Los cómplices de Miguel Alonso

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX
Miguel Alonso como precandidato a gobernador de Zacatecas fue un pobre venadito que merodeaba al pie de La Bufa. Sin partido, sin historia, sin capital, sin amigos. A los pocos que alguna vez tuvo los había traicionado. Había sido chalán de Ricardo Monreal cuando gobernador. Era como su valet para asuntos personales y para encubrir sus perversiones.

Empleados de la plaza Issstezac todavía recuerdan las fiestas en los baños de vapor públicos de ese recinto. Un joven con personalidad de junior, sin cultura y sin un discurso atractivo para las masas y poco convincente para el electorado en particular.

Miguel Alonso transitó del gobierno Monrealista al Amalista, ambos del PRD. Con Amalia fue un cortesano –o como dicen los americanos un “yes man”- se desempeñó como secretario de Turismo jugando un rol tieso e inanimado: realmente lo único que se destacaba de su personalidad era su corbata. 

Fue diputado local en ese gobierno pero su aspiración era mayor: quería ser diputado federal pero ni su formación ni su actitud daban para tanto. No lo dejaron pasar porque no daba el kilo: hubiera sido sólo una de las cinco caras bonitas que cada legislatura aporta, generalmente articulado a Televisa o a TV Azteca.

Con su fracaso a la legislatura federal pateó el pesebre y tenía un aliado: Ricardo Monreal, que daba la vida por bloquear la carrera política de Amalia García, quien estaba muy claramente dibujada hacia la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Esta mancuerna –más no yunta- luchó pecho a tierra para hacer el campo minado en contra de la gobernadora zacatecana.

Miguel Alonso no encontraba hospedaje en ningún partido: el PAN no lo quiso, el PRD ya tenía candidato pero el maridaje se dio entre los Monreales y el PRI, que era una parte del PRD con los Raymundo Cárdenas y pandilla que le acompañaba.

Lograron reemplazar a un Monreal por un Alonso, negociando puestos y lugares de poder con el PRI y con el candidato. Consiguieron acuerdos con los priístas que para entonces tenían 12 años ya fuera de la nómina, y con una parte de la izquierda desplazada. Vencieron teniendo como contrincantes a un candidato malo como era Toño Mejía y un casi adolescente Cuauhtémoc Calderón. Llegaron al poder y la pregunta sigue en el aire: de dónde salieron los fondos para hacer una campaña política con un PRI pobretón y unos Monreales que tienen una gran fortuna pero nunca pagan un desayuno. La alianza se da con el ex presidiario Humberto Moreira que metió cantidades ingentes de dinero, dejando endeudado a su Estado para ser detenido luego en España por malos manejos financieros en un proceso que aún sigue. Se habla de 20 mil millones de pesos invertidos en la campaña zacatecana. Uno de los intermediarios fue el cuñado incómodo Pedro de León Mojarro.

El otro inversionista fue el ex gobernador de Nuevo León que perdiera ante El Bronco el poder para su partido y que está también en proceso de ser encarcelado por manejos turbios y por los recursos que también gestionó para la campaña de Miguel Alonso en Zacatecas.

Este gobierno zacatecano se ha caracterizado por obras frívolas que tienen el sello de empresas coahuilenses o neoleonesas: había que pagar el tributo para esos dos delincuentes.

Este mes de septiembre Miguel Alonso termina su gestión. Pierde el fuero y se convertirá en uno de los “tres tipos de cuidado”: Humberto Moreira, Rodrigo Medina y él mismo.

El PRI de Miguel Alonso no perdonará al gobernador de Chihuahua ni al de Veracruz y tampoco al de Quintana Roo. Desde luego está en el ojo del huracán la triada infernal.

Peña Nieto necesita oxígeno: se lo dio Elba Esther Gordillo al iniciar su gobierno. Hoy buscará limpiar un poco de su rostro con delincuentes frescos que permitan a su partido competir en el 2018 con una caballada flaca que nada logrará sin un gobierno bien apuntalado a fuerza de golpes duros y a la cabeza de sus líderes corruptos.

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