Los silos de Isabelica

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

Cuando crecíamos, existía en Zacatecas un lugar extraño que se antojaba una ciudad marciana: había habido ya películas de El Santo o de Clavillazo sobre esos personajes, que podían referirnos esas ideas, pero también podría haber parecido una ciudad de juguete, toda pintada de barro. Estaba formada por una serie de conos, todos tenían una puerta pequeña y tenían un objeto en la cúspide de la figura. Con el tiempo y nuestros estudios, nos dimos cuenta de que la base era una circunferencia en realidad, y que, si cortábamos esta figura de diferentes formas, obtendríamos las llamadas “curvas cónicas” que nos había enseñado el maestro Alfredo Ramírez en su materia de Geometría Analítica y Cálculo Diferencial.

Podíamos imaginarnos cortando un cono para que nos diera una parábola y si lo hacíamos de otro modo, obteníamos una elipsis. Así jugaba nuestra imaginación en estas extrañas figuras que daban a la carretera a Aguascalientes y cruzaban a la de Tacoaleche. Después nos enteramos de que se trataba de silos para almacenar semillas, sin embargo, durante muchos años los conocimos como un hotel: allí llegaban gringos con sus trailer parks, y se instalaban en manada. Lejanos de la ciudad –porque las carreteras eran malas- acudíamos a practicar nuestro incipiente inglés y en ocasiones a ganarnos un quarter, un dime o hasta un dólar.

Cuando Hank González, el político empresario fue Secretario de Agricultura, multiplicó estas figuras en todo el territorio nacional y fundamentalmente, en el Estado de México. Al parecer, funcionaron bien: permitían ventilación para los granos, ello evitaba que los gorgojos los inundaran y, sobre todo, se lograba una acumulación profesional de las semillas, de modo que los accesos a esta figura geométrica, los hacían fácilmente llenables: signo de bonanza.

En la República ahora, sin embargo, se ven muy pocos: o fracasó el programa, o la agricultura ha llegado a límites de verdadera crisis, o el negocio de hacerlos dejó de ser rentable.

Pero en Zacatecas siguen vivos: alineados, con personalidad propia e intacta a pesar del paso del tiempo. Se habla de que hay una disputa de herencia, de que hay embargo, empero, el gobierno bien pudiera intervenir y conciliar para mantener en funcionamiento a estas bellezas construidas en tiempos añejos y que nuestro pintor Francisco Goytia plasmara en uno de sus cuadros. Cuando se exhibió en la Ciudad de México, solía hablarse de la belleza del cielo azul, que predominaba como una fantasía de color en esta zona. La fantasía no es tal: el color azul del cielo zacatecano es real, casi tangible.

Un hotel, un centro para actividades de jóvenes y niños, un centro comercial de productos zacatecanos… todo cabría en este lugar que está a pie de carretera y a unos cuantos kilómetros de la ciudad.

Un silo es una estructura diseñada para almacenar grano y otros materiales a granel; son parte integrante del ciclo de acopio de la agricultura. Los más habituales tienen forma cilíndrica, asemejándose a una torre, construida de madera, hormigón armado o metal. El diseño, inventado por Franklin Hiram King, emplea por lo general un aparejo mecánico para la carga y descarga desde la parte superior. Actualmente el diseño original para la agricultura se ha adaptado a otros usos en la industria, utilizándose silos para depósito de materiales diversos, como el cemento, y también se han adaptado al área militar, empleándose silos para depósito y manejo de misiles.

Llegan a mi imaginación los afamados silos de Villacañas que son casas subterráneas excavadas en la llanura manchega. Se conoce su existencia desde el siglo XVIII. Los silos eran las viviendas de las familias más humildes y se construían cavando la tierra hasta abrir en su interior las habitaciones necesarias. Los techos y las paredes se cubrían de yeso y se pintaban con cal para iluminar su interior, sus ventanas se abren verticalmente desde el techo lumbreras que sirven de respiradero. La Caña es la escalera o rampa con escalones inclinados que es el acceso al interior, junto a la puerta se encuentra

el desaguadero que es un depósito de aguas pluviales consta de comedor, cocina, dormitorios, pajar, cuadras, gallinero. Al estar la casa bajo tierra la temperatura es muy constante, frescor en verano y calor en invierno. «Son unas joyas de la arquitectura popular únicas en el mundo».

Hoy quisiera ver a los niños correr por nuestros silos abandonados, a los pintores recreando otra vez las estructuras que se alzan al cielo cual gigantes, y a nuestros gobernantes, interesados en rescatar las estructuras y en convertirlas en un nuevo centro cultural, en un lugar productivo o recreativo que haga a los visitantes voltear la vista contra ellos para admirar nuevamente el cielo azul, que sigue siendo distintivamente zacatecano.

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