemplo, encontré que en 111 municipios regidos por sistemas normativos internos las mujeres no habían, ni votado ni mucho menos fueron electas. Oaxaca es la entidad con más municipios en el país. 570, y solo poco más de 300 mujeres han gobernado un municipio de Oaxaca alguna vez, desde 1947 cuando se reformó el artículo 115 de la constitución mexicana que permitió a las mujeres votar y ser votadas en comicios municipales.
Eufrosina dice que su objetivo fue romper una costumbre y visibilizar un problema que era invisible. A ella le dijeron que no podía ser presidenta municipal porque era profesionista y porque no vivía en la comunidad. En realidad, no le permitieron ser presidenta municipal porque era MUJER. Por su contrincante, también era profesionista y no vivía en la comunidad, pero era HOMBRE.
Contra ella y su familia se vino una andanada de advertencias, de regaños, los miraban mal. Incluso ella recibió amenazas y me tocó ser testigo de una asamblea donde “le quitaron la ciudadanía”. Eso si no mal recuerdo sucedió en mayo de 2008. Los hombres, las autoridades estaban enojadísimos porque -decían ellos- Eufrosina los pintaba como machos y violentos. No fueron pocas las violencias vividas, en esa ocasión que la acompañé, tuvimos que ir a dormirnos a otra población, porque “no había condiciones en Quiegolani para hacerlo.
Me hubiera gustado que Eufrosina Cruz detallara aún más esas violencias vividas en aquellos días, porque sin duda, la violencia política ha paralizado a muchas mujeres en sus aspiraciones, no sólo en Oaxaca sino en muchas partes del país y del mundo.
Unos años después, sucedió el tercer parteaguas de su vida. A los 33 años. Eufrosina fue diputada local. Volvieron las descalificaciones por ser mujer, porque no tenía experiencia, pero ser indígena, porque se compró ropa y bolsos de marca. Descalificaciones de tipo clasista y racista. Para enfrentar a los monstruos se preparó para en el primer año legislativo de aquel 2010, donde fue presidenta de la mesa directiva.
Su objetivo en ese momento fue reformar el artículo 25 de la Constitución Política de Oaxaca. Espero un año. La reforma se concretó en 2011. De esta forma y con una serie de modificaciones subsecuentes en la ley electoral no habría manera de impedir la participación de las mujeres. Hubo mucha controversia, es cierto, por un lado, se decía que era una ley muy atrevida, que las mujeres tomarían ese camino de manera paulatina. Eufrosina sabía que, si fuera de forma paulatina, nunca las dejarían pasar.
En 2012 ya como diputada federal repitió la fórmula. Modificando el artículo 2 fracción tercera. De esa forma se abrió un mundo de posibilidades en política para las mujeres de todo el país que pertenecen a un grupo étnico.
Esta es, reitero, el gran cambio, su contribución más importante. En eso puso su empeño Eufrosina Cruz Mendoza. Quien desde siempre contó con grandes aliados y aliadas. Tocó todas las puertas, habló con dos presidentes, con legisladores, dentro y fuera del país. Habló con las mujeres de su pueblo y de otros pueblos.
Por supuesto que ha generado toda clase de resistencias, la primera y más importante la de un patriarcado que sigue considerando que gobernar es cosa de hombres. Luego, como en todo, hubo quienes no creyeron en ella. Mujeres que consideraron que les daba una especie de zarpazo, porque la a la vida comunitaria, piensan no se le toca. Pero ella decidió que había que tocarla y cambiarla.
Reitero, la de Eufrosina no ha sido una vida fácil. Hay que leer Los sueños de la niña de la montaña para entender muchas cosas.